09 de Marzo
de 2015 (18:48 h.)
Es más
realista pensar que nuestro alto nivel de paro se debe en mayor medida a la
debilidad de nuestro mercado interno
Una pregunta
crucial para la economía española es por qué sufrimos un nivel de paro mucho
más elevado que el resto de las economías de nuestro entorno.
Evidentemente,
se trata de una pregunta que no tiene respuesta unívoca ni simple pues sin duda
hay muchos factores que hacen que nuestro desempleo sea tan elevado y
permanente que ni siquiera en etapas de alto crecimiento se reduce a los
niveles del entorno.
Puede
aceptarse que los economistas más convencionales tengan una parte de razón
cuando señalan que nuestro mercado de trabajo tiene limitaciones importantes
debido a rigideces provocadas por la política de fijación salarial, por los
tipos de contratación, por la discriminación o incluso por factores como la
movilidad o la política de horarios. Pero es imposible que esas circunstancias,
incluso si fueran más exageradas que en otros países, que no está claro que lo
sean, expliquen por sí mismas nuestra brecha en desempleo con países vecinos.
En mi
opinión, es más realista pensar que nuestro alto nivel de paro se debe en mayor
medida a la debilidad de nuestro mercado interno. Soy de los que piensa que la
componente keynesiana (que dice que el paro lo produce una insuficiencia de
demanda de bienes y servicios) es más determinante de una tasa tara de paro
elevada que la explicación liberal (que considera que las rigideces en el
mercado de trabajo originan salarios demasiado elevados que son los que
provocan el desempleo de modo que este es, por tanto, voluntario, pues
desaparecería automáticamente si los trabajadores aceptasen salarios más
bajos).
Incluso creo
que el paro tiene que ver, como señaló hace muchos años Michael Kalecki, con
razones políticas: le conviene a grandes empresarios porque gracias al
desempleo tienen más poder de negociación frente a los trabajadores. E incluso
con otros rasgos estructurales de la economía capitalista que aquí no puedo
desarrollar.
En cualquier
caso, junto a estas causas tan rápidamente apuntadas, quisiera comentar aquí
otra explicación del paro tan elevado que tenemos y que nadie quiere escuchar
en España porque está relacionada con nuestra pertenencia al euro.
En los
últimos años, desde que entramos en la Unión Europea y más concretamente en la
unión monetaria, España viene registrando un empeoramiento constante de nuestra
balanza de pagos, con déficits y deuda exteriores muy elevados e incluso con
voluminosas salidas de capitales. Nuestro país solo ha tenido superávit por
cuenta corriente en 2012 y 2013, y en su mayor medida por la caída de las
importaciones, mientras que ha registrado déficits en torno al 10% del PIB en
los años anteriores a la crisis. Según el FMI, España (con 1,4 billones de
dólares) es el segundo país del mundo con más deuda exterior, tras EE UU (con
5,5, billones), pero la deuda estadounidense representa el 34% de su PIB, y la nuestra
el 103%.
Podría
decirse que las condiciones en que entramos en la UE y en el euro y la
configuración política e institucional de ambos nos provocan una especie de
crisis de balanza de pagos continuada. Y ante esta situación, cualquier
economía tiene dos posibles respuestas para mejorar su saldo exterior. Una, es
el ajuste en el tipo de cambio de su moneda mediante la devaluación y la otra
es la reducción de los costes salariales.
Todo el
mundo sabe que al formar parte de una moneda única, España no tiene posibilidad
de recurrir a la primera vía y que ha debido de hacer una constante devaluación
salarial con la excusa de que nuestra economía debe ser más competitiva para
poder hacer frente a su crisis de balanza de pagos.
Pues bien,
el investigador del banco francés Natixis Patrick Artus ha demostrado que si el
ajuste ante problemas de balanza de pagos se realiza mediante devaluación
salarial (como viene ocurriendo en España) el paro aumenta en mayor medida y
durante más tiempo que si el ajuste se realiza por la vía de ajustes en el tipo
de cambio (Le rôle du taux de change dans les sorties de crise des
balances des paiements).
