Las políticas
individualistas y personalizadas en los tratos de favor que antaño ofrecían
Baltar, Cuíña o Cacharro Pardo han dado paso a otras formas formas de gobierno
no exentas de corrupción, según los expertos consultados por 'Público'
PAULA
DÍAZ Madrid 22/02/2014 08:00
El presidente de la
Xunta, Alberto Núñez-Feijóo, y el expresidente de la Diputación de Ourense,
Xosé Luis Baltar, en Os Peares, en una imagen de archivo. EFE
De
la época gloriosa del contrabando y el narcotráfico a la de las tramas corruptas que en los últimos
tiempos copan los juzgados gallegos hubo en Galicia otro fenómeno
político que a día de hoy aún da sus últimos coletazos. El caciquismo,
personalizado en las figuras de Xosé Cuiña, Xosé Luis Baltar o Francisco Cacharro Pardo
—entre otros—, sigue presente en las figuras de sus hijos o de muchos
familiares y amigos que recogieron su estela y aún ocupan cargos en sus correspondientes
diputaciones.
En
las décadas de los 80 y de los 90, el sistema político gallego se basaba
ampliamente en el clientelismo, es decir, en el "favor por favor",
"hoy por ti, mañana por mí". Los ciudadanos aplaudían (y votaban) a
aquellos que conseguían un trabajo para sus hijos,
que acudían a dar el pésame cuando se moría alguien cercano o que se quitaban la chaqueta para tocar el
trombón en una fiesta de pueblo. Las mayorías absolutas eran
aplastantes y la perpetuidad en el poder estaba a la orden del día.
Para
algunos expertos esta situación no es sólo propia de Galicia, sino que se trata
de un modo más de corrupción, al estilo del caso Gürtel o los papeles
de Bárcenas, pero con ciertas particularidades. Quienes opinan así creen
también que, precisamente por ese motivo, el caciquismo no ha terminado, sino
que sigue presente en todas las comunidades, en todos los colores, y que se
presenta de muchas formas distintas. "Los mismos perros con distintos
collares", dicen.+
Méndez
Romeu (PSOE): "Las personas no son corruptas, son corruptibles y a día de
hoy no se ha hecho ningún cambio estructural legal que evite la
corrupción"Este es el caso del socialista José Luis Méndez Romeu o
del nacionalista Bieito Lobeira. El actual portavoz del PSOE en el
Parlamento gallego considera que "la situación ha evolucionado en los
últimos años como consecuencia de la urbanización". "El caciquismo de
los 80, basado en el intercambio de favores, estuvo vigente mientras Galicia
era una comunidad agraria; después fue evolucionando con la urbanización, a
partir —sobre todo— de la entrada de España en Europa", explica. "Ahora
asistimos a los coletazos finales de ese proceso que se unen a asuntos más
novedosos que se deben a insuficiencias en el marco legislativo relacionado
con la contratación de bienes y servicios, la contratación de personas, las
concesiones administrativas y los asuntos urbanísticos", enumera el
también exsecretario de Estado en la época de Zapatero.
Para
Romeu, "las personas no son corruptas, son corruptibles" y, por ello,
aunque se haya modificado la "red clientelar que estaba muy desarrollada
por las personas que llevaban gran tiempo en el poder", cree que "hasta
ahora no se ha hecho ningún cambio legal estructural que evite la corrupción".
Para el secretario de Organización del BNG, ahora en Galicia reinan "los
mismos perros pero con distintos collares". Aunque Lobeira lamenta el
"tópico del caciquismo gallego, que no son más que prácticas perversas
que se dan en otras partes del Estado", cree que hoy en día se ha
sustituido el "clientelismo que se verifica con comportamientos
individualistas" por "prácticas corruptas de las instituciones",
como las privatizaciones de ciertos servicios que giran en torno a
"intereses económicos". "Cuiña se movía por intereses
empresariales vinculados a la familia; Feijóo utiliza unos
mecanismos de control social más sofisticados —sin trato directo, pero
utilizando a los medios de comunicación a su antojo, por ejemplo— para que las
grandes empresas del 'palco del Bernabeu' (pone el ejemplo de Ferrovial, cuya
filial Cespa está inmersa en la operación Patos) se
encarguen de las obras públicas de Galicia", ejemplifica.
