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Joaquín
Aparicio | Catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad de
Castilla-La Mancha | 05 Marzo 2015 - 13:30 h.
Los vicios de una vieja politiquería no se destierran de un día
para otro como estamos viendo en la Comunidad de Madrid
Hace un año era
poco pensable que podríamos estar tocando con nuestras manos en este año
electoral un cambio en el panorama político y social. Que ese cambio se llegue
a producir está por ver. Los vicios de una vieja politiquería, que tanto daño
han hecho a una venerable organización como Izquierda Unida, presente en todas
las luchas sociales de estos funestos años, no se destierran de un día para
otro, como estamos viendo en la Comunidad de Madrid.
Pero el anhelo
de verdadero cambio ha prendido en una gran parte de la ciudadanía y trae, a
pesar de los pesares, una fresca brisa de esperanza. Las cosas, en efecto, no
están hoy igual que hace un año. Sin duda hay muchas personas de gran
honestidad que con su esfuerzo están empeñadas en la recuperación de los
derechos expoliados, trabajando por la construcción de un mundo en el que el
estado de derecho, la igualdad, la fraternidad dejen se ser palabras
corrompidas sin otro contenido que el de armas arrojadizas para reprimir a
aquellos que, precisamente, las reivindican en su recto sentido. Luís
García Montero es una de esas personas que merece ser destacada por
haber dado el paso de aceptar su candidatura a la presidencia de la
Comunidad de Madrid en medio de las turbulencias de Izquierda Unida. No
debe haber sido cómodo tomar esa decisión que muchos entendemos llena de
generosidad. Con sus intervenciones regulares en medios de comunicación, con sus
ensayos y su poesía desde hace tiempo viene luchando por un espacio público en
el que los ciudadanos tengan en sus manos su propio destino en “un tiempo de
barbarie naturalizada” en el que quienes “procuran cumplir con las leyes de la
razón son vistos como extraños”. Frente a las segregadoras e insultantes
desigualdades, el aumento de los privilegios y el embrutecimiento colectivo ha
dado el paso de entrar en la confrontación de la arena política para hacer
valer, también por ese medio, el respeto que merecemos “por aquello que
compartimos con todos los demás, no por aquello que nos diferencia ¿sabe usted
con quién está hablando? Con un simple ciudadano”[1].
[1] Las
frases entrecomilladas están tomadas de su libro Inquietudes bárbaras,
Anagrama, Barcelona, 2008.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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