María Serrano / 27 sep
2014
Imagen del
documental 'Las maestras de la República'.
“Defiende a la
derecha pero no es de fiar. Alardea de darwinista. Escéptica en materia
religiosa y hace alardes de mujer moderna”. Son algunas de las sumarias descripciones
contenidas en los informes para justificar la depuración de los maestros
republicanos andaluces al inicio de la dictadura franquista. Diego Caro,
catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Cádiz, ha
documentado en uno de los capítulos del libro colectivo ‘La Memoria de Todos’,
que editará la Fundación Alfonso Perales, un retrato de aquella depuración de
funcionarios en la Segunda República. Los maestros andaluces de escuela e
instituto sufrieron, dentro de la represión general, una especial persecución
que llevaría a muchos de ellos a la inhabilitación profesional y a muchos
otros a una muerte segura en las tapias y cunetas de los territorios
controlados por los rebeldes.
“Tacharon la
profesión de maestro de peligrosa y manipuladora en los periódicos de la
época”, destaca Caro. Este colectivo
portaba la carga ideológica de izquierdas o simplemente republicana que podía
transmitirse a las nuevas generaciones, esa carga que la dictadura de Franco
quería eliminar de raíz. José María Pemán destacaría, en fecha muy temprana y
como objetivo del nuevo ministerio de enseñanza de la dictadura, que todas las
sanciones previstas a los enseñantes “tenían un carácter preventivo para la
futura causa nacional”.
LAS COMISIONES
DEPURADORAS
En el año 36 se
crearían las conocidas comisiones depuradoras. Cada una de ellas tenía un
ámbito territorial de actuación. Por una parte, se encontraban las dos de
alcance nacional: una destinada para el profesorado de la universidad y otra
para las escuelas técnicas de ingeniería. Ya en el ámbito provincial, se
ubicaba la comisión depuradora para los maestros y profesores de institutos de
cada provincia.
Diego Caro
explica que “todos los maestros estaban obligados a presentarse ante la
comisión depuradora y desde allí pedían informes a la Guardia Civil, al alcalde
del pueblo donde estaban ejerciendo, incluso al cura de la parroquia más
cercana al centro de enseñanza”. Entre las preguntas más habituales que se
hacían desde las comisiones había una primordial y no menos curiosa; que el
profesor fuera una “persona de gran solvencia moral” para poder readmitirlo. A
partir de las valoraciones subjetivas, el maestro era llamado por la comisión
tras redactar un informe que podía resolverse de tres formas: la libre
absolución, renovando su cargo de funcionario; el traslado a otra localidad o
provincia; y en el peor de los supuestos, la separación definitiva del servicio
o la jubilación forzosa del afectado.
Al mismo tiempo
que se producía la depuración por parte del aparato franquista, el profesor
Caro recuerda que “se asesinaban en la cunetas a centenares de maestros
funcionarios y profesores de la universidad cuyo único delito era haber apoyado
a un partido republicano o por formar parte de organismos del Gobierno legítimo
de la República”. La cifras concretas de los maestros fusilados en
Andalucía son desconocidas, aunque sí se sabe que el 19% de aquellos maestros
fueron inhabilitados de su cargo en este período y aquellos que
pudieron continuar, tuvieron que hacerlo con informes periódicos de conducta
para no caer en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Una de
las normas promulgadas en diciembre del 36 señalaba la vigilancia para estos
profesores que podían forjar “generaciones incrédulas y anárquicas” en medio de
aquella dictadura fría y gris que no los haría libres.
PERSECUCIÓN DE
CONDUCTAS
La profesora
Yolanda Blasco destaca en un estudio publicado por la Fundación Largo
Caballero, titulado ‘La depuración de funcionarios bajo la dictadura
franquista’, que estas comisiones no trataban de juzgar en ningún caso
“delitos tipificados; se trataba más bien una persecución de las conductas
que buscaba averiguar las ideas y convicciones de los funcionarios”.
La historia del
maestro Juan Pérez Creus resulta significativa dentro de este estudio, ya que
pertenecía a la generación jóvenes de maestros de la República. Con tan solo
19 años fue destinado como profesor de enseñanza primaria a La Línea de la
Concepción (Cádiz). Cuando comenzó la guerra se refugiaría en Gibraltar y
formaría parte de las filas del ejército republicano. Tras ser depurado por una
comisión provincial, la única salida para Creus en medio de la dictadura fue
ejercer como docente para los cuerpos de Examen del Estado en Madrid sin poder
pertenecer al cuerpo de funcionarios. No pudo volver a ocupar el aula, ni dar
clases en los pupitres de primaria hasta 1977. Se jubilaría dos años más tarde.
Caro señala
que, no obstante, estos “ejemplos de profesores depurados en el año 36 y
recuperados eran muy escasos, aunque al apartarlos de la profesión tan
jóvenes les dio tiempo a ejercer después con la llegada de la democracia”
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/
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