Manuel Lago | Economista de CCOO
nuevatribuna.es
| 27 Diciembre 2013 - 19:49 h.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) lleva años desarrollando el
programa del trabajo decente para conseguir que el trabajo se reconozca como la
principal fuente de dignidad personal y de estabilidad familiar en todo el
mundo. Obviamente las formulas concretas son diferentes en cada país o área
geográfica, porque las diferencias entre ellos son abismales.
Pues bien,
el salario mínimo interprofesional (SMI) en España es indecente. El SMI es de
645,30 euros brutos al mes, una cifra muy baja que se queda en menos de 600
euros netos después de la cotización a la Seguridad Social y la retención
mínima del 2% del IRPF. Y con ese dinero una persona, y mucho menos una
familia, no puede tener una vida decente. Esto es, vivir independiente,
pagar un alquiler y la luz, comer, ir en autobús a trabajar, comprar un
periódico o tener teléfono. Las condiciones materiales mínimas para tener una
vida digna no se pueden cubrir con el salario mínimo.
Dicho de
otra forma, la persona que cobra el SMI se coloca en esa categoría establecida
por la sociología norteamericana de trabajador pobre, conceptos que en un
pasado reciente eran antitéticos en España pero que hoy empieza a ser la
condición de mucha gente: tener un trabajo a tiempo completo pero no ser capaz
de mantenerse con el sueldo que gana.
El salario
mínimo español es muy bajo también en términos comparados, porque no llega a la
mitad del de Holanda o Francia, situándose más cerca de Grecia que de los
países más desarrollados de Europa. Y tampoco cumple el principio de la Carta
Social europea de que su cuantía sea equivalente al 60% del salario medio del
país, situándose en el 40%. Un salario bajo y cayendo, porque desde hace dos
años está prácticamente congelado, solo subió el 0,6% frente a un incremento de
los precios del 5%.
Una
degradación que a la derecha aún no le parece suficiente. El gobierno de Rajoy
ha decidido congelarlo otra vez en 2014, lo que significa en realidad reducirlo
en términos reales porque los precios no dejan de subir. Es casi un insulto que
en el mismo consejo de ministros se suba la factura eléctrica, para que el
oligopolio energético español siga aumentando aún más sus enormes beneficios,
al tiempo que se reduce el nivel adquisitivo de los que menos ganan.
La reforma
laboral está provocando un deterioro enorme en la negociación de los convenios
colectivos que hace del salario mínimo la última barrera contra la devaluación
salarial. El SMI en España tendría que situarse por encima de lo 900 euros mes
dando continuidad a un proceso de normalización salarial iniciado en 2004
con acuerdo entre el gobierno y los sindicatos. Un acuerdo que permitió que
hasta el año 2009 el SMI creciera por encima del IPC, ganado poder adquisitivo
por lo tanto, una evolución positiva que empezó a detenerse en 2010 y se
frenó abruptamente en 2012 con la congelación.
La crisis
primero y la ideología después han vuelto a truncar este necesario proceso de
normalización salarial que permitiría alcanzar en nuestro país uno de los
objetivos de la OIT: tener un trabajo decente con un salario digno que le
permita a una persona vivir con sus necesidades materiales cubiertas. Ser un
trabajador, no ser un pobre.
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