Artículos de
Opinión | Miguel Sanz Alcántara * | 24-02-2014 |
Los
beneficios de las empresas del Ibex 35 han crecido un 13% entre enero y
septiembre de 2013. Emilio Botín decía que “es un momento fantástico para
España porque llega el dinero de todas partes”. La economía española se está
recuperando… ¿es esto cierto? ¿Hemos salido ya de la crisis? Quizás sea sólo el
punto de vista de los ricos y poderosos. Aun así, ¿es real hablar de
recuperación incluso desde este punto de vista?
Durante los
últimos meses el Gobierno español, las autoridades europeas y el aparato
mediático vinculado a la gran banca están trasmitiendo el mensaje de que la
economía está en camino de su recuperación definitiva. Los datos de crecimiento
económico de los dos últimos trimestres de 2013 en Europa y el Estado español
parecen respaldar esta afirmación. La zona euro creció un 0,3% en el segundo
trimestre de 2013 y un 0,1% en el tercero, saliendo así de más de año y medio
de crecimiento negativo1. Por su parte, la economía española, según los datos
de Instituto Nacional de Estadística (INE), el mismo tercer trimestre de 2013
abandonaba el crecimiento negativo también con un 0,1% de expansión económica.
Las
previsiones tanto del Gobierno español como de las entidades privadas más
importantes dedicadas al análisis económico prevén además que este crecimiento
del Producto Interior Bruto (PIB) se mantendrá para el último trimestre de 2013
y todo el año 2014. Según el consenso en el mundo de la economía, dos
trimestres seguidos de decrecimiento del PIB determinan un estado de recesión
–de crisis– económica. Técnicamente, en consecuencia, tanto en el Estado
español como en Europa hemos salido ya de la recesión.
Más allá del
crecimiento del PIB, ¿dónde estamos en realidad?
Utilizar el
crecimiento del PIB para determinar la salud de una economía puede ser
engañoso. Los beneficios de las grandes compañías financieras están incluidos
en los cálculos del PIB o muchas otras actividades económicas que no generan
empleo, inversión productiva, consumo en los hogares o consumo entre diferentes
empresas. Es en parte la explicación al reciente crecimiento económico en el
Estado español –pírrico, de un 0,1%–, en el que se está produciendo una entrada
masiva de capital extranjero y una reactivación de capitales internos para la
compra, a precio de saldo, de los restos del estallido de la burbuja
inmobiliaria: promociones de viviendas que no se logran sacar del mercado,
participaciones en las grandes constructoras y entidades bancarias enteras que
están siendo adquiridas por capitales que trabajan a corto plazo y en términos
especulativos2. Nada de esto generará una reactivación real de la economía.
El aumento
de las exportaciones es el gran argumento del Gobierno y la patronal. Pero es
un dato que, además de ser engañoso, desvela la injusta estrategia de fondo del
capital español, consistente en la reducción de salarios. Las exportaciones han
aumentado en los últimos trimestres del 2013 a costa exclusivamente de la
reducción del coste de la mano de obra (los sueldos). La producción es más
barata y la minoría de empresas que se dedica regularmente a la exportación (un
4,35% del total3) pueden competir mejor en el mercado internacional. La balanza
comercial del Estado español –la relación entre lo que se exporta e importa–
mejora (otro argumento estrella del Gobierno), pero no tanto porque las
exportaciones aumenten, sino por la enorme reducción de las importaciones que
se viene produciendo debido a la caída del consumo de hogares y empresas.
En general,
los repuntes económicos en el PIB estatal debidos a las exportaciones o a
cualquier otro parámetro deben verse en un contexto internacional y en una
escala temporal más larga, hacia el pasado y hacia el futuro. Las grandes
crisis económicas globales en la historia del capitalismo han necesitado un
tiempo prolongado de al menos 15 años para recuperar la pauta de crecimiento
del periodo anterior a la recesión (lo que constituye la salida real y no sólo
“técnica”, momentánea, de la recesión).
En la crisis
económica de 1873 –entonces llamada la Gran Depresión– en EEUU y Gran Bretaña
la recuperación no se produjo hasta finales de la década de 1880, mientras que
en la Gran Depresión de 1929 el ritmo de crecimiento económico no se recuperó
hasta la Segunda Guerra Mundial. En ambas crisis hubo periodos intermedios de
crecimiento del PIB mundial y de las principales economías nacionales –algunos
de ellos muy intensos– acompañados posteriormente de una nueva recaída económica.
