viernes, 28 de febrero de 2014

BRUNO IBÁÑEZ GÁLVEZ, DE OFICIAL DE INFANTERÍA A REPRESOR


Bruno Ibáñez Gálvez es conocido como uno de los represores más sanguinarios de la guerra civil española.
Memoria Histórica | Francisco Asensio Rubio | 27-02-2014 |
Su actuación se centró básicamente en Córdoba, ciudad en la que se encontraba al comienzo de la contienda, en parte, por casualidad. Había sido oficial de Infantería en la guerra de África, donde participó en las operaciones de 1909. Abandonó el arma de Infantería e ingresó en la Benemérita en 1911. Vinculado con la provincia de Ciudad Real participó en sonados casos de asesinatos, como el suceso de «La reinilla» o el del asalto al expreso Madrid-Andalucía. Colaboró en la represión del movimiento obrero (1912, 1914, 1917), como militar anti-republicano abandonó el servicio activo durante el primer bienio, reingresando en el segundo. En 1936 estuvo a las órdenes del coronel Cascajo en Córdoba, donde ocupó la Jefatura de Orden Público y el gobierno civil entre 1936 y 1937. Relevado del mando en esa ciudad desempeñó otros cargos hasta el final de la guerra en distintos destinos. Falleció en 1947.
1.- LOS PRIMEROS AÑOS DE SU VIDA: 1868-1911.
La figura de Bruno Ibáñez Gálvez se conoce bien en la ciudad de Córdoba, ya que allí ejerció su labor como agente de la autoridad al servicio del nuevo Estado franquista, apoyado por militares como el coronel Cascajo, responsable militar de la plaza en 1936, Queipo de Llano y Luis Zurdo, este último tan siniestro, como don Bruno. Se «han puesto de moda», si se me permite, los trabajos sobre la llamada «memoria histórica», pero no se han estudiado lo suficiente, los personajes que protagonizaron sangrientas matanzas en aquella España, tales como el conocido con el nombre de conde Rosseti, Luis Zurdo, Díaz Criado o Bruno Ibáñez. Como ha explicado convenientemente J. Tusell, la guerra civil tuvo como consecuencia inmediata la demonización del adversario y el deseo de exterminio físico1. Esta actitud explicaría el terror que se desató en los dos bandos, nada más comenzar la contienda, donde triunfaron cada una de las dos facciones. Los republicanos, y los sectores más extremistas identificados con el Frente Popular, pusieron en marcha los conocidos paseos o sacas, una manera bárbara y arbitraria de aniquilar a aquellos políticos o ciudadanos a quienes se les identificaba con los adversarios en la contienda, y por tanto, partidarios de ellos. El paseo se hacía sin ningún tipo de protocolo o formalidad legal, consistía en la detención por la fuerza y a veces en la humillación del detenido, para ser conducido y ejecutado sin piedad en las afueras del pueblo o la ciudad. Los paseos se dieron en los dos bandos contendientes en la guerra civil. Dejemos que sea el socialista Julián Zugazagoitia quien nos explique cómo se producían los mismos: «Lo que en las ciudades como Madrid y Barcelona, se conocía por el nombre de «paseos» —paseos que desembocaban en la muerte—, en los pueblos campesinos, y en esta denominación incluimos a capitales como Burgos, Valladolid y Cáceres, se llamaba «la reforma agraria». A los afectados por ella se les daba tierra ¡poca!, sin renta y para siempre. Esa siniestra modalidad de la reforma agraria conoció una extensión dolorosísima. La supresión del adversario o del sospechoso, adversario y sospechoso a juicio de los que portaban armas, no fue monopolio de uno de los bandos, sino tacha común a los dos. La crueldad fanática tendía al exterminio del discrepante y del desafecto»2. Pasado un tiempo, éstos dieron lugar a otras fórmulas, aparentemente legales, que permitieron juzgar a los detenidos en ambos bandos, pero en la mayoría de los casos los que ejercían la acusación no eran jueces y en bastantes ocasiones, ni siquiera tenían conocimientos judiciales. La zona republicana puso en marcha los tribunales populares y la derecha, los militares. En este ambiente, queremos situar la figura de Bruno Ibáñez Gálvez, uno de los personajes más odiados en Córdoba, ya que ejerció una represión dura y gratuita contra todo individuo, persona o entidad que tuviera alguna identificación.
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