Lunes, 9 de marzo de 2015
POR JOSE A.
TAPIA - En mayo de 2013 el que era entonces solo un
economista más o menos conocido en medios de izquierda, Yanis Varoufakis, hizo
una larga presentación en el 6º Festival Subversivo de Zagreb, Croacia. El
Festival Subversivo, que celebrará este año su 8a edición, ha sido lugar de
encuentro de luminarias de la izquierda como Slavoj Žižek, Alexis Tsipras,
Oliver Stone, Antonio Negri, Gianni Vattimo o David Harvey. En la edición de
2013, Varoufakis, hoy ministro en el gobierno de Syriza, habló cerca de una hora
y luego contestó a preguntas. Varoufakis es greco-australiano, fue docente por
muchos años en Australia, Inglaterra y EEUU y su presentación en Zagreb, en
inglés, se ha difundido también en una versión transcrita, titulada
"Confessions of an erratic Marxist in the midst of a repugnant European
crisis". Se entiende fácilmente que en castellano eso sería algo así como
“Confesiones de un marxista excéntrico” (o quizá fuera mejor traducción
“descarriado”) “en medio de una repugnante crisis europea”.
Lo que dijo
Varoufakis en esa ocasión en Zagreb puede resumirse en lo que sigue. Europa
está experimentando un “batacazo” que difiere sustancialmente de una recesión
capitalista normal, de la que se saldría mediante una contracción salarial que
restaura la rentabilidad. La crisis actual es prolongada, representa un
deslizamiento hacia la depresión y la desintegración monetaria y pone a los
radicales en un terrible dilema: ¿Debe utilizarse esta crisis capitalista,
única en un siglo, como oportunidad para hacer campaña para desmantelar la
Unión Europea, dado el entusiasmo de dicha Unión por las políticas y el credo
neoliberales? ¿O más bien debe aceptarse que la izquierda no está lista para el
cambio radical y hacer campaña para estabilizar el capitalismo europeo?
Varoufakis sostuvo en su presentación que por mucho que repugne a los
radicales, el deber histórico de la izquierda en esta coyuntura particular es
estabilizar el capitalismo, salvarlo de sí mismo y de los inútiles gestores de
la crisis en la eurozona.
Explayándose sobre su
propia trayectoria intelectual, Varoufakis explicó que a su juicio Marx ”debe
seguir siendo fundamental para nuestro análisis del capitalismo” y también que
hay que seguir siendo “marxistas descarriados”. Varoufakis explicó también por
qué un análisis marxista del capitalismo europeo y de la condición actual de la
izquierda obliga a trabajar en pro de una amplia coalición, incluso con
partidos de derecha, para resolver la crisis de la eurozona y estabilizar la
Unión Europea. En resumen, Varoufakis afirmaba en mayo de 2013 que lo que los
radicales han de hacer en el calamitoso contexto europeo es concentrarse en
minimizar el sufrimiento de la gente, para lo cual hay que fortalecer las
instituciones públicas de Europa y “comprar” tiempo y espacio para desarrollar
una alternativa genuinamente humanista.
Todo eso que Varoufakis
dijo en mayo del 2013 parece casi al pie de la letra el programa que Syriza
está siguiendo desde que con sus 149 actas de diputado ganó las elecciones a finales
de enero pasado. De hecho, el nuevo gobierno griego es una coalición de Syriza
con Anexartitoi Ellines, el partido de los Independientes Griegos, un grupo de
derecha nacionalista pro Iglesia Ortodoxa que obtuvo 13 diputados y que ahora
cuenta con el Ministerio de Defensa en el gobierno de coalición.
Resulta así que
los radicales han de hacer todo lo posible por estabilizar y salvar el
capitalismo. Varoufakis basa su posición en una compleja disquisición sobre la
teoría económica de Marx, a quien acusa de ser determinista. Según Varoufakis,
Marx considera que su modelo matemático implica que el capitalismo no es
viable. Pero, dice Varoukakis, ¿no fue el mismo Marx quien demostró que la
fuerza de trabajo no es susceptible de conversión completa en mera mercancía,
lo cual introduce una indeterminación radical en el sistema económico?
Varoufakis ve una contradicción clara entre el pensamiento innovador y
liberador de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y el Marx
enconsertado por un modelo económico “cerrado” que surge veintitantos años
después en El capital y que niega que el futuro es impredecible.
La lectura
de Marx que hace Varoufakis es sin duda idiosincrásica. A juicio de quien esto
escribe, el Marx de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 en temas
económicos era un aprendiz, un aprendiz eso sí con mucho genio, pero un
aprendiz al fin y cabo. Frente a él hallamos al Marx que en 1867 publica el
primer tomo del El capital, donde presenta lo fundamental de su teoría
económica, de su modelo económico del capitalismo que ya se bosqueja con una
estructura incompleta, pero acabada en muchos aspectos fundamentales. Pero ese
Marx sigue evolucionando y pasa los dieciséis años que le quedan de vida
intentando acabar el modelo general del capitalismo, es decir, el manuscrito de
la obra que había bosquejado en la década de 1860. Todo indica que Marx no solo
no se obceca en sus ideas de los años sesenta, sino que estudia sin cesar y las
reelabora. A la vez se enzarza en las actividades de la Internacional y de los
partidos socialistas que van creciendo en Europa, y reescribe sus manuscritos.