Bieito
Lobeiro (BNG): "El caciquismo no es más que prácticas perversas que se dan
en todo el Estado, no sólo en Galicia"
Para
Cristina Ares, profesora de Ciencia Política de la Universidad de
Santiago, que hasta 2011 fue concejal del PP en Lugo, clientelismo y corrupción
son conceptos diferentes y ninguno de los dos exclusivo de Galicia. Sin
embargo, cree que ambos problemas se deben a una "falta de cultura
política" que todavía pervive en la sociedad. "[Los ciudadanos]
no interiorizamos las reglas del juego democrático [dice haciendo alusión a la
'aceptación' social del enchufismo, por ejemplo] y los partidos tampoco
avanzan. La gente está acostumbrada a ese modelo en el que se ofrecen favores a
determinadas empresas para financiar partidos y así el poder corrupto se
perpetúa", concluye.
En
la misma línea se expresa el también periodista y escritor gallego Antón Losada, que no cree que la corrupción
actual tenga "ninguna conexión" con el antiguo caciquismo. "El
cacique usaba mecanismos administrativos para conseguir favores, colocaba a
gente en la Administración y gastaba dinero público dentro de lo público; ahora
se dedican a las privatizaciones", resume. Aunque reconoce que, de alguna
manera, "sigue pasando, porque hay importantes segmentos de población —en
toda España— para los que el clientelismo sigue siendo el sistema que más
confianza les ofrece para relacionarse con la Administración", también
opina que "hay otros segmentos en los que no". Y por este motivo
considera que "una ciudadanía que ahora está asustada y desorientada
castiga cada vez más los comportamientos de este tipo".
Cristina
Ares (PP): "Los ciudadanos no hemos interiorizado las reglas del juego
democrático"
Para
otros expertos, de hecho, aquella época de ofrecer papeletas en mano a las
puertas del colegio electoral ya terminó, la corrupción no son los últimos
flecos del clientelismo y ahora presenciamos una situación distinta. Quienes
opinan así presentan a un Alberto Núñez-Feijóo que ejerció de
"limpiador" de su partido, tomando el relevo de Manuel Fraga pero
sin la permisividad que éste tenía con los "caciques buenos",
como llegó a autodenominarse el propio Baltar.
Este
es el caso del excritor y periodista de El Progreso de Lugo Santiago Jaureguizar,
que opina que el individualismo propio de la política caciquil, en la que
"se vota un nombre y no a un partido, una ideología, unas siglas"
terminó a finales de los 90, con la llegada al poder en el PP del actual
presidente de la Xunta. "Feijóo —que no me parece un gran
político, pero sí un gran técnico— viene de otro mundo, de otro modelo de
formación y fue inteligente y práctico: se da cuenta de que la política
vieja del tú a tú, de dar la mano ya no funciona o funciona, como mucho, en
zonas pequeñas", argumenta. "El PP de Feijóo ya es de las ciudades y
no se reconoce en eso. Sabe que las clases medias gallegas que votan al PP
quieren una gestión moderna y por eso él hace limpieza", continúa el autor
de Casa Skylab, que cuenta precisamente la historia de un cacique gallego.
"El
sistema del clientelismo se da en Galicia —como en todas las sociedades poco
desarrolladas económicamente— cuando los ciudadanos, para solucionar su vida,
acudían a quienes tienen los recursos económicos, que eran los que tienen el
poder político", agrega Jaureguizar. "La gente para subsistir
tenía que entregar su dignidad a los políticos, pero el modelo cacique
ya se terminó porque la mayor parte de la sociedad gallega vive en ciudades
de más de 100.000 habitantes y ya no es posible que se dé la cultura política
del intercambio de favores que ha funcionado toda la vida en todo el
mundo", concluye.
Fuente: www.publico.es
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