Es muy probable que nos encontremos actualmente en el comienzo de uno de esos
momentos de repunte (al igual que ocurrió levemente en 2010), pues hay
elementos respecto a otras crisis globales del capitalismo que hacen
enormemente difícil la recuperación económica definitiva en esta ocasión. Y
esto no es un argumento esgrimido sólo por economistas radicales de la
izquierda. Instituciones como la Comisión Europea y analistas privados líderes
en el mercado financiero global prevén una alta probabilidad de que se produzca
este esquema de comportamiento de la crisis internacional actual4. Una nueva
recesión global, como explicaremos más abajo, está muy probablemente aún por
producirse.
Cuando
invertir ya no merece la pena
El tiempo
necesario para la recuperación del ritmo de crecimiento en todas las recesiones
de mayor o menor envergadura desde la Segunda Guerra Mundial ha sido mucho
menor que en la crisis actual (ver tabla). ¿Qué tiene de especial esta gran
crisis que parece desarrollarse como una larga depresión? Dos son los elementos
que caracterizan el contexto global de la gran crisis de 2007-2009 y su
posterior evolución: la baja tasa de rentabilidad de las inversiones
productivas y el inédito nivel de endeudamiento público y privado. Acompañando
a los ciclos empresariales creados por el encarecimiento de los factores de la
producción durante la expansión y el abaratamiento durante la recesión, la
caída de la tasa de rentabilidad de las inversiones industriales es el
mecanismo central del surgimiento de la crisis en el sistema capitalista. Es lo
que Marx denominó la ‘Ley de la tasa decreciente de ganancia o beneficios’.
Según este planteamiento, la competitividad entre empresas genera una dinámica
en la que cada firma individual entra en una carrera con sus competidoras por
introducir nueva tecnología y medios técnicos que aumenten la productividad y
reduzcan el coste de la mano de obra empleada. En cada ciclo de inversión que
realizan las empresas competidoras se reduce la proporción global del gasto en
personas empleadas respecto a la inversión realizada en maquinaria e innovación
tecnológica. Y en cada nuevo ciclo el coste de la inversión en nueva maquinaria
para mantenerse al nivel competitivo que requiere el mercado supone un coste
mayor. De esta forma, el ritmo de crecimiento de la inversión industrial es más
rápido que el de la inversión en mano de obra. Pero los beneficios en última
instancia provienen del trabajo realizado por las personas (del apropiamiento
por parte de los capitalistas de una parte del valor generado por los humanos a
través de su trabajo)5. El resultado es que globalmente la inversión industrial
crece mucho más rápido que la fuente de los beneficios (el trabajo humano) y
por tanto el ritmo de la obtención de beneficios en el sistema se ralentiza.
Esta
tendencia a la baja de la tasa de beneficios puede ser compensada por
diferentes contratendencias. Las principales son la disminución del coste de la
mano de obra (aumento de la tasa de explotación) y el abaratamiento de la
inversión en medios técnicos, en maquinaria. Cuando la tasa de obtención de
beneficios inicia su tendencia a decaer como consecuencia de la carrera
competitiva mencionada, los capitalistas tienen que buscar formas de seguir
manteniendo su ritmo de ganancias y, si no lo consiguen, la inversión se
paraliza y comienza la crisis económica.
La tasa de
ganancia de las principales economías mundiales alcanzó su último máximo
–dentro de un contexto de bajada desde los años 60– en 20046. Durante 2005
comienza una leve caída, la suficiente para que la economía real no pudiera
sostener la enorme cantidad de capital financiero ficticio que había crecido
exponencialmente desde principios de la década. Finalmente el sector de
servicios inmobiliarios y financiero (las inversiones más improductivas del
capital) acabaron su boom y comenzaron su contracción.
Muchos
analistas de la izquierda no tienen en cuenta este proceso y buscan la
explicación para el surgimiento de la crisis en la caída del consumo o en el
aumento de la financiarización y el estallido de la burbuja especulativa. Pero
en última instancia ambas cosas son un efecto de la caída de la tasa de
beneficios a corto y largo plazo, porque la inversión en la economía productiva
deja de ser rentable. En este sentido, la enorme financiarización que se ha
producido en el sistema desde la década de los 80 y el papel desmesurado de las
finanzas en la economía tienen su origen en la caída de la tasa de beneficios
obtenidos de la inversión industrial y en los servicios desde el final del boom
económico de la postguerra, a mediados de la década de los 60 (ver gráficos 1 y
2).