Lamentablemente, esa labor, probablemente obsesiva, le lleva a morir dejando un
enorme volumen de manuscritos inacabados. Solo el trabajo de Engels, que edita
los tomos segundo y tercero de El capital, y más tarde Kautski, que edita los
tres volúmenes de las Teorías sobre la plusvalía, consigue salvar del olvido y
quizá de la destrucción, toda esa enorme obra inacabada.
Pero, ¿a qué viene hablar de Marx y de sus
manuscritos, cuando de lo que se trata es de hablar de política y de economía,
de la política y de la economía de Grecia, de España, de la Unión Europea… ?
¿Qué importa si Marx era o no determinista cuando de lo que se trata hoy, en el
invierno de 2015, es de hacer historia, de sacar de la miseria a quien la
sufre? ¿Es que no es impecable el razonamiento de Varoufakis, que parte de la
obvia premisa de que la izquierda no está lista ni para acabar con el
capitalismo ni para romper con la Unión Europea y, por lo tanto, lo que ha de
hacer es buscar alianzas amplias y desprejuiciadas para sacar a Grecia de la
miseria?
Desde que Syriza formó gobierno, Varoufakis ha
desplegado una enorme actividad. Al poco de asumir el cargo de ministro,
Varoufakis afirmó que Grecia no sufriría un “accidente financiero” ni sería
forzada a abandonar la eurozona. Aunque Grecia no debería haber entrado nunca
en la eurozona, ahora no puede salir, dice Varoufakis, que también insiste en
que Grecia no dejará de hacer frente a los pagos de la deuda al Fondo Monetario
Internacional o a los propietarios privados de bonos y certificados del Tesoro
griegos. Según Varoufakis, no habrá reducción unilateral de la deuda al sector
privado. En cuanto a si la economía de Grecia puede crecer suficientemente
rápido para salir del agujero de la deuda, Varoufakis dice que el crecimiento
es cuestión que ha de manejarse a nivel pan-europeo y que habría que lanzar
bajo hegemonía alemana un programa de reactivación de toda la economía europea
similar al New Deal de Roosevelt y al plan Marshall de los años cincuenta.
Varoufakis opina, sin embargo, que la recuperación griega no ocurrirá mediante
un programa keynesiano a la vieja usanza, sino que dependerá sobre todo de la
inversión privada, que volverá cuando el peso de la deuda se reduzca.
En cuanto a
los bancos griegos, Varoufakis no muestra preocupación por su seguridad
financiera, a pesar de los informes que dicen que miles de millones de euros de
depósitos en esos bancos han salido del país. Para Varoufakis es obvio que el
comienzo del gobierno de Syriza será turbulento, pero una vez que se vea que lo
que propone es razonable, que se busca la cooperación y lo que sea realmente
terapéutico, los mercados se recuperarán y las acciones en bolsa volverán a
subir. Varoufakis afirmó también que el nuevo gobierno no alterará las
privatizaciones en curso y que Grecia ha de ser un destino atractivo para la
inversión extranjera.
¿Qué clase de programa es este? La verdad es
que es difícil de decir. Lo relativo a la deuda sin duda refleja la inevitable
realidad de que la deuda griega es impagable, y por lo tanto los llamamientos
griegos a negociarla son mucho más razonables que la terquedad de la Troika
reafirmando el “principio universal” de que las deudas se pagan. Varoufakis
compara la situación de Grecia a la de un desempleado que no puede pagar los
plazos de la hipoteca. ¿Sería lógico darle un préstamo para que pueda hacer
frente a los pagos? Todo eso, sin embargo, se da bastante de bruces con las
afirmaciones de Varoufakis según las cuales Grecia va a seguir pagando a unos y
otros.
Lo demás que dice
Varoufakis parece sobre todo una colección de frases para la
galería, sin mucha coherencia, por decirlo con buenas palabras. ¿Que el
crecimiento ha de manejarse a nivel pan-europeo? ¿Qué ha de lanzarse un
programa de inversiones en toda Europa? ¿Va a convencer el gobierno griego a la
Merkel, a Hollande y a Rajoy, o va a esperar a que Podemos gane las elecciones
para tener un aliado? Varoufakis dice que las inversiones privadas en Grecia se
reactivarán en cuanto se alivie el peso de la deuda. ¿Sí? Primero está por ver
si ocurre ese alivio pero, suponiendo que ocurra, ¿por qué arte de
birlibirloque van a reactivarse esas inversiones? ¿Acaso porque los salarios
griegos serán “atractivos” (o sea, cuanto más bajos mejor) para los hoy
llamados inversionistas, alias capitalistas de otros tiempos? ¿Va a intentar
Syriza que se avance en esa dirección? ¿Acaso van a fluir las inversiones a
Grecia porque el nuevo gobierno brindará seguridad y garantía de que el capital
será respetado y no sufrirá merma en forma de impuestos, nacionalizaciones o
regulaciones? Pero quienes poseen deuda griega, ¿no son precisamente esos
capitalistas? ¿No les sonará a rayos cualquier “quita”, cualquier reducción de
la deuda, que no sería otra cosa que la pérdida parcial o total de su capital?
