Estas
líneas no buscan un retorno a la prehistoria, ni alimentar la nostalgia, que,
al igual que la resignación, no conduce a nada. Sólo queremos hacer una rápida
aportación al debate, basada en la experiencia empírica...
nuevatribuna.es | Enrique Lillo y Miguel G. Zamora | 24 Febrero 2014 - 15:47 h.
Asamblea de
CCOO en Barcelona el día 11 de julio de 1976. (Foto: CCOO)
Ese carácter del sindicato como algo que soluciona los
problemas, grandes o pequeños, que habitualmente tienen los trabajadores en la
empresa está en los genes de Comisiones Obreras
Sobre este
tema, dos amigos muy queridos y apreciados (Jesús Cruz Villalón y Francisco
S. López Romito) han escrito sendos artículos en nuevatribuna.es. El
primero titulado “La
financiación sindical“ (16/2/2014). El segundo, “Sindicalismo
en tiempos de crisis” (21/1/2014), dedicaba su última parte a los problemas financieros de los
Sindicatos.
Jesús Cruz
considera que “sería inviable y nada razonable pensar que los sindicatos, ni en
la actualidad ni en el futuro, se puedan financiar exclusivamente con cargo a
las cuotas sindicales”. Romito señala que “es conveniente admitir que el
sindicalismo español acarrea problemas crónicos como una baja afiliación… lo
que genera un déficit crónico de financiación”.
La
constatación por los expertos de la muy baja tasa de afiliación en España y de
los problemas fundamentalmente financieros (aunque no sólo) que ello conlleva
no nos puede llevar al conformismo con esos datos y a la resignación que sólo
conduce a la inacción y a la auto justificación. A veces se ha teorizado que
las fuertes diferencias entre la tasa de afiliación de los países nórdicos y
España o Francia se deben a las diferencias de cultura y carácter entre
nórdicos y latinos, pero estas teorías chocan con la realidad de que Italia y
Portugal tienen una alta tasa de afiliación. Tampoco creemos que haya una relación
estrecha y directa entre el grado de eficacia de la negociación colectiva y la
tasa de afiliación, si tenemos en cuenta que en la clara mayoría de los Estados
Europeos los convenios tienen eficacia general con una u otra figura jurídica.
Más bien creemos que los trabajadores se afilian o no en función de la
expectativa que tengan sobre si el Sindicato les solucionará sus problemas y
defenderá eficazmente sus derechos.
Cuando, en
el marco de la Conferencia anual de la O.I.T., en Ginebra, preguntamos a los
compañeros nórdicos por este tema de las altas diferencias de la tasa de
afiliación entre ellos y nosotros, nos explicaban que para ellos lo natural,
cuando un trabajador ingresa en una empresa, es acudir inmediatamente al local
sindical, tanto en su condición de “club” en el que compartir y charlar
con el resto de los compañeros, como lugar en el que podrá plantear cualquier
problema, por pequeño que sea, con la seguridad de que será muy bien atendido y
su conflicto será solucionado y bien.
Este
carácter del sindicato como algo que soluciona los problemas, grandes o
pequeños, que habitualmente tienen los trabajadores en la empresa está en los
genes de Comisiones Obreras. En los diez primeros años de su existencia su
principal labor fue estar pendientes de cualquier problema que tuviera
cualquier trabajador, para solucionarlo. Los trabajadores acudían a los hombres
y mujeres de CCOO porque sabían que allí les escucharían y solucionarían sus
problemas. Sabían que cualquier conflicto, de cualquier índole (salarios
o “pluses”, jornada u horas extras, clasificación profesional, etc. y no
digamos si había peligro de que la empresa presentara un expediente de crisis)
merecía el máximo interés por parte de aquellas personas que estaban fuera del
Sindicato Vertical. Los trabajadores acudían a estas personas que se
preocupaban por sus derechos, en muchos casos, sin saber que eran de Comisiones
Obreras. Preferían plantear a éstos sus problemas en lugar de hacerlo al
Sindicato Vertical, a pesar de que le pagaban una cuota obligatoria, tenía un
enorme poder y contaba con todo un cuerpo de Abogados Sindicales. Lo hacían así
porque consideraban que estas personas, además de ser honradas (no como los del
vertical), conocían mejor sus derechos, se sabían “al dedillo” la Ordenanza
Laboral y les defenderían con el máximo ahínco y hasta el final. (Recordemos
que entonces el final era: detención por la Brigada Político Social, muy
probables malos tratos en comisaría y posible procesamiento con prisión
provisional).