Este
economista ha comparado las experiencias de países que adoptaron ajustes
mediante el tipo de cambio (España e Italia en 1992-93, México en 1994, Corea y
Tailandia en 1997, Brasil en 1998 y Argentina en 2001) con otras de ajuste vía
salarial (España, Italia, Portugal, Grecia, Irlanda en los últimos años y
Alemania tras 1990) y sus conclusiones son evidentes.
En
principio, ambas vías de ajuste tienen dos efectos iniciales que podría
pensarse que deberían suponer un impacto semejante sobre el desempleo. Uno
positivo, el aumento de la competitividad por la vía de los costes que mejora
el comercio exterior. Y otro negativo, la disminución de la renta real al
aumentar el precio de las importaciones o bajar las rentas salariales.
Sin embargo,
los datos demuestran que cuando se produce el primer tipo de ajuste (mediante
tipo de cambio) se produce un alza subsiguiente en el nivel de paro que es
relativamente baja y transitoria, pues vuelve a reducirse en uno o dos años. Es
decir, que el primer efecto positivo predomina sobre el segundo negativo. Sin
embargo, cuando el ajuste es mediante recortes salariales, el alza del paro es
más mucho elevada y se mantiene al menos durante cinco o seis años. El efecto
negativo se sobrepone al positivo.
Las razones
que, según Artus, producen este diferente efecto se pueden entender fácilmente.
En primer
lugar, que la devaluación salarial afecta mucho a la demanda interna y eso
reduce el nivel de actividad y las ventas de las empresas.
En segundo
lugar, que el ajuste mediante el tipo de cambio afecta a todos los sujetos
económicos mientras que el ajuste salarial se centra solo en los asalariados.
Además,
señala que si hay rigidez en los precios de venta de las empresas (como ocurre
en España) y no bajan cuando se reducen los salarios, resulta que el ajuste
salarial a la baja no se traduce en más competitividad sino solo en mayor
rentabilidad. Mientras que un ajuste mediante el tipo de cambio abarata
inmediatamente nuestras exportaciones y las hace más competitivas.
En resumen,
resulta que nuestra pertenencia al euro tiene dos consecuencias tan negativas
como inevitables en las condiciones en que la moneda única está diseñada.
Por un lado,
la existencia de profundas asimetrías que no se quieren abordar ni resolver y
que producen déficits y deuda exterior en las economías periféricas como imagen
refleja de los superávits de las economías más potentes (tal y como muestra la
gráfica de abajo).
Por otro, la
imposibilidad de recurrir a otro tipo de ajuste que no sea la devaluación
salarial para hacer frente a la degradación de las relaciones de intercambio de
los países deficitarios, como España. Un ajuste, sin embargo, que a la postre
no ajusta puesto que deprime la demanda interna, disminuye las ventas, aumenta
el paro y debilita profunda y estructuralmente a la economía. Aunque eso sí. El
gran poder de mercado que tienen las grandes empresas españolas les permite no
trasladar la devaluación salarial a los precios y aumentar su rentabilidad.
La conclusión
es clara. Si seguimos perteneciendo a un euro que no afronta ni resuelve la
asimetría entre las distintas economías, y más concretamente entre España y
Alemania que en términos de comercio exterior se comportan como una imagen de
espejo, estaremos condenados a utilizar un mecanismo de ajuste que provoca paro
y con él todos los efectos desastrosos que lleva consigo. La entrada mal
negociada en la UE y el error de entrar en un euro diseñado para fortalecer a
una economía superavitaria como Alemania que por definición ha de generar
déficit en las demás nos enferma la balanza de pagos. Pero el remedio, el
ajuste salarial, es peor aún que la enfermedad.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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