Cómo podrá ingeniárselas el
gobierno de Syriza para no hundirse en un caos financiero en los próximos meses
y a la vez no defraudar a quienes han votado a la coalición radical es casi tan
difícil como la cuadratura del círculo. Lo que podría salvar la situación sería
una reactivación de la economía mundial, o al menos europea, que permitiera a
Grecia aumentar sus ingresos por turismo, exportaciones y servicios de carga
marítima. Pero la probabilidad de una reactivación de la economía mundial o
europea en los próximos meses parece mucho menor que la probabilidad de lo
contrario, y si lo más probable ocurre, Syriza se verá en serios aprietos, ni
más ni menos en los mismos aprietos que estaba el gobierno griego anterior.
¿Ocurrirá en Grecia como ocurrió en España en los años ochenta, cuando el PSOE
aplicó a grandes dosis lo que no había podido aplicar la UCD, la medicina
amarga de aumentar la explotación de los asalariados?
Algunas frases de
Varoufakis parecen dar a entender que esa es una posibilidad real. Pero en fin,
todo eso está por ver. Durante muchas décadas desde los tiempos de Marx hasta
la segunda guerra mundial las crisis del capitalismo se resolvían con una
combinación de destrucción de capital y aumento de la explotación de los
asalariados, pero las cosas cambiaron en tiempos recientes y salvo en naciones
de poca monta como Islandia y en el caso de capitales pequeños como los de las
empresas medianas y pequeñas que siempre quiebran por centenares en las crisis,
el capital internacional se niega a sufrir pérdidas y usa sus recursos
políticos para salvar sus corporaciones y sus bancos quebrados. La consecuencia
es que las deudas se acumulan por todas partes, sobre todo en los bancos
centrales, y el sistema adquiere un lastre cada vez mayor. Consecuencia de las
rigideces impuestas por la existencia del euro y de la obcecación del capital
mundial por evitar las pérdidas que implicaría la liquidación de esas deudas es
que en Europa la recesión ha sido casi continua desde finales de la década
pasada
En una de las
respuestas a una pregunta del público tras su presentación en el Festival
Subversivo de Zagreb, Varoufakis dijo que en ninguna de sus intervenciones
políticas o económicas de años recientes se ha guiado por modelos económicos,
que a su juicio son absolutamente irrelevantes para entender el capitalismo
real que hoy existe. La frase tiene su meollo, porque si no se tiene algún
modelo, es imposible hacerse una idea de por dónde se desenvuelven los
fenómenos sobre los que se quiere actuar. ¿Es posible navegar desde Barcelona a
Londres sin mapa alguno que muestre los posibles itinerarios? ¿Puede entenderse
un circuito eléctrico con diodos, acumuladores y transistores sin tener en la
cabeza esquemas de cómo funcionan esas cosas?
“El de las
barbas”, como Varoufakis denomina a veces a Marx, se pasó toda su vida
bosquejando planos y esquemas de ese tipo para formar con ellos un modelo
general de la economía capitalista. El modelo general está ciertamente
incompleto, los esquemas no nos permiten predecir por ejemplo que EEUU se
convertiría en la segunda mitad del siglo XX en el principal país del sistema
capitalista mundial, que revoluciones anticapitalistas tendrían lugar en Rusia
y en China (y fracasarían) y que las computadoras y la comunicación internética
cambiarían por completo la apariencia del mundo. Pero los esquemas de Marx,
abstractos en extremo como son, permiten entender por qué el capitalismo es
fuente continua de desigualdad social, por qué está abocado a crisis una y otra
vez y por qué los intentos bien o mal intencionados de regularlo o “salvarlo”
solo conducen al fracaso o a convertir a quienes los protagonizan en parte de
ese grupo de gerentes de alto copete que en España hoy reciben a menudo el
apelativo de “la casta”.
Eliminar el capitalismo es ciertamente difícil y muchos estarán de acuerdo con
Varoufakis en que “la izquierda” no está preparada para ello. Pero afirmar que
de lo que se trata hoy es precisamente de salvar el capitalismo, ¿no es negar
todo lo importante que estuvo alguna vez tras esa nebulosa idea de “la
izquierda”? ¿Es compatible esa idea de salvar el capitalismo con la defensa a
corto plazo de los desempleados que pierden sus subsidios, de los empleados que
ven deteriorarse sus condiciones de trabajo, de los que son desahuciados porque
no pueden pagar la hipoteca? Defender los intereses de quienes son golpeados
por la crisis no sustenta al capitalismo, lo debilita. Pero desde John Maynard
Keynes muchos economistas se creyeron aquello de que aumentar los salarios es
bueno para los capitalistas y para el capitalismo, porque crea más demanda y
reactiva los negocios. Y parece que Varoufakis también se lo cree. Y se lo
creen muchos de Podemos. Pero no es verdad.
Fuente: http://canarias-semanal.org/
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