El
cumplimiento de esta primera y principal labor en sus primeros diez años
(coincidentes con los últimos de la dictadura) hizo que Comisiones Obreras
pudiera desempeñar su otro papel, importantísimo, (y por el que, probablemente,
pasará a la Historia): su contribución a la conquista y consolidación de la
democracia. Supo canalizar todo ese río de conflictos laborales en contra, no
sólo del Sindicato Vertical sino, sobre todo, en contra de la Dictadura como
causante de nuestra falta de derechos y libertades. El cumplimiento por nuestro
sindicato de este papel público/político es lo que más nos diferencia del
concepto de “club” del que nos hablaban los compañeros nórdicos: Nosotros
sufrimos 40 años de Dictadura mientras ellos construían el “Estado del
bienestar”.
No podemos,
por supuesto, conocer cuál hubiera sido la tasa de afiliación a las Comisiones
Obreras en aquel tiempo si los trabajadores hubieran podido decidir libremente
a quien pagaban su cuota sindical. Hay, sin embargo, al menos tres hechos que
demuestran que el grado de aceptación y acercamiento a los hombres y mujeres de
las Comisiones Obreras era muy elevado.
El primero:
Los excelentes resultados conseguidos por las candidaturas democráticas,
apoyadas por CCOO en las últimas Elecciones Sindicales de aquella época, las de
1975, en las que las candidaturas próximas a Comisiones parece que ganaron en
Madrid, Barcelona, Vizcaya o Sevilla. Sin embargo, no hay datos plenamente
fiables, no puede haberlos ya que no podían aparecer nuestras siglas por ser
ilegales, pero recordamos muy bien que algún periódico de entonces (Diario
16) decía en su portada: ‘Los amigos de Comisiones Obreras ganan las
elecciones sindicales’. En todo caso, si las ganamos fue por el buen hacer
en la defensa concreta de los derechos de los trabajadores en la empresa.
Recordemos que éramos ilegales, no teníamos ninguna estructura frente a todo el
aparato del Vertical. No se nos permitía realizar ninguna actividad fuera de la
empresa en defensa de los trabadores, toda actividad sindical fuera de la
empresa se hacía en semiclandestinidad, ni siquiera podíamos negociar los
convenios fuera de la empresa que era competencia exclusiva del Vertical.
El segundo
hecho significativo es el “boom” afiliativo a CCOO que se produjo
inmediatamente después de su legalización. Los trabajadores decidieron
adherirse masivamente a CCOO sin tener más elementos de juicio para confiar en
Comisiones que la labor que venían desarrollando en defensa de los intereses de
los trabajadores en la empresa.
Por último,
es significativo del grado de apoyo con que contaban las ilegales Comisiones
Obreras entre los trabajadores comparar el número de trabajadores que eran
representados y defendidos en las Magistraturas de Trabajo por los abogados
‘amigos de Comisiones’ y los que eran defendidos por el Sindicato Vertical.
Sobre estos porcentajes seguro que se hicieron estudios por el Vertical y por
el Ministerio de Justicia, pero no los conocemos. A pesar de no contar con
estudios rigurosos podemos afirmar que en las Magistraturas de los grandes
centros industriales (Madrid, Barcelona, Bilbao, Asturias, Vigo, Ferrol,
Sevilla o Mérida) era claramente superior el número de trabajadores defendidos
por Laboralistas ‘amigos de CCOO’ que los defendidos por el Vertical. Y ello a
pesar de que los abogados del Vertical no cobraban a los trabajadores, eran
funcionarios que cobraban del Estado, mientras que los Laboralistas cobrábamos
a los trabajadores. Y nos autofinanciábamos, aunque con dificultades algunos
meses.
Estas líneas
no buscan un retorno a la prehistoria, ni alimentar la nostalgia, que, al igual
que la resignación, no conduce a nada. Sólo queremos hacer una rápida
aportación al debate, basada en la experiencia empírica.
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