El poeta libanés, de origen sirio, retrató
las miserias de la ciudad estadounidense y por extensión la relación entre
Occidente y Oriente
Cultura | Kepa Arbizu - TerceraInformación |
23-09-2014 |
Un título tan directo como “Epitafio para
Nueva York” es lo bastante significativo como para no dejar demasiadas dudas
sobre el contenido que esconde. En este caso, y expresado de forma genérica, se
trata de una mirada nada complaciente con el modo de vida (en su expresión más
amplia) norteamericano. Su autor Adonis (de origen sirio y nacionalizado
libanés), de nombre verdadero Ali Ahmad Said Esber y uno de los eternos
aspirantes a ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura, realizó esta
obra en 1971, a pesar de que en la actual edición publicada por Nórdicas Libros
incluya también dos poemas, “Garganta de piel roja” y “Paseo por Harlem”,
fechados en 1996 y 1997, que entroncan con esa temática.
El hecho de que este libro se escribiera
entre Nueva York y Bikfaya (Líbano) es mucho más que un mero detalle
geográfico. En verdad se trata de la representación de esa dicotomía que se
desarrolla a lo largo de él y que estará presente a todos los niveles, como el
relacionado con el hecho mencionado, encarnado en una mirada expresa hacia
Nueva York, y por extensión a Estados Unidos, pero siempre pendiente de ese
otra realidad, a la larga interconectada , que es la de Oriente, dando como
resultado la representación de una mezcla de culturas (“Que las ratas en Beirut
y en otras partes / se pasean burlonas por la sede de la Casa Blanca”; “Nueva
York, tienes en mi país la tienda de campaña y el lecho, la silla y la cabeza.
Y todas las cosas a la venta: el día y la noche, la piedra de La Meca y el agua
del Tigris”).
Un poemario el realizado por Adonis que tiene
un espejo bastante evidente con aquel que escribiera Federico García Lorca,
“Poeta en Nueva York”. No se trata sólo de la equiparación lógica en cuanto a
escenario y actitud, ni incluso en la aparición de zonas concretas y homenajes
explícitos (como el dirigido a Walt Whitman), sino la más importante: esa
mezcla (de nuevo aparece este concepto, y no será la última vez) de lirismo, en
esta ocasión manifestado bajo esa actualización de los modelos tradicionales de
la poesía árabe habitual en el autor, y la utilización de imágenes cercanas al
surrealismo, como se desprende de versos como “Los corazones están hinchados
como esponjas y las manos, llenas de aire. / Amasas con nieve a los niños para
hacer las dulces / rosquillas de nuestro tiempo. Tu voz es óxido, veneno
residual de la química”.
Pero la obra está repleta de versos que
trabajan como auténticos dardos que tienen como objetivo la forma de vida que
impone Estados Unidos, y para ellos utiliza una forma más directa, como
aquellos que pudieran pertenecer a Nazim Hikmet o Vladimir Maiakovski. Valga
como ejemplo “NUEVA YORK, / cultura con cuatro patas. Cada distrito es un
crimen y un camino hacia el crimen. / Cada día es un sepulturero negro / que
lleva una hogaza negra, un plato negro / Y en ellos traza la historia de la
casa Blanca". Eso no impide que haya espacio también para una mirada más
optimista, casi siempre orientada al pasado o a su historia, representada en
personajes como Lincoln o Walt Whitman, pero enfrentada a su presente (Nixon)
al que acusa de prostituir esos valores.
“Epitafio para Nueva York” es un bello, a
pesar de la crudeza y contundencia que a veces entona, poemario que desnuda las
carencias y miserias del gran coloso que es Nueva York, ariete del imperio
estadounidense. Además es un manifiesto, en forma y fondo, sobre la eterna
dicotomía, y sus consiguientes contradicciones, manifestada principalmente en
la relación entre Occidente y Oriente.
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