María Serrano
/ 16 sep 2014
Mujeres rapadas durante la Guerra Civil. |
“No habrá memoria histórica si
no hacemos una verdadera investigación de la represión sufrida por las mujeres
desde su condición de género. La historia no solo la marcan los fusilamientos y
la cárcel” Las
catedráticas Cándida Martínez y Lola Ramos ha realizado una investigación única
sobre la represión específica sufrida por las mujeres en Andalucía durante la
guerra y el franquismo. Su trabajo es uno de los capítulos del libro que va a
editar próximamente la Fundación Alfonso Perales ‘La Memoria de Todos’ y ha
sido escrito con un visión de género que expone con crudeza el tipo específico
de violencia física y psicológica sufrida por las mujeres.
La invisibilidad del sufrimiento
de las mujeres impregna incluso los propios estudios sobre la memoria
histórica. Si se toman, por ejemplo, como referencia los datos difundidos
sobre el número de mujeres fusiladas en Andalucía, la horquilla resulta
demasiado amplia: entre un 2 y 5%, que incluiría a las torturadas o
encarceladas durante la Guerra Civil en la comunidad. Cándida Martínez, catedrática
de Historia Antigua de la Universidad de Granada, apunta que “aún habría
que depurar muchos los datos porque no hay muchas investigaciones hechas como
para conocer perfectamente todos los detalles”.
La publicación de este estudio
destapa una violencia específica, para muchos desconocida, que permitía al
régimen de Franco y a sus artífices “degradar su dignidad como mujeres” con
graves ejemplos de violencia. Muchos de estos métodos tenían como objetivo
“purificarlas”, atacar su feminidad y utilizar su cuerpo para deshonrar y
castigar al enemigo varón. Entre las acciones más habituales: violaciones,
tocamientos, purgantes, los paseos con pelo rapado, colocación de moños rojos
con la cabeza rapada al cero, abusos sexuales, etc… “La intención de
esta represión era muy distinta a la de los hombres, las humilla y las degrada
de mayor manera. Y eso es una tortura específica que forma parte de esa memoria
que no se recoge”
Las mujeres de aquella etapa que
venían del “bando rojo” eran calificadas en los múltiples informes de “mujeres
caídas o desafectas al régimen”. Podían ser esposas de fusilados, haber sido
activistas políticas o estar señaladas por tener algún miembro de la familia en
la cárcel. Eran juzgadas como peligrosas activistas y en algunas ocasiones
fueron juzgadas por la militancia de sus familiares. Llevaban el peso del
control social que ejercía el régimen sobre su género, unido a una
responsabilidad “transferida” por los familiares que tenían huidos. Solo por
este motivo podían recluirlas largos años en la cárcel, en graves condiciones
de higiene y salud.
Informes psiquiátricos de
médicos militares, como el de Vallejo Nájera, que luego tenían muchas veces su
culminación en sentencias de los tribunales militares de la época, certificaban que
las activistas republicanas “eran mujeres sin freno, mujeres fieras, y por ello
había que controlarlas para impedir un comportamiento inadecuado e impropio de
mujeres de bien”, apunta Cándida.
“NATURAL SIMPLEZA DE LAS
MUJERES”
Otra de las distinciones significativas
en cuanto a género que hacía el régimen se reflejaba en los distintos tipos de
sentencias. En algunos fallos judiciales, el régimen se inclinaba por un
“cierto paternalismo”, tratando la actitud reivindicativa como “natural
simpleza de las mujeres”, ya que no las llegaba a considerar
ni siquiera ciudadanas o seres humanos completos. Martínez
explica que en estos casos “se trataba de una mujer a la que se le perdonaba
las acciones cometidas”. Sin embargo, en otras muchas ocasiones se concedió a
muchas mujeres “un tratamiento penal severo”, con duras penas de cárcel y
reclusión, tal y como señala el estudio. Además, su condición de mujeres
políticas era tratada con mayor dureza por parte del régimen ya que este tipo
de actividades no entraban “dentro de las funciones naturales femeninas”,
establecidas por la Sección Femenina.
Martínez señala que “por
esa única condición de mujeres, su trato en la cárcel podía llegar a ser mucho
más severo”. En medio de condiciones infrahumanas, el estudio destaca un
aspecto clave para conocer la memoria de aquellas mujeres y sus vivencias: las
redes de solidaridad que ellas creaban en esas cárceles. “Es muy bonito
conocer de cerca ese aspecto que revela cómo se fueron forjando los mecanismos
de supervivencia dentro y fuera de la prisión”, concluye Martínez.
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/
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