En este
artículo continuamos con nuestro empeño de ofrecer materiales para profundizar
en el conocimiento del nacionalismo catalán. En este caso, abordamos el estudio
de la Lliga Regionalista, partido político fundamental en la historia
del primer tercio del siglo XX, tanto en Cataluña como en España.
El partido
catalanista de la Lliga Regionalista nació en 1901, y se convirtió en la
principal formación política en Cataluña durante las primeras décadas del siglo
pasado. Su fundación en Barcelona fue fruto de la convergencia de los sectores
burgueses polaviejistas de la Unió Regionalista y del catalanismo del Centre
Nacional Català, pequeño grupo escindido de la Unió Catalanista con su órgano
de expresión, “La Veu de Catalunya”. El éxito de la candidatura de los “quatre
presidents” en las elecciones de mayo de 1901 posibilitó la creación de la
Lliga, con una gran influencia en las comarcas barcelonesas y gerundenses. La
Lliga se organizó como un partido moderno, superando el modelo de los
dinásticos (conservador y liberal), al contar con cuadros y un programa
político definido, estructura organizativa estable, afiliados, prensa propia
(“La Veu”), oficina electoral y dirección profesionalizada. Esta dirección
estaba integrada por E. Prat de la Riba, F. Cambó, Abadal y Ventosa i Duran.
Frente al
surgimiento de los radicales de Lerroux, la Lliga se convirtió en la opción
política conservadora y confesional catalana, siendo el partido de la
burguesía, de las clases medias y del clero. Después de 1907 se incorporaron al
partido los propietarios rurales y algunos antiguos caciques vinculados en el
pasado con los partidos dinásticos.
El programa
de la Lliga, cuyo principal autor fue Enric Prat de la Riba, defendía la
“nacionalización” interior, paso previo para asumir la autonomía, y en la
intervención en la política española para modernizar el Estado. Este programa
se basaba en la obra de Prat, La Nacionalitat Catalana (1906). La Lliga
consiguió el control de las instituciones catalanas: diputaciones provinciales
(Barcelona y Girona, desde 1907), la Mancomunitat de Catalunya (1914), y el
Ayuntamiento de Barcelona (1915). Estos resortes del poder le permitieron
desarrollar un programa de reformas, obras públicas, educativas y culturales, que
contaron con el apoyo de los principales intelectuales y profesionales
catalanes.
En 1906, la
Lliga protagonizó la formación de la Solidaritat Catalana pero, a partir de
1915 cambió de estrategia política al priorizar su participación en la política
española general. Este cambio se conoció bajo el lema de la campaña “Per
Catalunya i l’Espanya Gran”.
En julio de
1917, en plena crisis política, social y militar, la Lliga promovió la Asamblea
de Parlamentarios pero, ante el peligro de verse superada por las fuerzas
antimonárquicas, el partido optó por dar marcha atrás y pactó con el sistema
político estatal, entrando en el gobierno en octubre de ese mismo año. Entre
1917 y 1923, la política de la Lliga osciló entre la presión autonomista con la
campaña pro-Estatut, y una activa participación en los gobiernos de Madrid,
donde Cambó tuvo un especial protagonismo, defendiendo el accidentalismo
político: “¿Monarquía?, ¿República?, ¡Catalunya!”, pero, lo que es cierto, es
que la Lliga no atacó en ningún momento a la Monarquía. Con la fuerte crisis
social en Barcelona, en pleno auge de los enfrentamientos entre anarquistas y
fuerzas del orden, la Lliga optó por alinearse claramente con éstas, provocando
que una gran parte de sus juventudes se saliera de la formación a la altura de
1922, y que los intelectuales se vinculasen al nacionalismo republicano y de
izquierdas. La aceptación de la Dictadura de Primo de Rivera, al considerarla
un mal menor y necesario para mantener el orden en Barcelona, así como la
defensa realizada por Cambó de la continuidad de la Monarquía en su escrito Per
la concòrdia (1930), terminaron por provocar un claro divorcio entre la
Lliga y el catalanismo de signo progresista.
La
proclamación de la República provocó la pérdida de liderazgo de la Lliga en
Cataluña y una fuerte crisis interna. Después de un período de debates internos
y reticencias ante el nuevo régimen, la Lliga se reorganizó, adoptando un nuevo
nombre, Lliga Catalana, en febrero de 1933. Se configuró como un partido
conservador, católico y opuesto el reformismo republicano pero respetuoso con
la legalidad. En las elecciones de noviembre de 1933 se recuperó
electoralmente, después del fracaso electoral de 1931, en consonancia con el
cambio político en toda España. La Lliga se enfrentó a la Ley de Contratos de
Cultivo, aprobada por el Parlament de Catalunya, encontrando el apoyo del
gobierno de centro-derecha de Madrid. La Lliga fue siempre contraria a la
reforma agraria, ya fuera en el ámbito catalán, ya en el español. También condenó
los hechos del Seis de Octubre de 1934 y participó en la gestión de la
Generalitat tutelada por el gobierno central. En las elecciones de febrero de
1936 fue derrotada.
La Lliga no
participó en la conspiración que condujo a la sublevación militar de julio de
1936. Pero en octubre algunos dirigentes de la Lliga firmaron un escrito de
apoyo a los militares rebeldes y desarrollaron algunas actividades,
especialmente de difusión de sus ideas. Estos hechos provocaron que en Cataluña
fueran perseguidos y reprimidos, por lo que muchos huyeron al extranjero o a la
zona sublevada. Posteriormente, algunos miembros de la Lliga tuvieron algunas
responsabilidades en el régimen franquista pero el partido desapareció.
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