26 Septiembre 2014 - 17:47 h.
"Catalunya un solo pueblo", esta era la
principal consigna que, en la pre-democracia, el PSUC impuso con su hegemonía
entre la oposición democrática y en la sociedad catalana. Posteriormente se
convirtió en una frase definitoria de la Catalunya de la transición y de la
democracia la de "Es catalán quien vive y trabaja en
Catalunya". Esta voluntad de unidad del pueblo ha conseguido ser durante
mucho tiempo algo asumido por la ciudadanía catalana. El deseo de impedir la
división entre los catalanes de origen y los "otros catalanes", como
los definió de forma acertada Paco Candel, fue una opción de la
izquierda catalana que ha sido y se mantiene hegemónica en la sociedad catalana
y ha permitido en gran medida su cohesión social y nacional.
La frustración, la
desafección, el centrar los principales ataques del nacionalismo español en
ERC, dio alas a esta formación y al independentismo, frente a una posición
federalista que siempre había sido ampliamente mayoritaria en la comunidad
En la misma línea fue una propuesta de la izquierda, también especialmente
del PSUC y de gente socialista, como la pedagoga Marta Mata, la que
impulsó la política de inmersión lingüística. Por mucho que no se recuerde
ahora la gente de Jordi Pujol era más partidaria de crear dos redes
escolares, una en catalán y otro en castellano. Finalmente la inmersión
lingüística consiguió el pleno consenso político. El objetivo por el que la
izquierda lo planteó era evidente, evitar la creación de dos comunidades
diferenciadas, como sucedió en gran medida en el País Vasco. La inmersión ha
sido un acierto y un éxito que ha permitido, no sólo el aprendizaje del catalán
y el castellano, sino la propia convivencia social y la plena integración,
incluso en los últimos años con la novísima inmigración procedente de terceros
países.
Las fábulas y teorías sobre la existencia de un problema lingüístico en
Catalunya ha sido una "leyenda urbana" externa. Se ha hablado mucho
del tema fuera de Cataluña, en determinados círculos fundamentalmente de la
derecha española del PP, que no ha calado en ningún momento a Catalunya y que
no ha tenido prácticamente eco en la sociedad catalana. Incluso con los
intentos de los últimos años del PP de introducir políticamente el tema, su eco
dentro de la sociedad catalana ha sido prácticamente nulo. No ha habido un
problema de cohesión social en Catalunya derivado de la lengua.
No hay duda de que durante mucho tiempo la derecha española ha intentado
crispar la sociedad catalana sin éxito. La sociedad catalana no ha tenido
ningún problema especial, salvo los normales en toda relación política, en su
relación con el Estado, y la prueba más evidente ha sido la escasa incidencia
del independentismo en Catalunya durante muchos años. La política de la derecha
catalana de Pujol del "peix al cove” (pájaro en mano) la situó como
acompañante permanente de todos los gobiernos del estado, tanto del PSOE como
del PP.
El deterioro de la relación y la desafección de una muy amplia mayoría de
la sociedad catalana, tiene un origen: el trámite del nuevo Estatut de
Catalunya, impulsado por el Gobierno de Tripartito de Izquierdas, y contra el
que la derecha española, con el PP a la cabeza, lanzaron una campaña
especialmente virulenta que terminó con la impugnación del Estatuto ante el
Tribunal Constitucional. La sentencia que recortó un texto refrendado por el
pueblo de Catalunya provocó una verdadera ruptura en la relación
Catalunya-España. A la actitud beligerancia del PP hay que sumar la actitud
pasiva, ante estos ataques, por parte del PSOE y el Gobierno de Zapatero.
Los culpables últimos de la actual situación política en Catalunya hay que
buscarlos en aquella actuación sectaria y electoralista del PP. La frustración,
la desafección, el centrar los principales ataques del nacionalismo español en
ERC, dio alas a esta formación y al independentismo, frente a una posición
federalista que siempre había sido ampliamente mayoritaria en la comunidad.
Esta situación inicial y la crisis económica posterior son responsables de
que una gran parte de la sociedad catalana se haya ido radicalizando,
últimamente, hacia posiciones independentistas.
Los últimos gobiernos de Mas y CiU han hecho una política de
recortes sociales que han sido las primeras y de las más radicales aplicadas
dentro del Estado español. Sus políticas han afectado de forma grave a la
cohesión social pero el Gobierno de CiU, con el apoyo de ERC, han derivado toda
la responsabilidad sobre el Estado al que responsabilizan de todos los aspectos
negativos de unas políticas que hay que remarcar han llevado a cabo por
convicción propia.
A la crisis que sufre la sociedad catalana, similar a la del estado, se
añade un alto grado de desafección respecto a un Estado al que se
responsabiliza de no respetar la voluntad del pueblo catalán después del
Referéndum del Estatut, previamente aprobado por la soberanía catalana, del
Parlamento, y la española, de las Cortes.
Este es el cultivo que Mas y sus acólitos utilizan para agrandar un
imaginario colectivo, difundido hasta la extenuación por los medios públicos
del Gobierno de CiU, donde aparece una Catalunya agraviada por el Estado, y que
se plasma en dos conceptos: "no nos quieren" y "nos
discriminan". Todo esto además alimentado y justificado pon las
actuaciones sectarias del Gobierno del PP en temas como la lengua y la
educación. A partir de esto se crea un único tema de debate mediático y
político en la sociedad catalana que margina todos los demás. Así "el
debate nacional" reduce a un segundo término "el debate social".
