"Ninguno
quiso taparse la cara mientras el pelotón de ejecución recibía
instrucciones"
Lunes, 30 de marzo de 2015
Por FRANCISCO GONZÁLEZ TEJERA / CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Eran ya las dos de la tarde cuando se abrió bruscamente la puerta de la celda,
donde cuatro de Los Cinco de San Lorenzo esperaban la hora del
fusilamiento, dos soldados y un cura aparecieron en el umbral, afuera en aquel
cuartel de La Isleta el siroco no dejaba ver el cielo de aquel lunes 29 de
marzo de 1.937, solo polvo y un viento que estremecía el alma. Los
cuatro hombres estaban sentado cada uno en una esquina de aquel reducido
espacio, una litera con dos colchones viejos, un banco de madera hecho a mano
muy pequeño, un bidón de agua casi vacío, al fondo varias banderas del
regimiento abandonadas, rotas, comidas por las abundantes ratas.
Juan Santana Vega, alcalde
comunista del municipio de San Lorenzo, Manuel Hernández Toledo,
inspector jefe de la policía municipal, Antonio Ramírez Graña, secretario
municipal, Francisco González Santana, dirigente sindical de la Federación
Obrera, todos del Frente Popular, miembros destacados de la lucha
obrera de aquella zona de la isla de Gran Canaria.
Los soldados en silencio depositaron las
bandejas con un rancho de garbanzos y pequeños trozos de carne en la mesa de
madera, el cura observaba todo, llevaba una pistola al cinto y en la sotana
cocida una insignia de Falange con el yugo y las flechas. Miraba sorprendido
como ninguno quiso comer, los ojos del miedo a una muerte inminente navegaban
por sus miradas, algunos lloraban, otros golpeaban sus puños contra las sucias
paredes de aquel minúsculo pabellón militar.
Horas antes los hombres se habían negado a
confesarse ante el cura párroco del Carmen, que se acercó desde el cercano
barrio para oficiar dicho sacramento, el capellán militar y falangista pensaba
que iban a morir en pecado, que el demonio se los llevaría nada más recibir el
tiro de gracia.
Ninguno probó bocado, solo miraron la comida
como quien mira algo inexistente, ilusorio. La puerta se cerró y afuera
se escuchaba un bullicio de hombres formados, arengas militares, una energía
que podía cortar el escaso aire fresco que entraba en el recinto, el último
espacio de vida a menos de una hora del fusilamiento, unos instantes terribles
de recuerdos, cada uno con un terremoto de pensamientos en sus cabezas,
imágenes que llegaban y se iban a una velocidad incalculable, una especie de
maratón de sensaciones, de sentimientos vitales en aquellas jóvenes vidas que
se acercaban al final.
Pancho, no dejaba de pensar en su
chiquillos, en su amada mujer, en Dolores, los amados hijos Lorenzo, Paco,
Diego, ya se había enterado meses antes del asesinato de más pequeño, del bebé
Braulio, que fue golpeado violentamente de cabeza contra la pared por un
falangista de Tamaraceite. No había palabras para definir tanto dolor, la
inmensa tristeza de no ver más a su adorada familia, las lágrimas salían solas,
no hacía falta pensarlas, era un torrente, como los barrancos isleños cuando
había un buen invierno.
Juan, el alcalde, estaba como
petrificado, absorto, ni siquiera respondía las escasas palabras de sus
camaradas, como Antonio y Manuel no superaba los 25 años, muchachos
ilusionados con la democracia, con aquellas elecciones municipales celebradas
unos meses antes donde la izquierda había arrasado, imponiéndose a tantos años
de abusos de poder y todo tipo de injusticias sociales, obteniendo una mayoría
absoluta histórica.
A las tres y media de la tarde todo parecía
definitivo, la esperanza de cualquier indulto de última hora no llegaría, la
puerta se abrió, hombres armados esperaban en formación, una especie de ritual
siniestro, un pasillo por donde tuvieron que pasar con las manos atadas a la
espalda directos al campo de tiro.
Uno de los cuatro, el más viejo, pidió dignidad en
esos últimos momentos: “No les demos el placer de vernos sufrir, muramos con
la cabeza bien alta por la República, por nuestro municipio de San Lorenzo, por
la Internacional Comunista”.
Llegaron al paredón y allí estaba Matías López
Morales, su camarada condenado a muerte en el mismo consejo de guerra, al que
tenían separado por estar cumpliendo el servicio militar. Se miraron a
los ojos, el joven intelectual majorero los recibió con una sonrisa, con voces
de ánimo en aquellos instantes finales.
Los hicieron caminar hacia la montaña de lava,
ninguno quiso taparse la cara mientras el pelotón recibía instrucciones del
capitán Bombín, uno de los soldados lloraba, tratando de disimular ante sus
mandos. Los colocaron en línea separados apenas medio metro uno del otro,
Matías daba vivas a la República, una entereza que asombraba al capellán
militar, al resto de aquella banda de asesinos que iban a ejecutar a unos
hombres inocentes, acusados paradójicamente de “rebelión militar”, por quienes
habían provocado un sangriento golpe de estado contra la legalidad
democrática.
Los cinco miraron a los ojos del pelotón, aquel
islote se llenó de dignidad cuando a las cuatro de la tarde se escucho la orden
de fuego, un sonido atronador, olor a pólvora, todos cayeron fulminados al
suelo en un inmenso charco de sangre, Matías seguía vivo, respiraba y el tiro
de gracia le entró por un ojo ante Carmen, su madrastra, que presenció inmóvil
el fusilamiento vestida de negro.
El viento movía los cabellos
ensangrentados de cada uno de los asesinados, se hizo un silencio en medio de
aquel antiguo volcán, una energía solo comparada a la del sometimiento del
antiguo pueblo indígena por los invasores castellanos, Carmen colocó un
pañuelo rojo en la cara de Matías, fue una de sus últimas voluntades,
una flor en el pecho de cada paisano.
Aquel lunes se hizo noche antes de tiempo, la
Semana Santa comenzaba en pocas horas, los hombres inertes simbolizaban una
ofrenda de luz y libertad, un nuevo amanecer en los ojos brillantes, un último
suspiro heroico, oxigeno de paz y justicia, esperanza de quienes se fueron
mirando al sol que salía, combatiendo entre la violencia del polvo del
desierto.
(*) Francisco González Tejera
es colaborador habitual en distintos medios de comunicación como Canarias
Semanal, Tercera Información, Diario Octubre, Periodismo Alternativo, Unidad y
Resistencia, o Blogueros y Corresponsales de la Revolución. Analista
político y económico en Russia Today TV. Implicado en la lucha por la
ecología, la memoria histórica, la cultura popular y la consecución de un mundo
mejor.
VÍDEO: LA MEMORIA INTERIOR. Los Fusilados de San
Lorenzo.
Fuente: http://canarias-semanal.org/
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