Si Aguirre estuviera tan segura de su dominio sobre el partido en Madrid,
no andaría pidiendo pelea por Twitter. Cuando un líder tiene el control de la
organización no le hace falta anunciarlo, le basta con ejercerlo
08/03/2015 -
19:05h
Esperanza
Aguirre abraza a Cristina Cifuentes durante el acto de toma de posesión de la
delegada del Gobierno en Madrid en 2012. / Sergio Barrenechea (Efe)
La
@EsperanzAguirre que para desmentir haber intercambiado la presidencia del PP
de Madrid por la candidatura al Ayuntamiento tuitea en domingo: "No pienso
dejar la presidencia de @ppmadrid. ¿Pero esto qué es? Tengo ilusión por ser
alcaldesa, pero nadie me hace el programa y la lista" debe de sentir la
angustia de aquella pobre loca tan magistralmente cantada por el estribillo del
popular hit de Mocedades ("Y los muchachos del barrio le llamaban
loca. Y unos hombres vestidos de blanco le dijeron ven. Pero ella gritó no
señor, ya lo ven, yo no estoy loca. Estuve loca ayer pero fue por amor").
Los
muchachos del barrio son los periodistas y la prensa que se atreven a dar por
hecho que la lideresa dejará la presidencia del partido en Madrid a cambio de
que Rajoy le haya permitido ser candidata. Los hombres vestidos de blanco son
Cospedal, Floriano, Soraya y toda la banda de víboras que anidan en Génova
dispuestos a encerrarla en el primer manicomio donde quede plaza libre. El
amor, siempre una ilusión y un bien escaso, en política y en la vida en
general.
Si Esperanza
Aguirre estuviera tan segura de su dominio sobre el partido en Madrid, no
andaría pidiendo pelea por Twitter. Cuando un líder tiene el control de la
organización no le hace falta anunciarlo, le basta con ejercerlo. Si en Génova
tuvieran la certeza de poder hacerse con el mando en Madrid, Mariano Rajoy
jamás le habría permitido encabezar la lista y no habría resultado necesaria
una operación de tan alto riesgo como la demolición de Ignacio González a base
de "filtraciones bomba". Todos van de farol.
En el relato
sobre la ya famosa conversación telefónica donde Cospedal sostiene que
Esperanza Aguirre aceptó renunciar a la presidencia del partido para ser
candidata y la lideresa alega haber rechazado indignada el mercadeo, ambas
mienten. Ni Cospedal se lo planteó abiertamente, ni Aguirre cerró tajantemente
la posibilidad porque en el marianismo y el Partido Popular de Rajoy nadie
habla con esa claridad. Ese es el secreto de su éxito. Seguramente ambas
jugaron a emular a Rajoy y a decir que sí, que no, que todo lo contrario y que
ya tal.
Esperanza
Aguirre corrió a ponerse a cubierto y cerró la boca hasta verse nominada porque
ella solo pelea cuando el contrincante agoniza. Mariano Rajoy prefirió
conservar a la candidata efectiva antes que rematar el trabajo en Madrid. Unos
por otros, la casa sin barrer.
Esperanza no
acaba de reunir las fuerzas necesarias para tumbar a Rajoy y Mariano no puede
acabar de matar a Aguirre. Es la historia del PP desde el Congreso de Valencia
y aún no ha terminado. Un juego que antes tenía gracia pero que ahora
seguramente le resulte tan cansino como irritante a unos votantes populares que
todavía siguen muy enfadados.
Fuente: www.eldiario.es
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