En la agenda política y social parece como si sólo hubiera un tema de debate,
impuesto a través de los medios de comunicación, especialmente públicos, el
debate territorial. Todos los otros temas de carácter social son reducidos a un
carácter marginal, no hay forma de que sean noticia, ni los recortes en
sanidad, educación, o el problema del paro, ni siquiera consiguen relevancia
las movilizaciones sociales, mientras desde los mismos medios se
ultramagnifican, cuando no se convocan descaradamente,las movilizaciones sobre
el tema nacional. El tema nacional domina los medios, y ya sabemos que lo que
no es noticia, especialmente televisiva, no existe.
En la sociedad catalana hay un amplio consenso respecto a la necesidad de
establecer una nueva relación con el Estado que permita superar lo que
significó el recorte del Estatut. También hay un amplio consenso en que el
actual "impasse" sólo podrá ser superado por una solución que, como
en el caso del Estatut, sea refrendada por el voto de la ciudadanía catalana,
lo que se ha dado en denominar "el derecho a decidir” o “la consulta”.
Pero hoy las fuerzas hegemónicas en Catalunya representantes de este
pensamiento nacionalista en lo territorial y conservador en lo social, no dudan
en tergiversar los conceptos. Así sus poderosos medios tergiversan e
identifican "derecho a decidir" con "independencia". Es una
situación que nos recuerda la vivida en la larga etapa del pujolismo cuando
éste en su discurso identificaba como sinónimos los términos
"Catalunya" = "CiU" = "Pujol".
Ya no se habla de la
Cataluña real, la que existe con sus necesidades y sus agravios nacionales y
sociales, sino de una Cataluña "idealizada" donde lo más importante
es el supuesto derecho al "ideal de nación eterna" siempre subyugada.
Ahora llevamos casi dos años de continua propaganda institucional que vende
todo un ideario supuestamente "histórico" y "indiscutible"
sobre los derechos históricos de Cataluña. Ya no se habla de la Cataluña real,
la que existe con sus necesidades y sus agravios nacionales y sociales, sino de
una Cataluña "idealizada" donde lo más importante es el supuesto
derecho al "ideal de nación eterna" siempre subyugada. Se vuelve a un
juego donde una nación ideal, fruto de una historia recreada en torno al mito
de 1714, suplanta la sociedad catalana real.
Se enfrentan dos ideas imperantes propias de los dos nacionalismos hegemónicos,
el nacionalismo español en manos de un Gobierno del PP intolerante y sectario,
y el nacionalismo catalán más radical utilizado por el Gobierno de la derecha
conservadora de CiU con el apoyo de ERC. Todo ello con una falta de
planteamientos desde un desconcertado socialismo español y catalán que juega un
papel vacilante y poco definido. Y una situación minoritaria de la izquierda
alternativa, que tanto en España como en Catalunya trata de defender el
razonable "derecho a decidir" con la necesidad de buscar una salida
racional, pero con poco eco mediático y carente del apoyo de los socialistas
para crear un polo fuerte dentro de los partidarios del derecho a decidir.
Por primera vez se da una verdadera pérdida de cohesión social dentro de la
sociedad catalana, como también se da en la española, derivada fundamentalmente
de una crisis especialmente económica y social, y de las políticas de
austeridad practicadas. Crisis que también es territorial, política e
institucional. Nos encontramos en una situación donde la racionalidad parece no
tener lugar, donde la razón es asaltada por la irracionalidad. Estamos en un
peligroso momento en que los nacionalismo de ambas partes pueden imponer un
"choque de trenes", sin tener en cuenta su coste social.
Podemos afirmar que "el debate nacional" aún no ha creado ninguna
fractura importante en la sociedad catalana y que la rotura de la cohesión es,
hoy por hoy, la derivada de la crisis económica y las políticas de recortes. A
pesar de todo no se puede ocultar que empiezan a aparecer los primeros síntomas
hasta ahora desconocidos de intolerancia e intransigencia en la sociedad
catalana. No hablamos de la intolerancia permanente del Gobierno del Estado y
su falta de políticas de diálogo para resolver un problema político. Cabe
señalar también que no hablamos de la respuesta normal a la intolerancia que
llega proveniente del PP y del Gobierno del Estado. Hablamos de los primeros
síntomas de intolerancia y de presión social dentro de Catalunya, que se dan
desde sectores partidarios del independentismo y que casualmente no van
dirigidos hacia la población castellanohablante, quizá por condescendencia al
considerar que es normal que no estén por la independencia, sino hacia los
catalanoparlantes, sean socialistas o incluso partidarios del "derecho a
decidir", que no apoyan las tesis independentistas, y a los que se les
empieza a negar su catalanidad. Esto es un hecho nuevo que se empieza a
percibir y que hace que en determinados sectores y/o territorios mucha gente no
se atreva a expresar su propia opinión. Incluso se da el caso de gente que bajo
la presión social del entorno participa en actos que tienen una finalidad
diferente a la de su opinión personal. La progresión de situaciones como estas,
de no detenerlas, podrían conducirnos hacia una división y ruptura social poco
deseable.
Es imprescindible que al margen del recorrido que pueda tener la
"consulta" y el "debate nacional" vuelva a salir con fuerza
la prioridad del "debate social" que es el que plantea los problemas
que afrontan las clases populares con la necesidad de alternativas a los
problemas reales del paro, la sanidad, la educación, la vivienda, la
dependencia y tanto otros que son la prioridad de las personas, como
contrapunto a la situación unidimensional creada por aquellos, que como el PP y
CiU, ya les está bien que no se hable de los problemas concretos.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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