Poco cambia después de llegar a un acuerdo con el banco y parar el desalojo
Las familias siguen viviendo un calvario años más tarde. Acumulan deudas,
embargos y denuncias
Óscar F. Civieta - Zaragoza
09/03/2015 - 09:11h
Gloria,
Javier y su hijo conservan la casa, pero siguen malviviendo. Foto: Juan
Manzanara
Por unos
días, a veces solo horas, se convierten en personas famosas. Una popularidad
efímera y no deseada. Aparecen en televisión, su nombre sale en los periódicos
y son protagonistas de manifestaciones y protestas. En el mejor de los casos
logran un acuerdo con la entidad bancaria que evita el desahucio. Nada
más.
Las deudas
se multiplican y siguen malviviendo, pero ahora son obviados por los medios.
Las cámaras y micrófonos se van, quizás a otra casa, puede que a la del vecino.
Dejaron de pagar la hipoteca o el alquiler porque “lo primero es comer”.
Después del pacto con el banco, ese sigue siendo el objetivo prioritario.
"Faltaría más".
Los casos se
repiten diariamente en España. Con distintas características, pero con un
denominador común: el miedo a perder su casa. Un temor que vivieron en sus
propias carnes Gloria Chaparro (39 años), Javier Aranaz (42) y su hijo, también
Javier, de 11 años.
El 5 de
febrero de 2013 llegaron a un acuerdo con el banco. En aquel momento se
calmaron, vieron luz al final del túnel. Dos años después están inmersos de
nuevo en la oscuridad. Aseguran que han cambiado: “Somos más bordes, más
ariscos”.
La cara más
cruel del ser humano se ceba con su hijo: acariciando a Luke, el perro de la
familia, relata que en el colegio le llaman “pobre de mierda”. “Muérete, muerto
de hambre”, le espetan. El pequeño acude al psiquiatra periódicamente. “Lo ha
vivido todo y ha madurado antes. Ha aprendido a plantar cara”, dicen sus
padres.
La decisión de dejar de pagar la hipoteca
El mes de
mayo de 2012 supuso un antes y un después para esta familia. Hartos de no tener
ni para comer decidieron no pagar más la hipoteca. “Pensamos: que sea lo
que Dios quiera”, recuerda Gloria. Sabían lo que podía suceder, lo veían cada
día en el Telediario.
Fue una
decisión difícil a la que llegaron después de mucha reflexión. En 2006
compraron un piso de 60 metros cuadrados, dos habitaciones y 40 años de
antigüedad por 150.000 euros en el barrio zaragozano de La Jota. Firmaron la
hipoteca con La Caixa y la cuota mensual era de 400 euros. Javier
cobraba 1.000 y su mujer no trabajaba. “En la caja nos pusieron alfombra roja,
pero después tiraron de ella con nosotros encima y la caída fue tremenda”.
En los
últimos tiempos se repiten las manifestaciones contra los desahucios en toda
España
La nómina
empezó a llegar tarde (cuando lo hacía) y Javier se vio en el paro hasta cuatro
veces. Entre 2006 y 2011 la cuota pasó de 400 euros a 670. Ni siquiera con el
préstamo ICO Moratoria que les
concedió el Gobierno de España, y que reducía la cuota a la mitad, eran
capaces de hacer frente.
Acudieron a Stop
Desahucios inmediatamente. “Nos sentíamos culpables”, asegura Gloria.
Comenzaron entonces su particular lucha para evitar verse en la calle. Salieron
en un conocido programa de la televisión autonómica, hicieron entrevistas, se
manifestaron en la puerta del banco e incluso fueron a las Cortes de Aragón.
Ahora creen
que todo aquello sirvió para meter presión. El banco ofreció un acuerdo: una
compra-venta (“que no es lo mismo que una dación en pago”) y un
posterior alquiler social de 200 euros durante dos años y 227 + IPC para
los tres siguientes.
La hipoteca
contratada era de 150.000 euros. A pesar de llevar muchos meses pagando, la
deuda con el banco no se redujo. Todo lo contrario. Los intereses hicieron que
la cantidad reclamada fuera de 153.000. La operación de compra-venta consistía
en el que La Caixa les compraba el piso por 60.000 euros (dinero que en ningún
momento pasó por sus manos) y les “perdonaban” el resto de la deuda. “¿Sabéis
que esto es ilegal, no?”, les preguntó el notario antes de firmar. “Sí, pero no
podemos hacer otra cosa”.
No han hecho
cálculos del dinero que han perdido, “para qué”, responde Gloria. El mes pasado
lograron que el banco les mantuviera la cuota de 200 euros durante dos años
más. Después, en 2017, pagarán 227 + IPC. Posteriormente nadie sabe qué
ocurrirá. Son conscientes de que, dentro de tres años, les pueden echar a la
calle. De que lo vivido se puede repetir. Pero su preocupación es comer cada
día. Vislumbran un horizonte muy cercano.
¿Cuál es la situación actual de la familia?
Javier
trabaja en la actualidad de lo suyo, soldador, y cobra 1.000 euros. De ahí
pagan los 200 del alquiler, la letra del coche, otra de un préstamo que
solicitaron para tratar de salvar la situación y los gastos habituales. Casi no
les queda nada para alimentarse.
El banco les
reclama judicialmente alrededor de 12.000 euros, 8.000 del ICO Moratoria
y el resto por intereses de demora. Han llegado a devolverles recibos de luz y
agua de tres meses, “porque todo se lo quedan para pagar la deuda que nos
reclaman”. Cuando entran en La Caixa “la subdirectora desaparece”; antes todo
eran buenas palabras y aumentos del crédito de las tarjetas.
Javier
recibe su nómina en mano para evitar que la entidad bancaria se la embargue.
Pero el embargo llega ahora del Juzgado: en unos meses comenzarán a
retenerle un 15%; ese dinero irá, directamente, de su empresa a la institución
judicial. El coche lo mantienen porque no está a su nombre, es de leasing.
Por si fuera
poco, el pasado viernes tuvieron que ir al Juzgado porque El Corte Inglés
les reclama 500 euros de una compra de material escolar. Con la que tienen
encima, casi no le dan importancia.
Hace mucho
que no sé qué es la felicidad
A Javier y a
Gloria les hierve la sangre cuando leen que a Grecia se le reclama dinero y a
los bancos no. Exigen que les expropien a las entidades bancarias las viviendas
vacías, “que haya un parque público dirigido por un Gobierno en condiciones”.
Javier afirma sin ambages que en España hay exclusión social: "llevo
trabajando desde los 18 años para que ahora me traten así”.
“Nos da
igual que la Policía se ponga en la puerta de casa y nos quiera echar”. Han
perdido incluso el miedo.
Fuente: www.eldiario.es
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