martes, 24 de diciembre de 2013

ULTRAS (RETRATO SOCIO-POLÍTICO)

Artículos de Opinión | Benito García Pedraza (No a la Guerra Imperialista) | 23-12-2013 |
El neo-fascismo, como fenómeno social y político, puede remontarse a la década de los 60 y 70 del siglo pasado. En esa época aparecieron una serie de organizaciones socio-políticas de carácter marginal en Europa Occidental que, fundamentalmente, se planteaban como un desafío a las organizaciones de izquierdas.
Las formaciones que aparecen lo hacen en países que han sido "feudo" del fascismo en las décadas de los 30 y de los 40 y, en primer lugar, reivindican este pasado, lo que les pone en un serio problema con las instituciones políticas del momento que, formalmente, han ilegalizado ese tipo de organizaciones, con lo cual tienen que actuar al filo de la legalidad. Pero el desafío que coronan es aparecer "oficialmente" a cara descubierta, además de plantar pelea a la izquierda en la calle (conferencias, contra-manifestaciones, enfrentamientos callejeros, asesinatos y terrorismo urbano). Las organizaciones fascistas de este periodo "conectan" con el sistema, precisamente, al convertirse en fuerzas subalternas que hacen el trabajo "sucio" de la policía en sus enfrentamientos urbanos con la izquierda, y también al servir de hilo conductor de la propaganda anti-comunista mundial que, en ese momento, se canalizaba en los enfrentamientos internacionales contra los movimientos de liberación nacional en las ex-colonias y contra la URSS [1].
Esta etapa es sucedida por una institucionalización de los movimientos ultras formados en torno a nuevos partidos que soslayan la primera represión de los regímenes democráticos contra los nuevos partidos fascistas, es entonces cuando aparecen las siglas que hoy conocemos como referentes de la ultra-derecha en casi todos los países occidentales, con un fuerte componente nacionalista que, en algunos casos, es secesionista (como en Bélgica) [2].
Las nuevas formaciones fascistas reciben en la década de los 90 un fuerte impulso con el desmoronamiento del sistema socialista en la Europa Oriental, al fin y al cabo su enemigo "natural". Entonces es cuando logran superar la marginalidad y empiezan a alcanzar cuotas de poder en los ayuntamientos, etc. Pero se puede decir que la ultra-derecha es víctima de su propio triunfo; el despegue electoral también evidencia su incapacidad para gobernar los ayuntamientosy que, al fin y al cabo, también son parte del "sistema", surgen los escándalos por corrupción, y las decepciones en torno a la aplicación de su programa político (de "derechas" en lo económico y de "izquierdas" en lo social), así como el aumento de la conflictividad social allí donde gobiernan y, sobre todo, los personalismos que pueblan el extremismo político y que amenazan continuamente sus proyectos, finalmente es el propio sistema el que les engulle tras perder la confianza de los electores. En Italia, su fusión con el neo-liberalismo es casi total y Berlusconi los aprovechará tanto como fuerza electoral cuanto como funcionariado político de su Gobierno.
En todo caso, las siglas de la ultraderecha cimentadas en las tres últimas décadas del siglo XX se sostienen a comienzos del siglo XXI, donde encuentran un terreno abonado en el crecimiento de la conflictividad social y en -paradójicamente- la crisis del neoliberalismo que el derrumbe del socialismo en Europa a finales de los 80 había instaurado como política gubernamental (y de lo que ellos se beneficiaron en su momento). Primero, las manifestaciones contra la guerra de Irak y, luego, la incipiente contestación social contra la crisis económica mundial, ha producido con el ultraismo de derechas se recicle para presentarse como alternativa social, política y hasta cultural a la ciudadanía... En ello tiene mucho que ver todo el trabajo previo que desarrollo el neoliberalismo en las sociedades europeas, que fue introduciendo y recuperando valores y planteamientos de la derecha del siglo XX y del siglo XIX. Una vez que esa derecha retrocede, es su extremo ultra el que avanza sobre el terreno que ha conquistado reutilizando sus aportaciones y presentándose públicamente como "alternativa" y contestación al fortalecimiento de la izquierda.
