Eduardo Sotillos | Sistema Digital
nuevatribuna.es
| 23 Diciembre 2013 - 19:43 h.
Los seis
millones de habitantes de Madrid cuentan poco. Madrid, Madrid, lo que se dice
Madrid, es un núcleo de poder y de influencias, de relaciones personales,
políticas y económicas, que cabe en un estrecho perímetro urbano con el centro
en la Plaza de la Cibeles y la frontera en la M-30. Algunos centenares de
personas, la inmensa mayoría vinculadas al Partido Popular, han ido
entretejiendo una red de intereses comunes que ahora ha saltado a la luz
pública gracias al descubrimiento de unos correos electrónicos y alguna aislada
acción de la Justicia.
Cajamadrid,
como se ha encargado de poner de manifiesto uno de sus últimos gestores, el
transitorio residente en Soto del Real, Miguel Blesa, recompensado con cerca de
veinte millones de euros por sus horas de trabajo en la entidad compatible con
cruceros y cacerías de corzos en los paisajes más exóticos, ha sido -¿ha sido?-
uno de los más eficaces instrumentos para alimentar con el dinero hurtado a la
viabilidad de esa banca pública proyectos culturales descabellados y nóminas de
amigos y familiares de los gobernantes madrileños. La desvergüenza de los
mensajes que ahora hemos conocido, pero que siempre hemos sospechado, dejan al
desnudo la sinceridad con la que el hijo mayor de José María Aznar se creía
legitimado para transmitir su irritación porque no se le pudiera conceder a su
padre todo lo que pedía. Con la lógica de quien sabe que si Blesa estaba allí,
sin merecerlo, era gracias a la dádiva personal de su ilustre progenitor. Blesa
no está, pero José Mari sí. Tiene a su cargo una denominada
“empresa-buitre”“que se encarga de malvender los fondos inmobiliarios de la
actual Bankia”.
El sentido
familiar de ese Madrid dominante, no impide problemas afectivos ni crisis
matrimoniales, pero preserva los patrimonios. El Jaguar nunca visto por Ana
Mato, utilizado por su esposo, Jesús Sepúlveda, es una anécdota al lado de la
supina ignorancia manifestada por Esperanza Aguirre en sus provocadoras
respuestas al interrogatorio judicial. La misma que puede interesarse por la
presencia de un periodista en una tertulia de Telemadrid, ignora absolutamente
quién se encarga de la organización de todos sus actos públicos y cómo se pagan
esos saraos. Naturalmente, “no ha sido de su confianza” la persona de su
absoluta confianza, el imputado López Viejo, ni ninguno de sus colaboradores
directos. Claro, normal, en un partido político cuyo Tesorero, un tal Bárcenas,
parece que era un “okupa” de ese edificio de la calle Génova remodelado con
facturas redactadas en un taxi, “que no se sabe si se cobraron”. Una minucia de
apenas 200.000 euros para un apellido con pedigrí.
A nadie debe
sorprender, en este contexto, que doña Lourdes Cavero, esposa de don Ignacio González,
imputada por una jueza de Estepona y defendida por la Fiscalía Anticorrupción
con inusitada premura, cobrara 700.000 euros de indemnización por un ERE -igual
que cualquiera de los trabajadores despedidos en Telemadrid- y encontrara
rápidamente un trabajo a las órdenes directas del omnipresente Arturo Fernández
en la organización patronal madrileña. ¿Quién duda de la eficacia de la actual
Reforma Laboral?
Madrid es un
club donde se juega al golf por la cara si eres de la peña. Pero donde también
los clubs de fútbol, o sus directivos, aparecen bajo sospecha por sus
operaciones urbanísticas o por sus negocios audiovisuales dependientes de la
buena voluntad de la casta política madrileña, que la gobierna desde los
tiempos del “tamayazo”.
Si la
izquierda no se pone las pilas, se deja de luchas cainitas y viejos rencores, y
fragua una alternativa fiable con personas limpias de la mínima mácula en su
biografía, habrá que apelar al dicho castizo: “Apaga y vámonos”. Y el último
que apague la luz, si puede pagar la factura.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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