martes, 25 de febrero de 2014

LA LLIGA REGIONALISTA DE CATALUNYA

nuevatribuna.es |Eduardo Montagut | Historiador |17 Febrero 2014 - 17:44 h.
En este artículo continuamos con nuestro empeño de ofrecer materiales para profundizar en el conocimiento del nacionalismo catalán. En este caso, abordamos el estudio de la Lliga Regionalista, partido político fundamental en la historia del primer tercio del siglo XX, tanto en Cataluña como en España.
El partido catalanista de la Lliga Regionalista nació en 1901, y se convirtió en la principal formación política en Cataluña durante las primeras décadas del siglo pasado. Su fundación en Barcelona fue fruto de la convergencia de los sectores burgueses polaviejistas de la Unió Regionalista y del catalanismo del Centre Nacional Català, pequeño grupo escindido de la Unió Catalanista con su órgano de expresión, “La Veu de Catalunya”. El éxito de la candidatura de los “quatre presidents” en las elecciones de mayo de 1901 posibilitó la creación de la Lliga, con una gran influencia en las comarcas barcelonesas y gerundenses. La Lliga se organizó como un partido moderno, superando el modelo de los dinásticos (conservador y liberal), al contar con cuadros y un programa político definido, estructura organizativa estable, afiliados, prensa propia (“La Veu”), oficina electoral y dirección profesionalizada. Esta dirección estaba integrada por E. Prat de la Riba, F. Cambó, Abadal y Ventosa i Duran.
Frente al surgimiento de los radicales de Lerroux, la Lliga se convirtió en la opción política conservadora y confesional catalana, siendo el partido de la burguesía, de las clases medias y del clero. Después de 1907 se incorporaron al partido los propietarios rurales y algunos antiguos caciques vinculados en el pasado con los partidos dinásticos.
El programa de la Lliga, cuyo principal autor fue Enric Prat de la Riba, defendía la “nacionalización” interior, paso previo para asumir la autonomía, y en la intervención en la política española para modernizar el Estado. Este programa se basaba en la obra de Prat, La Nacionalitat Catalana (1906). La Lliga consiguió el control de las instituciones catalanas: diputaciones provinciales (Barcelona y Girona, desde 1907), la Mancomunitat de Catalunya (1914), y el Ayuntamiento de Barcelona (1915). Estos resortes del poder le permitieron desarrollar un programa de reformas, obras públicas, educativas y culturales, que contaron con el apoyo de los principales intelectuales y profesionales catalanes.
En 1906, la Lliga protagonizó la formación de la Solidaritat Catalana pero, a partir de 1915 cambió de estrategia política al priorizar su participación en la política española general. Este cambio se conoció bajo el lema de la campaña “Per Catalunya i l’Espanya Gran”.
En julio de 1917, en plena crisis política, social y militar, la Lliga promovió la Asamblea de Parlamentarios pero, ante el peligro de verse superada por las fuerzas antimonárquicas, el partido optó por dar marcha atrás y pactó con el sistema político estatal, entrando en el gobierno en octubre de ese mismo año. Entre 1917 y 1923, la política de la Lliga osciló entre la presión autonomista con la campaña pro-Estatut, y una activa participación en los gobiernos de Madrid, donde Cambó tuvo un especial protagonismo, defendiendo el accidentalismo político: “¿Monarquía?, ¿República?, ¡Catalunya!”, pero, lo que es cierto, es que la Lliga no atacó en ningún momento a la Monarquía. Con la fuerte crisis social en Barcelona, en pleno auge de los enfrentamientos entre anarquistas y fuerzas del orden, la Lliga optó por alinearse claramente con éstas, provocando que una gran parte de sus juventudes se saliera de la formación a la altura de 1922, y que los intelectuales se vinculasen al nacionalismo republicano y de izquierdas. La aceptación de la Dictadura de Primo de Rivera, al considerarla un mal menor y necesario para mantener el orden en Barcelona, así como la defensa realizada por Cambó de la continuidad de la Monarquía en su escrito Per la concòrdia (1930), terminaron por provocar un claro divorcio entre la Lliga y el catalanismo de signo progresista.
La proclamación de la República provocó la pérdida de liderazgo de la Lliga en Cataluña y una fuerte crisis interna. Después de un período de debates internos y reticencias ante el nuevo régimen, la Lliga se reorganizó, adoptando un nuevo nombre, Lliga Catalana, en febrero de 1933. Se configuró como un partido conservador, católico y opuesto el reformismo republicano pero respetuoso con la legalidad. En las elecciones de noviembre de 1933 se recuperó electoralmente, después del fracaso electoral de 1931, en consonancia con el cambio político en toda España. La Lliga se enfrentó a la Ley de Contratos de Cultivo, aprobada por el Parlament de Catalunya, encontrando el apoyo del gobierno de centro-derecha de Madrid. La Lliga fue siempre contraria a la reforma agraria, ya fuera en el ámbito catalán, ya en el español. También condenó los hechos del Seis de Octubre de 1934 y participó en la gestión de la Generalitat tutelada por el gobierno central. En las elecciones de febrero de 1936 fue derrotada.
La Lliga no participó en la conspiración que condujo a la sublevación militar de julio de 1936. Pero en octubre algunos dirigentes de la Lliga firmaron un escrito de apoyo a los militares rebeldes y desarrollaron algunas actividades, especialmente de difusión de sus ideas. Estos hechos provocaron que en Cataluña fueran perseguidos y reprimidos, por lo que muchos huyeron al extranjero o a la zona sublevada. Posteriormente, algunos miembros de la Lliga tuvieron algunas responsabilidades en el régimen franquista pero el partido desapareció.




No hay comentarios:

Publicar un comentario