Algunos investigadores se extrañan de que el proletariado pueda llegar a votar fascista, otros lo ven como un nuevo motivo de clase para recelar de él. Además de que históricamente esto no es nuevo, lo cierto es que ya el marxismo ha estudiado hasta la saciedad la formación del "cesarismo" político, primero en la formación del Bonapartismo (tanto Napoleón Bonaparte como su sobrino Luis Napoleón Bonaparte, el "pequeño" Napoleón), y luego en la forma del nazi-fascismo que se instaló en Europa Occidental en la década de los 30 y 40 y que en España, prácticamente, llegó hasta los 70. El cesarismo se produjo cuando ninguna de las dos fuerzas sociales principales del conflicto político (patricios y plebeyos, obreros y burgueses) son capaces de conquistar y monopolizar el poder político, entonces surge una fuerza intermedia que lo hace, cuando esta fuerza intermedia (e interpuesta entre las dos principales fuerzas sociales en conflicto) lo hace en beneficio de los trabajadores se habla de un cesarismo progresista, es el caso de Julio Cesar o de Napoleón Bonaparte, pero cuando esta fuerza intermedia ejerce el poder político en beneficio de los capitalistas y los terratenientes se habla de un cesarismo reaccionario, es el caso del "pequeño" Bonaparte, el sobrino del Gran Bonaparte, y es el caso de los fascismos de los años 30 y 40. El cesarismo, bonapartismo o fascismo es, por tanto, un fenómeno dictatorial asociado a la dominación de la burguesía (progresista al comienzo del ciclo histórico de su dominación, reaccionaria al final de ese ciclo)... Teniendo en cuenta que sólo dos clases sociales están capacitadas para unir a toda la sociedad a su proyecto histórico, o bien la burguesía o bien el proletariado. En la medida en que surjan cesarismos en la historia, y particularmente en esta etapa de decadencia del capitalismo, su progresividad o regresividad se medirá según si se apoyan en la burguesía para gobernar o en el proletariado [3].
Concretamente, en el fenómeno del fascismo debe verse la reacción del viejo orden feudal al avance del capitalismo moderno con su corolario de democratización del poder y movilidad social. Pero el fascismo no se limita a rememorar un pasado idealizado (lo que hace hasta la saciedad) sino que, además, se propone como modelo y ejemplo de síntexis de ese pasado con la modernidad, por esa razón con los fascismos europeos del siglo XX también vamos a ver un reagrupamiento de las fuerzas productivas según las exigencias de la moderna industria, una creciente urbanización de la población y una limitada concesión de derechos sociales y laborales, en consonancia con la creciente importancia de la clase obrera y con el periódico colapso del capitalismo. En definitiva, el fascismo salva de la ruina al capitalismo, restablece el orgullo de clase de los antiguos estamentos monárquicos mientras que contiene la fuerza social y política del proletariado obligándola a cumplir con la disciplina del capitalismo feudalizado [4]... No sin provocar un aumento de la competencia internacional con el capitalismo liberal de las democracias periféricas mientras alienta el conspirativismo de la clase obrera que sólo encuentra una forma de ganar espacio político y sindical en la sociedad a través de las acciones clandestinas, lo que conlleva una espiral represiva.
Si el fascismo cubrió sobradamente su ciclo histórico, es imposible e impensable que vuelva al poder político. Y sin embargo, como fenómeno marginal, persiste en nuestras sociedades. A esta persistencia se debe, como ya hemos indicado, tanto la frustración de la clase obrera que se encuentra momentáneamente bloqueada en su representación política y sindical como el propio fracaso de la sociedad burguesa a la hora de cumplir con las expectativas que difunde entre la población; de esa forma, los mensajes del fascismo penetran en la sociedad como respuestas puntuales a problemas globales que requieren de un programa político de transformación social sostenido en el tiempo y en el espacio -pero que la burguesía ya es incapaz de presentar... En tanto ajuste de cuentas en el seno de la burguesía, el fascismo representa un camino más corto respecto al problema estructural del capitalismo, en tanto disciplinamiento de las fuerzas productivas de la sociedad el fascismo representa una declaración de guerra para la clase obrera. Por esa razón, es imposible su regreso de la misma forma que en los años 30, no sólo porque lograría la oposición de la gran mayoría de la sociedad, sino porque en su propio crecimiento se cifra su propia fragmentación desolado por un reguero de disputas internas.
