10 de Marzo
de 2015 (11:46 h.)
Este lunes
comenzaba a ejecutarse el plan Draghi anunciado en enero. La intención del BCE
es comprar deuda pública -¡por fin!- y deuda privada en una proporción de 4 a 1
a razón de 60.000 millones de euros todos los meses hasta septiembre del 2016
(el Quantitative Easing).
Son 18 meses si las cuentas no me fallan, lo que supone compras de títulos por
1,08 billones europeos de euros. La intención es dinamizar la Eurozona,
aumentando la oferta monetaria y, con ello, intentar bajar los tipos de interés
que puedan jalear la inversión privada, facilitar la pública y bajar la prima
de riesgo abaratando con ello la financiación pública. O al menos esos serían
las posibles consecuencias. A ello se suma el plan Juncker de 15.000 millones
de inversiones, aunque este es mucho más discutible por lo exiguo del monto,
por mucha llamada a la inversión privada que se reclame (el llamado apalancamiento).
El plan Draghi, junto con por fin la devaluación del euro -cuyo excesivo valor
estaba perjudicando las balanzas comerciales de Europa- parece conspirar para
que los bancos comiencen a prestar en mayor medida que hasta ahora, aunque sea
a tipos de interés más bajos (a ellos ahora también les costará más barato sus
pasivos). La crisis se estaba alargando precisamente por la renuencia del
sistema financiero a prestar dinero, prefiriendo colocar sus pasivos en deuda
pública o directamente en depósitos en el BCE. Una medida previa que también
tomó el BCE fue remunerar negativamente, es decir, cobrar en lugar de pagar por
determinados depósitos de los bancos privados en el banco público de la
Eurozona. Hasta aquí todo en la línea que en su día tomó Obama en USA y su
Reseva Federal con aquella facilidad de crédito de 700.000 millones de
dólares. El BCE lo ha hecho con 6 años de retraso. Supone en la práctica el
reconocimiento del error de las políticas de austeridad. Claro que esta
política monetaria que con tanto retraso se presenta no es la única que hay que
acometer, pero es la que compete al BCE. El caso era de libro, porque si con
una inflación casi negativa en la Eurozona y con un 11% de paro en su conjunto
no se hace una política monetaria expansiva no sabe cuando demonios se va a
hacer. Veremos si surte efecto y no nadamos ya en la trampa de la liquidez
keynesiana.
Sin embargo
Draghi ha cometido un error casi de principiante a pesar de su larga
experiencia en estos temas, tanto para lo bueno como para lo malo. Draghi ha
señalado la fecha de término de esta facilidad de cuantitativa: ha dicho que es
en septiembre del 2016. A los mercados de futuros y de opciones no se les puede
dar tanta información y menos señalar el final de una política, menos aún si es
monetaria. Veamos por qué. Si en octubre deja el BCE de comprar deuda pública
es fácil pensar que el valor de estos títulos caerá como consecuencia de esa
caída de la demanda. También ocurrirá que los tipos de interés subirán algo,
sobre todo en comparación con los tipos de interés de títulos denominados en
dólares. Si eso es así, los gestores pueden especular con sus fondos de
inversión y de pensiones, pueden vender títulos a plazo con vencimiento en
octubre del 2016 en el momento presente sin necesidad de tenerlos; cuando
llegue esta fecha comprarán al contado los títulos vendidos a plazo para cubrir
sus carteras y la de sus clientes porque habían vendido sin su permiso o con el
de ellos. Los títulos al contado comprados a partir de septiembre del 2016
serán más baratos que los títulos a plazo vendidos ahora. De esta manera los
especuladores de los fondos de inversión y de pensiones –los gestores de estos
fondos– habrían obtenido pingües beneficios sin apenas correr riesgo. Además
ocurrirá si la venta de títulos a plazo se llevara a cabo ahora que las
cotizaciones de esto títulos de deuda bajarían y los tipos de interés tenderían
a subir, con lo cual el efecto que se perseguía se quedaría en agua de
borrajas. O al menos su efecto positivo quedaría menguado, pagando los
contribuyentes el coste de oportunidad. Si no se da de momento esta
especulación y estos efectos es porque los gestores de fondos de inversión y de
pensiones no las tienen todas consigo de momento. Ya dijo Draghi en su momento
–supuestamente referido al euro– que haría todo lo posible para mantenerlo como
moneda, saliendo al paso de los posibles especuladores que podrían jugar contra
la moneda. Fue otro acierto de Draghi. Esa fue la interpretación más extendida
de sus palabras, aunque yo creo que se refería también a una posible compra de
deuda, es decir, lo que ahora se acomete. En cualquier caso tuvo un efecto
paralizante contra la especulación de los gestores de fondos. Ahora, en cambio,
precisando hasta la fecha de terminación de compra de deuda ha cometido un
error. Pero puede subsanarlo. De alguna manera lo ha intentado paliar sembrando
alguna duda sobre la propia fecha. Pero en eso debiera ser más determinante y
señalar el objetivo, pero nunca precisar el instrumento. Puede decir que el
límite es la inflación del 2% dado que esa es la intención, o puede señalar la
recuperación del empleo o el crecimiento. Todo ello sin señalar nunca su
término, ni de qué Estados va a comprar, ni en qué proporciones entre pública y
privada. Sería terrible que por fin una política monetaria adecuada, aunque
terriblemente tardía, se malograra por error. Y no sólo están al acecho los
fondos sino todo el sistema financiero, que puede participar de esa
especulación por diversas vías, los capitales en paraísos fiscales, etc. No hay
que olvidar las especulaciones que se desataron contra el dracma griego a la
hora de entrar Grecia en el euro y quiénes fueron sus protagonistas o las
especulaciones contra las divisas europeas de hace algo más de 20 años cuando la
serpiente europea, que sacaron a la libra de la bicha y obligaron a
devaluar varias divisas, entre ellas la peseta y la lira italiana a pesar de
los esfuerzos de los bancos centrales respectivos.
Claro que
este error no es casual. Draghi no es ningún principiante de este juego, no es
un Guindos que le han dado la cartera porque entiende los chiste en inglés en
Bruselas, o un Mariano Rajoy que sabe de Economía lo que un servidor de
papiroflexia. Cabe aventurar que esta decisión del BCE la ha tomado su
presidente negociándola con la poderosa Merkel –que de economía sabe más o
menos que lo que sabe nuestro Mariano el Indolente– y ha sido obligado a
precisar la cantidad, lo cual lleva también a precisar la fecha, además de
hacerla explícita. Ahora hay que convencer a la teutona y a los lacayos de la
teutona como nuestro Mariano que ha sido un error. Eso recuerda las
dificultades que tuvieron los economistas españoles que intentaban llevar a
cabo el Plan de Estabilización en los finales de los sesenta del siglo pasado
en España para convencer a Franco que había que devaluar la peseta, además de
unificar su cambio. Y en el caso del dictador era más difícil porque no sabía
nada de nada. Esperemos que se subsane el error antes de que los especuladores
se crean de verdad la fecha de término, la cantidad y las proporciones exactas,
porque la especulación podría desatarse en cualquier momento.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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