Los
capitalistas fueron poco a poco compensando sus ganancias a través de la
economía financiera, desviando recursos económicos hacia diferentes burbujas
especulativas y dejando de dedicarlos –en la proporción que lo hacían antes– a
la inversión industrial. La recuperación de la tasa de beneficios desde
mediados de los años 70 corresponde a la época de introducción del
neoliberalismo, que ha jugado el papel, como decíamos antes, de aumentar
drásticamente el nivel de explotación de la mano de obra y ejercer así como
contratendencia.
Reestructuración
y deuda
La “función”
de la crisis económica en el sistema capitalista es, por tanto, la
reestructuración de la producción para volver a recuperar la rentabilidad de la
inversión productiva. De esta forma, las crisis en términos reales terminan
cuando la tasa de beneficios vuelve a alzarse, vuelven a recuperarse las
inversiones y con ellas la pauta de crecimiento económico.
Durante la
crisis se produce la eliminación de todos aquellos capitales menos competitivos
y los capitalistas que sobreviven adquieren, a precios mucho más bajos, las
empresas arruinadas y su parte en el mercado de productos y servicios. Si esta
reestructuración no se produce, no puede haber recuperación de la tasa de
beneficio, la inversión no volverá y por tanto no se saldrá de la crisis
económica.
Hoy por hoy
esta reestructuración del sistema está teniendo lugar, pero aún existe una
enorme cantidad de medios técnicos sobrantes que deben ser eliminados o
absorbidos por otros capitales para que se pueda recuperar la tasa de ganancia.
El estado –que en otras crisis jugó el papel de reactivador de la inversión– ha
bloqueado en esta ocasión una parte de la reestructuración económica,
protegiendo a ciertas firmas de su bancarrota por ser “demasiado grandes para
caer”. Son demasiado grandes porque el proceso de concentración de capitales y
creación de enormes firmas no ha parado de aumentar.
Además, en
este caso la reestructuración tiene otro impedimento no existente en crisis
anteriores: la enorme deuda pública y privada que el sistema ha ido engordando
desde la década de los 80. Si la reestructuración del sistema productivo
descrita más arriba tuviera lugar en un contexto de reducción del
endeudamiento, existirían recursos disponibles por parte del estado para ir
recuperando el apoyo a la inversión y, por parte de las empresas, para ir
haciéndose con los medios técnicos que la crisis ha abaratado. Sin embargo, a
cuenta de la enorme bolsa de deuda que se ha ido generando en la economía
durante las últimas tres décadas, este proceso se encuentra lastrado.
La deuda a
nivel mundial fue creciendo durante todo el periodo neoliberal y tuvo un
incremento descomunal desde el surgimiento de la burbuja inmobiliaria a partir
de 2002 (ver gráfico 3). Estamos en un contexto global de deuda pública y
privada creciente o al menos de incapacidad para reducir la deuda existente7.
La conclusión es que, para recuperar la rentabilidad de la inversión, el
sistema necesita aún una enorme disminución de la deuda pública y privada y una
eliminación de todo el capital productivo no competitivo existente en el
mercado. Y este proceso no podrá darse sin un nuevo hundimiento económico
general –que reduzca el valor del capital financiero que constituye la deuda– y
que dé un nuevo empujón a la reestructuración del capital productivo. Es por
eso que existen muchas probabilidades de que aún tengamos que enfrentarnos a
una nueva recesión global. Ésta podría además tener a su vez el efecto
contradictorio de volver a aumentar la deuda pública y privada, si no existen
grandes proporciones de “quitas” unilaterales a costa de los grandes
acreedores.
La difícil
situación de la economía española
Si
analizamos la situación de la economía española en base a los elementos
descritos anteriormente entenderemos su dificultad para salir de la crisis,
incluso en términos puramente capitalistas, y por qué la recuperación no será
tan milagrosa como quiere hacernos entender el Gobierno. Existen tendencias
globales que hacen probable una nueva recesión global pero el capitalismo
español tiene además sus propias dificultades.
La tasa de
beneficios en la economía española ha seguido básicamente la misma trayectoria
que en la economía global. Como puede observarse en el gráfico 4, durante los
años 80 se produce una recuperación muy acusada de la tasa de beneficios en el
Estado español gracias a la contención salarial emanada de los Pactos de la
Moncloa8, la política de desindustrialización (dentro de un régimen industrial
ya de por sí con bajas tasas de beneficios) y la introducción de la dualidad en
el mercado de trabajo español (la contratación temporal, que permitió revertir
la caída de la tasa de ganancia a través de un aumento de la tasa de
explotación del 50% hasta 19969). Durante la década de los 90 se produjo un
boom en la inversión extranjera cuando el capital alemán y otras compañías se
desplazaron al Estado español en busca de mano de obra más barata, lo que
provocó un aumento del 19% en la proporción de capital fijo (medios técnicos)
respecto a la mano de obra, renovando así las presiones a la baja para la tasa
de ganancia del capital.