Entonces, por qué se mantiene como fenómeno marginal. Evidentemente, porque al capitalismo, y particularmente a este capitalismo globalizado, le resulta económico y barato mantener el fantasma del fascismo: primero porque introduce su propia contradicción en el orden democrático, luego porque introduce esa contradicción en el seno de la clase obrera, finalmente porque aprovecha esa contradicción en términos geopolíticos para desestabilizar países y planear golpes de Estado.
La historia del fascismo, en resumidas cuentas, es la historia de los imperios centrales europeos [5]. Divididos a lo largo del siglo XX, tras la 1ª y la 2ª guerra mundial, la continuidad ideológica que establece el fascismo es con las monarquías absolutas europeas que se resisten denodadamente a la democratización y que, en cambio, admiten una industrialización parcial en función de los intereses de los grandes terratenientes. La guerra que libran estos Estados monárquicos con las democracias liberales finalmente la pierden, lo que les cuesta a los latifundistas perder el predominio sobre el Estado. Sin embargo, su ideología y su dominio social y político permanece en las regiones de los nuevos Estados democratizados, protegidos por la nueva burguesía liberal dominante que puntualmente los necesita para hacer frente al pueblo emancipado social y políticamente.
Por otra parte, cuando el fascismo cruza el Atlántico y se establece en América del Norte como ideología es empleado como técnica de gobierno e instrumento de manipulación de masas, refinándose la ideología burguesa con las sutilezas del pensamiento centro-europeo. En América, el fascismo, además, dará su propia cosecha política asociándose con los sectores más xenófobos y racistas de la sociedad, empleándose como herramienta anti-comunista a nivel universal. Colaborarán en la elevación de dictaduras al poder, y en el derribo de esas dictaduras cuando convenga a su cinismo político [6], allí el fascismo entra en su quintaesencia de refinamiento y regresará a Europa en la forma de neo-conservadurismo, confundido con el pensamiento burgués anti-democrático del siglo XIX.
La 1ª Guerra Mundial fue prevista como inevitable por las democracias liberales y las monarquías constitucionales, en la medida en que ambos sistemas construían nuevos Estados nacionales a la vez que reprimían al proletariado que ya se presentaba con un programa político alternativo, y en la medida en que en estos nuevos Estados se producía una concentración industrial completaría con su expansión territorial de ultramar en la forma del colonialismo (dando lugar a la época del Imperialismo). Por lo tanto, los países europeos que luchaban por la hegemonía mundial de sus Estados capitalistas iniciaban una carrera armamentística previa a una futura confrontación bélica que era asunto de los periódicos de la época.
En esa confrontación, los partidos obreros de la II Internacional concedieron su apoyo a la burguesía nacional para ir a la guerra, desatando una crisis que daría lugar al surgimiento del bolchevismo primero, y de los partidos comunistas después, y a la formación de una nueva Internacional obrera. La Paz de Versalles que las potencias vencedoras de la 1ª Guerra Mundial firmaron dejó sin cicatrizar las causas de la guerra, introdujo en Europa el principio de las nacionalidades, dando por terminados, teóricamente, a los imperios centrales, y poniendo las bases (teóricas, también) de un sistema colectivo de paz y seguridad que, a todas las luces, no se respetaron como demostró el comienzo de la 2ª Guerra Mundial. No sólo las burguesías nacionales vieron en el fascismo una forma de combatir el fortalecimiento de los partidos obreros (socialistas y comunistas) tras la 1ª Guerra Mundial, y una forma de enfrentarse a la amenaza política e ideológica que a nivel mundial representaba la Rusia Soviética sino que, además, demostrando un nulo aprendizaje de las lecciones de la 1ª Guerra Mundial insistieron en el imperialismo como forma de repartirse al antiguo Imperio Alemán y, además, toleraron un rearme generalizado de todos los países europeos, incluida Alemanía -a pesar de lo que habían dicho en la Paz de Versalles. Entonces, también fue claro para los contemporáneos de la época que el orden internacional nacido de la 1ª Guerra Mundial era sólo un espejismo que pronto (en 20 años) se resolvería en una nueva guerra mundial -que empequeñecería los horrores de la primera.
Una diferencia fundamental entre la Paz de la 2ª Guerra Mundial y la Paz de la 1ª Guerra Mundial es que en la 2ª ya no va a poder ser ocultado el papel y la relevancia geopolítica de la Rusia Soviética, a diferencia de lo que ocurrió al final de la 1ª Guerra Mundial (donde el nuevo Estado ruso firmó una paz por separado con la Alemania imperial, enfrentándose a la vez a una guerra civil que sería apoyada por los países vencedores en la 1ª Guerra Mundial). Lo que se pone de manifiesto en la Paz posterior a la 2ª Guerra Mundial es que el principio de las nacionalidades ha llegado a Europa de una vez y para siempre, lo que sella el destino de una vez y para siempre de los imperios europeos continentales. paralelamente al principio de las nacionalidades, la desfasticización de la sociedad europea y su democratización otorga el poder político a gobiernos populares (de ideología socialista o comunista), lo que pone en un verdadero aprieto no ya al fascismo o a la reacción europea (que políticamente ha sido derrotado) sino a Estados Unidos y a su orden hegemónico liberal. Si bien los juicios de Nuremberg y otros que se producen en Europa dejan claro que las nuevas democracias nacen por oposición al fascismo, esta ideología encontrará una forma de sobrevivir, como ya decíamos antes, haciendo las Américas, y siendo apoyado y comprendido por EE.UU. en Europa, que a partir de entonces pone en marcha su política de guerra fría contra la URSS.
El fascismo, si bien reprimido y marginado, comienza a ser una forma de evitar la llegada de socialistas y comunistas en Europa Occidental al poder, siendo ambos, pero sobretodo los comunistas, vistos con desconfianza como agentes encubiertos de la URSS. Y con el apoyo subrepticio al fascismo se produce una revisión de la historia europea particularmente en lo referente a las dos guerras mundiales que tuvieron como protagonistas a las potencias europeas.
La insistencia en contar la historia de Europa en términos de vencedores y vencidos, la cultura de la violencia, la manipulación de masas, el consumismo, el neoimperialismo, la intensificación de la explotación laboral, el deterioro de los servicios públicos (fundamentalmente sanidad y educación), la renovación de plataformas militares propias de la guerra fría como la OTAN, la actualización de la doctrina geopolítica de "los aliados contra las potencias del eje"... Todo eso hace que el fascismo, si bien no esté de plena actualidad, si que cobre interés y atractivo para determinadas capas sociales que, tanto a la derecha como a la izquierda, se puedan sentir "desheredadas" por el sistema. Si a eso sumamos una historia política polarizada y una herencia cultural autoritaria tenemos el caldo de cultivo idóneo para el resurgimiento de este movimiento. Un fenómeno para el que no hace falta nada más que ver los periódicos occidentales (y particularmente los españoles) y leer cosas como "juventud sin futuro", "privatización de las pensiones", "alargamiento de la edad de jubilación", "desahucios", "muertes por hambre", "desnutrición infantil", "aumento de los suicidios", "reducción salarial", "emigración laboral" [7]... Y si la crisis política la sumamos a la crisis social y económica es el cóctel perfecto para que el sistema estalle en un sentido o en otro.
Paradójicamente, y esto es lo que refuerza a las opciones anti-sistemas en las que eventualmente se puede situar el fascismo, la Unión Europea y el liberalismo internacional no hacen sino atar más firmemente a ese sistema moribundo, con lo cual las posturas de la población se radicalizan en un sentido o en otro, o a favor de una solución política y constructiva o en contra de ella.

[1] El Mayo francés de 1968 se produce en plena guerra de Vietnam, en ese momento la ultraderecha estudiantil se presta al general De Gaulle, a la sazón presidente de la V República, para hacer frente a la izquierda en la calles y en la Universidad, organizando actos proselitistas en Facultades donde son mayoría como Derecho, recordando la consigna del general Suharto de Vietnam del Sur "Matad a los comunistas allí donde se encuentren", a lo que responde la izquierda universitaria "Fascistas que escapasteis de Dien-Bien-Phu, no escaparéis [del campus] de Nanterre". A cambio de los servicios prestados por la ultraderecha al anciano presidente, este amnistiará a miembros de la organización terrorista OAS. Para entonces, ya se ha producido el encuentro entre la ultraderecha inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial que representa Jean Marie Le Pen (poujadismo) y la ultraderecha juvenil que brota de los nuevos radicalismos políticos (François Duprat).
[2] Los principales referentes ultra en Europa Occidental son el Nuevo Partido Alemán (fundado en 1964) y el Frente Nacional francés (fundado en 1972), procedentes, a su vez y respectivamente, de las organizaciones ultra Partido Imperial Socialista (primer intento político de “dignificación” de la ideología nazi posterior a la 2ª Guerra Mundial) y Orden Nuevo (que serviría de puente entre los estudiantes ultra que combatieron a la izquierda en el Mayo francés y el nuevo partido político). En Bélgica hay un partido ultra que ha pedido la secesión de la comunidad flamenca (de lengua neerlandesa u holandesa) del país desde la década 1970, recuperándose de su última ilegalización política a comienzos del siglo XXI; a comienzos de los 90 nuevos partidos ultra también se apuntaron al secesionismo, como la Liga Norte en Italia que llegó a formar parte del Gobierno italiano con Berlusconi las dos veces que este llegó al Poder Ejecutivo. Valga decir que en Francia el Frente Nacional se ha auto-impuesto la prohibición de aparecer públicamente junto al referente ultra alemán, por las dificultades que eso le entraña respecto al electorado francés en cuanto al recuerdo de la 2ª Guerra Mundial... Estas prohibiciones las ha llevado hasta el extremo la nueva dirección del FN con su política de "des-diabolización" de la imagen pública del partido. En España, los partidos ultra que hay pueden dividirse en cuanto a las lealtades que profesan a uno u otro de esos dos partidos ultra europeos (aunque se reconozca un mismo ideario de fondo), siendo todavía el principal referente del país en ese área la organización nacionalista fundada en la década de los 30. En todo caso, hay que seguir la pista de las organizaciones ultra en España por cuanto puedan aprovechar las redes clientelares del Partido Popular, al menos a escala local, tras el declive de este partido.
[3] Véase Antonio Gramsci: El Cesarismo.
[4] Véase Barrington Moore, Jr.: Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia (Tercera parte, Capítulo VIII).
[5] Se podría argumentar que el fascismo, como partido y movimiento político, nace en Italia, fuera de la hégira de los imperios centrales europeos, pero esta argumentación adolece de varias debilidades: 1.º Aunque el nazismo (o nacional-socialista) diga de palabra reconocer la deuda ideológica contraída con el fascismo italiano, de hecho su ideología se inspira en el nacionalismo étnico que durante el Imperio Alemán se fue cultivando entre la aristocracia alemana y bajo el que se produjo la obra de artistas como Wagner entre otros. 2.º Tanto el fascismo italiano como el nazismo alemán encuentran su impulso socio-político en las consecuencias negativas de la 1ª Guerra Mundial para la burguesía y la Monarquía de esos países, viendo su posición social y política resentida, su país agraviado por los acuerdos de Versalles, con el peligro que les supone el crecimiento en fuerza y número de las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera; para estas clases sociales el nazi-fascismo suponía un medio para enfrentarse en el plano interno con la cl ase obrera y en el plano externo con las democracias liberales de ultramar (EE.UU., Reino Unido y Francia) que se habían beneficiado a su costa. (Para el nacionalismo étnico alemán, véase "Richard Wagner y el nazismo". Para el fascismo italiano, véase "El fascismo en color").
[6] Si bien Juan Domingo Perón llegó al poder democráticamente, sus inicios en la política son gracias al golpe militar de 1930 (que le mandaría en viaje de servicio a la Italia fascista para estudiar su sistema); bajo su gobierno, Argentina y la Alemania nazi establecieron vínculos muy estrechos que llevaron a Perón a colocar a algunos nazis de origen alemán (empresarios en Argentina) entre sus directos colaboradores. Caída la Alemania nazi, y borrada esa vinculación económica, los nazis argentinos también lo abandonaron a él, preparándose un golpe de Estado que lo llevaría al exilio (véase “El oro nazi en Argentina”).
[7] Por añadir un datos más a la precarización de la vida en España, habría disminuido la criminalidad global pero habrían aumentado los robos a domicilio (El Mundo, 5/11/2013).




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