Tenemos unos gobernantes que parecen convencidos de que las
instituciones son de goma y gozan de una capacidad ilimitada para soportar
ocurrencias
El
presunto pederasta de Ciudad Lineal cae detenido en una espectacular operación
policial justo a tiempo para entrar en los telediarios de la noche siguiente al
campanazo de Gallardón, el hombre que se creyó que aquello que le dijo Rajoy
sobre reformar el aborto iba en serio. Por supuesto, solo fue una simple casualidad. Dos días después,
probablemente alguien desde el Partido Popular, filtra que el exministro y ex progre oficial del
PP podrá sentarse en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid cobrando más
de ocho mil euros al mes brutos. Por supuesto, solo es otra casualidad.
Artur
Mas monta una performance para firmar la mítica convocatoria del 9-N que
recuerda a la signatura del tratado de Versalles o de los contratos de
Cristiano Ronaldo o Messi. También por pura casualidad, el evento sucede justo
al día siguiente de que Pujol acudiera al Parlament a decirnos que no era
corrupto, solo despistado, que se había hecho defraudador fiscal por miedo a la
represión franquista y que no se pusieran tan estupendos con su caída no fuera
a ser que cayeran todos, como los nidos de los árboles.
La
respuesta del gobierno central fue un espectáculo vía satélite. Mientras
Hacienda le abría una inspección a la Asamblea Nacional Catalana y Soraya Sáenz
de Santamaría hacía de Agustina de Aragón, emboscada en los jardines de la
Moncloa con un puñado de indomables abogados del Estado dispuestos a todo, Mariano Rajoy paseaba por la
Gran Muralla China; no sabemos si comprobando si efectivamente es tan grande
que se ve desde el espacio. Estaba tan tranquilo haciendo turismo mientras
Mas hacia espectáculo que a lo mejor hasta tuvo que venir un
guarda a avisarle que cerraban el monumento.
Tenemos
unos gobernantes que parecen convencidos de que las instituciones son de goma y
gozan de una capacidad ilimitada para soportar ocurrencias. Por eso tiran y
tiran sin que parezca preocuparles que puedan romperse. Pero las instituciones no son de goma y
tampoco pueden aguantarlo todo.
Cuando
se las fuerza demasiado, quiebran. Cuando se acabe la fiesta alguien deberá
recoger los restos y limpiar lo poco o mucho que quede ¿Y quién va a estar
en condiciones de afrontar tan loable tarea? ¿El Parlament inerme
donde acudió Pujol a hacerse el ofendido viudo de Catalunya con total
impunidad? ¿El decorado de la Generalitat donde Artur Mas parece estar rodando
una secuela de Austin Powers? ¿El sainetero gobierno central que un día alienta
sobre la ruptura de España y al siguiente se va de picnic? ¿Ese Tribunal
Constitucional como de broma que todo el mundo sabe qué va a fallar?
Toda la gente de orden que
tiene un poco de poder en España se declara muy preocupada por la evidencia de
que la gente muestra cada vez más desafección hacia las instituciones... ¿Qué
instituciones?
Fuente: http://www.eldiario.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario