Publicado en 2014/02/22
En point de Mire
Traducido para Rebelión por Susana merino
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La cuestión de la fragmentación de
las sociedades no podría entenderse fuera del “hecho imperial” En tal punto me
parece importante distinguir tres clases de imperios: los premodernos, los
modernos/coloniales y el imperio de la globalización (contemporáneo).
1.- Los premodernos: los “imperios
territoriales” (geográficos/horizontales)
Esta clase de imperios, el egipcio
(de los faraones), el persa (de Darío), el de Alejandro, el romano, los
islámicos (omeya, abásida, otomano), se fundamentan solamente en las conquistas
territoriales. No se preocupan de convertir a las sociedades conquistadas a sus
formas de vida, de pensar, de hablar. Todos esos imperios, cada uno según sus
especificidades, exigen tres cosas a las sociedades sometidas: pagar los
tributos, asegurar el orden público y no establecer relaciones con otros
países. Una vez satisfechas estas condiciones el poder central dejaba a los
poderes “locales/sociales”, vivir en paz. Se trataba de imperios “pluralistas”
y en tal sentido “públicamente” tolerantes, lo que por otra parte permitía a
las “minorías” sobrevivir a la conquista y al sometimiento.
2.- Los imperios modernos/coloniales
(finales del siglo XVI hasta principios del siglo XX)
Comparten con los premodernos el
“placer de la conquista territorial” pero mientras aquellos no se preocupaban
de cambiar las relaciones sociales, familiares, económicas de las sociedades
sometidas, los modernos/coloniales preocupados por SU progreso y por SU
bienestar, han tratado de inculcarles –a cualquier precio y por todos los
medios– sus formas de vida, de pensar, de hablar, de comer.
Era entonces necesario que estos
imperios,en nombre del progreso, destruyeran lo que existía sustituyéndolo por
lo que ellos querían: deconstrucción para realizar una construcción que llega a
confundirse con una violenta remodelación.
Pero debido a que las
características del capitalismo han cambiado y sobre todo a la resistencia de
las sociedades sometidas que se han vuelto insumisas, se ha pasado a una
tercera clase de imperio, que se corresponde precisamente con una nueva
manifestación del capitalismo: neoultraliberal.
Esta nueva clase de imperios
renuncia definitivamente al deseo –incluso a la veleidad– de la conquista
territorial. Las “guerras” contemporáneas –la de Kosovo, la del Golfo (1990 –
1991 contra la invasión de Kwait). La de Afganistán, la de Irak, la de Somalia–
no se inscriben en una lógica de conquista territorial o de “adquisición “ como
las definía Hobbes. Hemos pasado de la era de las “guerras de conquista” a la
era de las “guerras sin conquista” y esto nos muestra cuán singular es la
estrategia de esta clase de imperio que se ejecuta fuera del propio territorio
nacional, pero no intenta establecer una conquista.
3.- El imperio de la globalización
Esta novedad tiene su correlato
político. Ciertamente el objetivo es siempre la dominación mundial y el control
de los territorios (zonas, circuitos, carreteras) considerados decisivos. Pero
ahora ya n se trata, como en la época del imperio colonial, de integrar a las
sociedades sometidas a un régimen de ciudadanía, aunque fuere pasiva, o de
pertenencia a un Estado, sino de someter a las sociedades, de forzar su
consentimiento, de quebrar su resistencia mediante su fragmentación, su
dislocación o su deconstrucción.
Si el imperio colonial deconstruía
para reconstruir según su propio orden, el imperio de la globalización
reconstruye para quebrar lo que no logró “convertir” o lo que no llegó a
conseguir… pero para dejar abandonados a quienes (los segmentos de sociedad)
que no hayan logrado integrarse en el orden mundial (espacios y circuitos
financieros–económicos, simbólicos, lingüísticos, tecnológicos).
¿Qué gana el imperio? La persistente
fragmentación de las sociedades conduce al fracaso, por ilegítimo, del Estado
poscolonial. Ciertamente, ha sido un estado fracasado desde su construcción,
pero antes las potencias coloniales trataban de mantener las apariencias
estatales, con el nuevo imperio estos fracasos del Estado son deseados,
provocados y programados. ¿Por qué? Porque las sociedades abandonadas a sí
mismas, sin un Estado entendido como principio regulador de la “vida en común”
no pueden generar otra cosa que inestabilidad, inseguridad inducida tanto a
través de sus luchas internas como por esta dominación imperial, no estatal, no
territorial. Al no disponer de medios ni de intenciones de establecer una
verdadera paz civil, esta nueva forma de dominación imperial contribuye a la
inestabilidad de las regiones que pasan a su dominio (Afganistán, Irak).
Los viejos imperios imponían a los
pueblos conquistados, a través de la guerra, un orden civil que había que
acatar bajo pena de muerte. El nuevo “imperio” amenaza y reprime; no duda en
deshacer la conformación política y social existente. La eficacia de la empresa
imperial reside en lograr la integración –es decir “reguladora”– al nuevo
orden. El nuevo imperio, lejos de constituir una de las formas de edificación
estatal –como fue el caso de los imperios coloniales– parece en cambio
oponérsele. De allí la importancia del trabajo de Naomi Klein sobre el
“capitalismo del desastre”
Roger Naba, filósofo y catedrático
libanés.
Fuente: http://www.renenaba.com/esquisse-d-une-reflexion-sur-la-question-de-la-fragmentation-des-societes/
Fuente: http://dedona.wordpress.com/
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