Juan Torres López | Economista
nuevatribuna.es | 25 Febrero 2014 - 18:10
h.
La
escuela de negocios Esade evalúa desde hace tiempo las predicciones sobre la
situación económica general y sobre el paro de diversas instituciones y a
partir de ellas presenta una “diana” en la que se puede comprobar quién se
aleja más o menos de la realidad.
Hace
poco se publicó la de 2013 que una vez más muestra que las instituciones que
más se equivocan son, precisamente, las que suelen presentarse como dueñas de
la verdad y como las que saben mejor que nadie lo que conviene hacer con la
economía.
Así,
quien menos acertó sobre la evolución del PIB español en 2013 fue el Gobierno
de Mariano Rajoy, después el Banco de España y en tercer lugar la Unión
Europea.
Es
bien significativo. El Gobierno central y la Unión Europea son quienes insisten
en que es inexcusable aplicar las políticas que llevan a cabo porque son las
únicas adecuadas para generar crecimiento de la actividad pero resulta que sus
estimaciones sobre lo que va a crecer o no la actividad económica son
completamente erradas y que se equivocan más que nadie a la hora de percibir lo
que ocurre en la realidad.
La
diana del paro también muestra lo mismo. El Gobierno vuelve a encabezar el
desacierto, aunque en este caso le siguen la OCDE y el Banco de España.
La
OCDE es el organismo que continuamente nos está diciendo qué debemos hacer con
el mercado de trabajo pero resulta que se equivoca casi más que ninguno a la
hora de estimar qué evolución tendrá el paro, lo que significa que sabe casi
menos que nadie sobre los factores que realmente lo producen y sobre los que
pueden disminuirlo.
Y
caso especial es el del Banco de España. Allí están los economistas que a sí
mismos se consideran los mejores y más preparados, los que cuentan con mayores
privilegios, con sueldos de lujo y prebendas de todo tipo, desde créditos de
regalo hasta casas de vacaciones o pensiones varias veces superiores a las de
la gente corriente que siempre dicen que hay que recortar. Tienen plena
autonomía para que nadie pueda interferir en su trabajo y cuentan con toda la
información que necesiten y con todo tipo de recursos. Pero resulta que
aparecen casi siempre entre los dos o tres que más se equivocan a la hora de
hacer predicciones.
¡Qué
casualidad! Los pontífices de los recortes, los que permanentemente están
exigiendo reducción de salarios y pensiones, disminución de los gastos sociales
y desaparición de los servicios públicos argumentando que conocen perfectamente
lo que pasa en la economía y que eso es lo mejor para que funcione bien,
resulta que son los que más se equivocan, los que nunca aciertan en sus
previsiones, los que manifiestan desconocer como nadie lo que pasa de verdad en
la realidad económica.
Se
trata de un fenómeno que pone de manifiesto no solo la Diana Esade. Para
comprobar en qué gran medida se equivocan basta ver a toro pasado lo que
dijeron esas instituciones y sus directivos antes de la crisis, cuando negaban
todo lo que luego iba a suceder; o repasar los estudios de los economistas que
defienden en España la insostenibilidad del sistema público de pensiones: ni
uno solo ha acertado en alguna ocasión en sus predicciones catastrofistas, tal
y como es fácil verificar a posteriori.
No
hay una prueba más evidente de que las propuestas de estos organismos,
presentadas siempre como verdades científicas de técnicos de alta cualificación
y sin contaminación política son, en realidad, el resultado de una ceguera
profunda. Una ceguera provocada por sus convicciones ideológicas y por su
servidumbre hacia intereses muy poderosos que los mantienen a su servicio no
por lo que saben sino precisamente porque no les importa protagonizar esta
farsa. A cambio, eso sí, de honores, altos sueldos y regalías de todo tipo. El
gran economista John K. Galbraith definió todo esto como un fraude intelectual,
que tendríamos que combatir con mucha mayor firmeza porque hace un daño
terrible a los más débiles.
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