Un albergue de lujo o un cementerio de elefantes. Eso es lo que
representan numerosas grandes empresas para expresidentes del Gobierno,
exministros y ex secretarios de Estado
22/12/2013 10:59 Actualizado: 22/12/2013
12:19
José María
Aznar en la presentación de uno de sus libros/EP
Un albergue de lujo o uncementerio de elefantes. Eso es lo
que representan numerosas grandes empresas para expresidentes del Gobierno, exministros y ex secretarios de
Estado. Al poco de salir del Ejecutivo de turno, se abre la puja en
este indecente mercado de fichajes que los anglosajones llaman revolving door
(puerta giratoria).
En ocasiones, las compañías los contratan como
agradecimiento por los servicios prestados. Así que no hace falta que hagan
grandes esfuerzos porque el trabajo por el que les pagan es fundamentalmente el
que les hicieron mientras gobernaban. También hay ex altos cargos que acaban a
sueldo de firmas que sólo pretenden usar sus influencias con los responsables
del nuevo Gobierno para que tomen decisiones a la medida de sus intereses.
Dicen que los fines no siempre son oscuros. Supongo que sólo una
mente muy sucia dudaría de que José María Aznar fue contratado por Endesa en enero de 2011 única
y exclusivamente con el fin de que colaborase en temas puntuales para América
Latina y gracias a su condición de abogado en ejercicio. El hecho de que estaba
cantado que el PP regresaría al poder tras las elecciones era una mera
casualidad. Como también que el expresidente hubiese culminado la privatización
de la empresa y diseñado el modelo de liberalización que tantos miles de
millones de euros ha hecho ganar al sector energético.
No sólo Endesa tiene a un expresidente. Un mes antes de lo suyo
con Aznar, Gas Natural se había hecho con Felipe González. En la
otra gran energética, Iberdrola, todavía no cuentan con uno. De momento se
conforman con Ángel Acebes, exministro de Administraciones Públicas, de
Justicia y de Interior con Aznar. En abril de 2012 lo colocaron como consejero externo y
quince meses después lo ascendieron a miembro de su
Comisión Ejecutiva Delegada.
Según la ley de incompatibilidades, para
realizar estos fichajes hay que esperar dos años desde que el político
abandone su cargo en el Gobierno. Por eso Enel tuvo que ser paciente y esperó a marzo de 2011 para contratar
a Pedro Solbes, ministro de Economía y Hacienda con el primer
Gobierno de Zapatero. A nadie se le ocurriría pensar que entre los motivos del
fichaje estuviese que Solbes apoyó que fuera Enel la que comprara Endesa y no
Gas Natural o E.On.
Pero hecha la ley, hecha la trampa. Con Elena Salgado no quisieron esperar tanto y Endesa la contrató
pocos meses después de que en 2012 dejase su cargo como ministra de Economía y
Hacienda y vicepresidenta en el segundo mandato de Zapatero.
Para hacerlo, utilizaron la argucia de que no iba a asesorar a una empresa
española, sino a una filial en el extranjero, la eléctrica chilena Enersis.
Desde finales de los años 90, los españoles hemos sufrido
la privatización de empresas públicas y la liberalización de
sectores económicos justificadas por nuestros gobernantes en que los
precios bajarían y la calidad de los servicios aumentaría. Nuestros gobiernos
han renunciado a su capacidad para regular las tarifas de las gasolinas, la
electricidad, el gas, las telecomunicaciones. Y todo ello para que sus
respectivos oligopolios incurran en pactos ilegales o sencillamente apliquen
precios brutales a los consumidores con la tranquilidad de que la ¿competencia?
hará exactamente lo mismo. Al tiempo, la legislación ha evolucionado (o más
bien involucionado) para favorecer los intereses empresariales y las
autoridades competentes han hecho gala de la más absoluta incompetencia al
permitir todo tipo de abusos y fraudes.
La puerta giratoria que permite pasar del poder político al
económico y viceversa puede resultar tan peligrosa como tener al frente de
Gobierno a un grupo de hombres de negocios que conciben el país como una
empresa al servicio de otras empresas. En ambos casos, servir al interés
público es algo absolutamente secundario.
De esa puerta se valen quienes realmente dictan las decisiones
políticas para tener legalmente a sueldo a los títeres que las aprobaron o a
los que podrían hacerlo en el futuro. Porque otro de los motivos por el que las
grandes compañías contratan a antiguos altos cargos es que nunca se sabe si
volverán al Gobierno. Son células durmientes cómodamente alojadas en el
poder empresarial, algunas de las cuales podrían ser utilizadas por
éste en el futuro para engordar sus beneficios mediante una ola de atentados
contra los intereses de los ciudadanos.
En 2011, el ex secretario de Estado de Economía en el segundo
gobierno de Aznar renunció, entre otros, a su cargo como consejero de Endesa
para fichar por una empresa donde su sueldo se reduciría en casi 300.000 euros
anuales con respecto al que recibía en la eléctrica. Luis de Guindos fichaba
por la marca España de Mariano Rajoy como ministro de Economía y
Competitividad.
*Rubén Sánchez es portavoz de Facua
Fuente: www.publico.es
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