PUBLICADO EN 26 FEBRERO, 2014DE LUCASLEONSIMON
A raíz de mi post de días pasados me han pedido mi
versión sobre lo realmente ocurrido el 23 de Febrero de 1981, ahora que casi
todo el mundo empieza a tener la suya. Esta es la mía.
Fue una gran casualidad. Pero fue. El segundo día en
la vista pública del Consejo de Guerra contra los implicados en el intento de
golpe de Estado del 23 de Febrero, celebrada el 21 de febrero de 1982 en
el Servicio Geográfico del Ejército, de Madrid, con la lectura de las
declaraciones de los tenientes coroneles del Estado Mayor del Ejército Mariano
Cañas, Luis Arana Lorite y Manuel Muller, los argumentos en ella
empleados fueron ignorados por todos: ponentes, abogados, fiscales y jueces.
En el acta se recogen cosas como la que sigue:
“El teniente coronel Mariano Cañas
Barrero, quien preguntado si recuerda las conversaciones que mantuvo el general
Armada desde el Estado Mayor del Ejército el 23 de febrero, manifiesta que hizo
en su presencia dos llamadas telefónicas desde el despacho del teniente general
Gabeiras, pero afirma que no escuchó su contenido. Indica que, en la primera de
ellas, Armada utilizó un tono muy respetuoso”.
A tenor de estas ignoradas declaraciones se pueden
establecer algunas preguntas e hipótesis.
a) El único superior
jerárquico que tenía el general Alfonso Armada era el General en Jefe de Estado
Mayor, José Gabeiras Montero, y es conocido que Armada tuteaba a todo el mundo,
incluido Gabeiras
b) ¿Con quién pudo tener
Armada una conversación en “tono muy respetuoso?
“En la segunda declaración, de carácter
indagatorio, el teniente coronel Tejero manifestó que mantuvo en el Congreso
una conversación de hora y media de duración con el general Armada, quien le
planteó la solución de un Gobierno presidido por él como único militar. Afirmó
el procesado que Armada le dijo que el plan era orden del Rey y que Milans le
recomendó por teléfono que aceptara el plan que le proponía Armada. Tejero
testificó luego que a la vista de la llamada de Milans y de la solución que le
proponían, contestó a aquél que para sustituir a Calvo Sotelo por Armada no
hacía falta dar semejante campanazo y que ya no le consideraba su jefe.”
La sesión de investidura de Calvo Sotelo como
presidente de gobierno fue especialmente “golosa” para el espíritu golpista que
anidaba aquellos días en el Ejército. Y Tejero, andaba ilusionado desde que
salió indemne del proceso de la “Operación Galaxia”. Así, de manera
particular, y utilizando el dinero recibido por una herencia de su mujer,
financió el alquiler de autobuses, equipo, anorak y gabardinas con las que
asaltó el Congreso con los que él llamaba “sus guardias”.
El coronel Martínez Inglés incluye en su
libro “La transición vigilada”, retirado del mercado a los 15 días, las únicas
declaraciones del general golpista Milans del Bosch sobre esos acontecimientos.
Habían coincidido en la misma prisión y el coronel le prometió no divulgarlas
hasta después de su muerte. Milans del Bosch dijo: “El rey quiso dar un golpe
de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y,
en esta ocasión, con el peligro que se cernía sobre su corona y con el temor de
que todo saltara por los aires, me autorizó actuar de acuerdo con las
instrucciones que recibiera de Armada”.
Milans del Boch, pudo saber de la intentona de Tejero
a través del teniente coronel Más Oliver, y, de acuerdo con Armada y
probablemente con “alguien más…” dejaron actuar a Tejero.
Aquello estaba condenado al fracaso, pero no lo que
había detrás. Lo substantivo. El operativo de golpe de estado clásico de Milans
en Valencia y la propuesta de régimen militar, presidido por Armada.
Está la famosa lista de “los 19”, elaborada entre
Armada y Enrique Múgica, que contó y en primer lugar con la aceptación de uno
de ellos, Felipe González, de lo que luego se desdijo.
Y con Felipe González como vicepresidente
para Asuntos Políticos, los socialistas Gregorio Peces-Barba (Justicia),
Enrique Múgica (Sanidad) y Javier Solana (Transportes) y entre los
representantes del Partido Comunista a Jordi Solé Tura en Trabajo y a Ramón
Tamames en Economía, que formarían un gobierno de concentración presidido por
él. En este gobierno estarían también presentes: el aliancista Manuel Fraga
(Defensa), los centristas Pío Cabanillas (Hacienda), José Luis Álvarez (Obras
Públicas), Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (Educación), y Agustín Rodríguez
Sahagún (Industria); el presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat (Comercio),
el director de la Agencia EFE, Luis María Ansón (Información), el abogado
Antonio Garrigues Walker (Cultura), el banquero José María López de Letona
(Vicepresidente para Asuntos Económicos), José María de Areilza (Asuntos
Exteriores), y dos militares: el general José Antonio Sáenz de Santamaría
(Autonomías) y el general Manuel Saavedra Palmeiro (Interior).
A pesar de esta presencia de civiles el gobierno era
de clara inspiración militar, no electo e ilegal. Tejero habría puesto la
“vacuna”, y entre el terror, la llegada de Armada y “el elefante Blanco”
habría sido recibida con alivio.
Esta puesta en escena –nada que ver con Garci- se
apoyaba en una sociología decimonónica del golpismo y no tuvo en cuenta el
efecto de los medios informativos en la opinión pública, especialmente la
primera media hora en directo desde las Corte y la radio durante toda la noche.
No obstante, la negociación del “Pacto del capó”, para
el que la desclasificación improbable de documentos relativos al golpe
descubriría demasiadas complicidades “importantes” consiguió que los golpistas
salieran casi indemnes y sólo Armada, Milans y Tejero tuvieron una condena
corta pero efectiva. Para la trama civil y para los miles de fascistas que
durante toda la noche camparon por sus respetos amenazando con un baño de
sangre a la izquierda, nada de nada.
Se puede decir que no triunfaron los golpistas, pero
si el golpe. Ahora vemos sus efectos. Gobiernan.
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