Antonio Avendaño / Sevilla / 28 dic 2013
Arenas y Cospedal sonríen junto a
Zoido. // EFE
El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, fue elegido presidente del PP
andaluz hace un año y medio y lleva un año y medio despidiéndose de un cargo
para el que nunca debió haber sido designado y que él mismo nunca debió
aceptar. Hace un año y medio que llegó y hace un año medio que esta yéndose.
Zoido, al igual que Teófila Martínez quince años atrás, nunca quiso
renunciar a la alcaldía para dedicarse únicamente a dirigir el partido, pero
ese cauteloso blindaje en relación con la alcaldía era a su vez la mejor
garantía de su fracaso como presidente del partido. La de Zoido fue desde el principio
una sucesión inverosímil y él mismo ha venido siendo desde entonces un
presidente inverosímil, alguien que nunca fue visto ni por los militantes ni
por la opinión pública ni por él mismo como el hombre adecuado para sacar al
partido de la crisis en que quedó sumido cuando los resultados electorales de
marzo de 2012 hicieron inevitable la dimisión de Javier Arenas.
Zoido nunca fue visto ni por los militantes ni por la opinión pública ni
por él mismo como el hombre adecuado para sacar al partido de la crisis en que
quedó sumido tras la dimisión de Arenas
La idea de promoverlo para una magistratura tan inadecuada para su perfil
personal y político fue, al parecer, de la secretaria general del partido,
María Dolores de Cospedal, cuyo talento político es puesto cada día más en duda
por más personas dentro del partido desde hace tiempo, pero muy en particular
desde que empezó a gestionar personalmente y con desastrosos resultados el caso
Bárcenas. Aun así, aquella errónea decisión contó con el visto bueno del
presidente del partido, Mariano Rajoy.
La pregunta a responder sería esta: ¿cómo pudieron el presidente y su mano
derecha equivocarse tanto en relación con una organización como la andaluza tan
absolutamente crucial para el partido? Para contrarrestar el reproche de que la
elección del presidente andaluz es en realidad una decisión unilateral del
presidente nacional, los dirigentes locales del partido suelen argumentar que
Rajoy no toma una decisión tan importante como esa sin haber consultado antes a
todos los presidentes provinciales y otras personas de relevancia de la
organización. Pues bien, en el caso de Zoido, ¿a quién preguntó Rajoy?, ¿a
quién preguntó Cospedal?, ¿qué respuestas obtuvieron? Seguramente esos
dirigentes interpelados contestaron a sus superiores como tantas veces se
contesta en política, diciendo a los jefes lo que estos querían oír: que el
alcalde de Sevilla era, en efecto, una buena opción.
EL SUSTITUTO DEL SUSTITUTO
Mariano Rajoy tiene que elegir al sustituto del sustituto, pero esta vez se
lo está pensando mucho más que la anterior. Si entonces dejó la designación en
manos de Cospedal, no da la impresión de que ahora vaya a hacer lo mismo. Pero la
opacidad del proceso es tal que en realidad ningún dirigente en Andalucía sabe
a ciencia cierta absolutamente nada de lo que se propone hacer Rajoy ni de
la persona que tiene en la cabeza para poner en sus manos los destinos del
partido.
El nombre que viene sonando con más fuerza por encima de todos los demás es
del actual número dos y alcalde de Tomares, José Luis Sanz, pero nadie sabe con
seguridad si tales sonidos son fiables. Sanz no es un hombre carismático, pero
quienes le han tratado de cerca no dudan de sus cualidades políticas ni de su
capacidad para liderar una organización que, él sí, conoce muy bien.
Interpelado por los periodistas una y otra vez sobre el asunto, Sanz se muestra
muy parco en palabras: o bien porque no sabe demasiado o bien porque no puede
decir lo poco o mucho que sabe.
En los partidos es importante que los militantes sepan claramente quién
manda, y en el PP nadie lo sabe desde hace un año y medio
La última aportación informativa de Sanz fue que la decisión se tomará
“después del turrón”, en alusión a las Navidades. No obstante, no aclaró si
será poco, bastante o mucho tiempo después del turrón. El obstáculo, en todo
caso, más importante para las aspiraciones de José Luis Sanz sigue estando en
Málaga, donde su candidatura se ve con cada vez más indisimulado recelo. La
urgencia del PP para nombrar líder no está tanto vinculada a una improbable
convocatoria electoral como a la necesidad de que el partido disponga de un
referente interno claro, alguien con autoridad para organizar a la
infantería popular y disciplinar a sus cuadros dirigentes de cara a futuras
confrontaciones electorales. En los partidos es importante que los militantes
sepan claramente quién manda, y en el PP nadie lo sabe desde hace un año y
medio.
Hasta ese momento lo hizo Javier Arenas, pero su fracaso al no obtener la
mayoría absoluta cuando lo tenía todo su favor, así como sus amistades
peligrosas con el extesorero encarcelado Luis Barcenas han mermado mucho su
influencia interna y hasta sus posibilidades de ser de nuevo ministro. La
política es un oficio cruel: Javier Arenas, que lo fue todo en el PP andaluz,
va camino de no ser nada en él.
MUJERES EN LA CARRERA
Rajoy tiene que elegir para Andalucía un líder joven, creíble, verosímil,
con el talento y la energía suficientes para contrarrestar la fuerza y el
empuje de la líder socialista Susana Díaz. En el PP a muchos les gustaría que
ese líder fuera también una mujer. La delegada del Gobierno, Carmen Crespo, ha
sido el nombre femenino más oído, pero lo cierto es que la exalcaldesa de
Adra no ha sumado méritos de relevancia a lo largo de todos estos meses: del
mismo modo que José Luis Sanz deja entrever claramente que él quiere ser el
presidente del partido, Crespo no ha dado señales inequívocas en esa dirección.
Ni tampoco ha aprovechado las muchas ocasiones que le viene dando su posición
institucional privilegiada para marcar territorio y afianzar sus opciones
poniendo en circulación un discurso propio, o al menos un enfoque propio y
diferenciado de los grandes asuntos del debate público andaluz.
En ámbitos periodísticos y políticos se ha especulado también con el nombre
de la diputada al Congreso por Málaga y portavoz del partido en la
Comisión del Pacto de Toledo, Carolina España, que podría ser la ‘tapada’ en
todo ese opaco proceso. Y también se ha especulado, aunque sin mucha
convicción, con el nombre de la ministra de Empleo, Fátima Báñez, aunque el
mérito más importante que se le conoce hoy por hoy es el hecho de ser ministra.
Considerando los nombres que se barajan, todo parece indicar que el futuro
presidente o presidenta del PP no será parlamentario andaluz, dado que la
virtual candidatura del diputado y alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, ha
ido perdiendo fuelle en los últimos meses. Y eso que ser parlamentario tampoco
garantiza nada, como ha demostrado el caso Zoido. No tener escaño en las Cinco
Llagas sería sin duda un problema para el futuro líder del PP, pero mucho menos
de lo que lo está siendo, por ejemplo, para el nuevo coordinador de Izquierda
Unida, Antonio Maíllo, pues no en vano la derecha tiene una poderosa
artillería mediática capaz de compensar la falta de visibilidad parlamentaria
de sus líderes, mientras que la izquierda cuenta con muy escasos apoyos que
además no disponen de una potencia de fuego ni remotamente comparable a la de
los medios conservadores.
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/
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