El
capitalismo español, apoyándose en la estructura de propiedad de la vivienda
generada desde el franquismo, en el bajo coste de los créditos y con la ayuda
del BCE y la entrada del Euro, giró hacia la inversión inmobiliaria que produjo
el “milagro” económico de la década del 2000. Todo esto se vino abajo con el
estallido de la recesión en 2007, haciendo reventar la burbuja inmobiliaria y
generando, entre otros muchos males, la crisis bancaria que aún está por
resolverse. El agujero bancario generado por la especulación y las hipotecas
“subprime” sigue creciendo, debido a la caída del precio de la vivienda y al
constante aumento de la morosidad.
Desde el
punto de vista del endeudamiento, la economía española se encuentra en una
pésima situación. Las cifras varían, pero la deuda total de la economía
española ronda los 4,5 billones de euros, alrededor del 425% del valor absoluto
del PIB10. Por un lado se está dando un proceso de reducción de la deuda
privada concentrado en familias y empresas no financieras. Esta reducción de la
deuda se está produciendo a costa de la reducción del consumo de la gente y de
la paralización de la inversión, bloqueando el conjunto de la demanda interna
del Estado español. El sector financiero, que fue el que empujó la creación de
esta deuda privada tan descomunal, continuó incrementando la suya en plena
crisis y ahora las pérdidas están siendo sufragadas por el conjunto de la
población por diferentes vías (garantías y avales del Estado, préstamos a los
bancos, FROB y SAREB).
La
consecuencia directa de este proceso ha sido la explosión de la deuda pública,
que ha crecido en relación al PIB del 40,2% en 2008 al 92,3% en 2013 (estaba en
el 35,7% en 2007)11, y se situará alrededor del 100% para inicios de 2014. Este
es el resultado de un Estado que tiene que hacer frente a sus gastos en un
contexto de caída de la recaudación a través de los impuestos y del aumento del
desembolso de prestaciones por desempleo, pero sobre todo, como hemos indicado,
la explosión de la deuda está ocasionada por el rescate bancario y las ayudas
que están siendo otorgadas a la banca por diferentes vías12. En el gráfico 5
puede observarse la carga que ha supuesto el rescate bancario respecto a otros
gastos sociales del Estado en el presupuesto de 2013. Por su parte, la deuda
genera intereses que serán cada vez más difíciles de pagar, incluso en un escenario
de crecimiento leve o estancamiento prolongado, que sería el otro escenario
“más positivo”, alternativo al de una nueva gran recesión.
Con este
nivel de endeudamiento resulta cuanto menos aventurado decir que el Estado
español está saliendo de la recesión. Pero aún hay más. Una de las
consecuencias del crecimiento de la deuda pública es el aumento también del
déficit. Desde la Unión Europea existen fuertes presiones para que el Estado
español alcance el nivel de déficit que se le requiere. Ya se han otorgado
varias moratorias para aplazar los objetivos de déficit, pero ¿por cuánto
tiempo aguantarán las clases dirigentes europeas esta situación? Nuevas medidas
de recortes en el gasto público están siendo exigidas por Europa. En un
contexto de nulo o ínfimo crecimiento económico, paro en torno al 25%, bajo
nivel de consumo y un altísimo nivel de deuda pública, las medidas de
austeridad que el Gobierno del PP habrá de tomar probablemente empujarán la
economía española hacia una nueva recesión.
La ‘solución’
del capital español: más explotación
La economía
española se encuentra en un callejón sin salida. Como hemos visto, el agujero
de las pérdidas bancarias está bloqueando la reducción de la deuda y en este
sentido cabe poco que hacer. Para que haya una salida capitalista a la crisis
es necesario conseguir que el Estado español vuelva a ser atractivo para la
inversión, que el capital adquiera rentabilidad a la hora de realizar
inversiones. Pero el gran capital no quiere invertir en un territorio donde la
economía está paralizada por las excesivas deudas. De esta forma, la única
manera de hacer atractiva –rentable– la inversión en el Estado español es
reduciendo los costes laborales, al mismo tiempo que se reestructura la
economía. Y esta es la senda que definitivamente quiere ser andada por el
capital.
Desde hace
meses se viene hablando de la necesidad de una bajada generalizada de sueldos
en el Estado español. La Comisión Europea, el FMI, la patronal española, las
entidades privadas de análisis económico… todas coinciden en los beneficios en
términos de empleo y competitividad de las exportaciones que ocasionaría una
bajada de sueldos significativa. En noviembre de 2013 el servicio de estudios
del BBVA declaraba que una bajada de sueldos del 7% conllevaría un aumento del
empleo del 10,4%13. Sin embargo, según los sindicatos, los salarios ya han
caído desde 2010 un 6,3% y durante los tres primeros trimestres de 2013 los
costes laborales se han reducido mes tras mes (algo que nunca había pasado
desde que el INE comenzó a realizar la estadística de costes laborales por hora
en el año 2000). Pero la caída de los salarios no ha aumentado la creación de
empleo, y es así porque el único efecto inmediato de la caída de costes
salariales es una disminución del consumo interno, es decir no un aumento de la
contratación.
La reforma
laboral, que está aún siendo endurecida por el Gobierno del PP, ha abaratado
los costes del despido –facilitando al capital su reestructuración a bajo
coste– y está efectivamente reduciendo la “dualidad” del mercado laboral entre
el trabajo precario y fijo, pero a la baja, acabando con la contratación
estable y destruyendo los derechos conquistados por la clase trabajadora del
Estado. De esta manera, parece evidente que el único mecanismo que la clase
dirigente española está dispuesta a seguir aplicando para atraer la inversión
es reducir los costes laborales en un contexto por retornar al modelo económico
de especulación y construcción.
Cuando los
costes laborales hayan disminuido lo suficiente en relación a otras economías
competidoras, las exportaciones de una minoría de compañías sean lo
suficientemente baratas y un número muy significativo de empresas hayan
quebrado –reestructurando así el sistema productivo español–, podrá recuperarse
la rentabilidad de las inversiones y la salida al final del túnel de la crisis
empezará a tener luz. Si no cambiamos esta tendencia a través de la lucha en
las empresas y el fortalecimiento de los movimientos sociales, el capitalismo
español resurgirá de su catástrofe dejando tras de sí millones de personas
desempleadas, niveles de vida mucho más bajos, pensiones ínfimas y servicios
públicos degradados y privatizados.
Aun así, hoy
por hoy la clase dirigente española está encontrando serios problemas para reflotar
la economía. Estas dificultades se están trasladando al campo político a través
de una inestabilidad permanente con múltiples expresiones y diferentes frentes
abiertos (descrédito de los grandes partidos, la lucha por la soberanía
nacional de Catalunya, la necesidad de una mayor represión de las protestas por
parte del Estado…). El escenario de inestabilidad política generado por estas
dificultades de la clase dirigente para resolver la crisis económica seguirá
abierto durante un tiempo –no sabemos cuánto. Por eso todas las iniciativas de
resistencia deberían tener en cuenta que la salida de la crisis no está ni
mucho menos a la vuelta de la esquina.
* Miguel
Sanz Alcántara es militante de En lucha / En lluita
Artículo
publicado en la revista anticapitalista La hiedra (@RevistaLaHiedra)
Notas:
1
Datosmacro.com.
2 BBC Mundo,
2013: http://bbc.in/HffjQo
3 Nueva
Tribuna, Torres, J., 2013: “El milagro de Rajoy”: http://goo.gl/F9sNHy
4 Comisión
Europea, 2013, p. 18-21 y H. Parikh, S., 2013: http://goo.gl/MI1nz8
5 Para una
explicación más detallada de esta ley, ver Harman, C., 2007: “La tasa de
ganancia y el mundo actual”. Disponible en http://goo.gl/0tEwLY
6 Roberts, M., 2013: “From global slump to long depression”. International Socialism Journal,
140: http://goo.gl/UU9oCk
Para una representación gráfica más clara de estos datos ver http://goo.gl/PNOiGy
7 Ibid.
8 Garzón,
A., 2011: “Evolución de los salarios reales en España”: http://goo.gl/kTKRV4
10 Laborda,
J., 2013: “La segunda fase de la Gran Recesión”. Informes, Fundación Primero de
Mayo, p. 39.
11 Eurostat,
2013: http://goo.gl/qfiMNe
12 Para un
desglose detallado de las ayudas a la banca ver Sánchez Mato, C., 2013: “Por
una banca pública”: http://goo.gl/lN1lxy
13 BBVA
Research, 2013: “¿Puede la moderación salarial reducir los desequilibrios
económicos?”: http://goo.gl/n5k8Z2
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