El sexo y la ambición fueron factores fundamentales
para lograr el poder en la España de los monarcas.
nuevatribuna.es | Edmundo Fayanas Escuer | 19
Septiembre 2014 - 15:13 h.
Nace en la ciudad italiana de Parma, el 25 de octubre de 1692. Era hija de
Eduardo de Farnesio, heredero del ducado de Parma y de Dorotea Sofía de Neoburgo.
Era el segundo descendiente de dicho matrimonio.
Los primeros años de su vida transcurrieron en Parma, rodeada de lujos,
debido a su abolengo. Su padre murió cuando ella tenía un año. Entonces pasó a
ser tutelada por un corto periodo de tiempo, por su abuelo el duque
Ranuncio II y después por su tío Francisco, que era duque de Parma y que acabó
convirtiéndose en padrastro, al contraer matrimonio con su madre Dorotea Sofía.
Recibió una exquisita educación y tuvo los preceptores más prestigiosos del
momento, estudiando gramática, retórica, historia y geografía.
Cuidó especialmente el estudio de los idiomas, llegando a hablar siete lenguas,
como el francés, toscano, castellano, griego, latín……
Se le dio una notable formación artística, como baile, música (tocaba el
clavicordio). Recibió clases de pintura por parte del pintor Avanzini.
Desde joven ayudó a numerosos artistas y fue una asidua lectora, lo que le hizo
poseer una importante colección de libros, que con los años se convirtió en una
de las bibliotecas mejores de Europa. Toda esta formación la convierten en una
mujer muy culta. Además tenía una gran inteligencia y una amplia
preparación política.
Isabel poseía un cuerpo esbelto y atractivo, pero de niña sufrió la viruela
que deja marcada su cara afeándola notablemente. Tenía un fuerte carácter y una
personalidad autoritaria, que le hacía ejercer una gran influencia.
Las muertes de su hermano mayor, Alejandro Ignacio en 1693 y de su padre
Eduardo en 1963, la convierten en tercera aspirante en la línea sucesoria del
ducado de Parma. Así muere primero su tío y posteriormente su padrastro
Francisco en 1695 y después Antonio Farnesio. Esto hace que Isabel sea
heredera única de los Estados de los Farnesio y de los Medicis a partir de
1743.
El 14 de febrero de 1714, fallece María Luisa de Saboya, que era la primera
esposa de Felipe V. Tanto la princesa de Ursinos (que actuaba como
primer ministro) y el consejero Jean de Orry, entendieron que debía casarse
nuevamente Felipe V, pues tenía solo treinta años, era joven todavía y era muy
activo sexualmente, de su matrimonio con María Luisa, tuvo dos hijos, Luis y
Fernando lo que ya le aseguraba la continuidad dinástica.
La princesa de Ursinos que tenía un gran poder, fue la encargada de buscar
la mujer que se casaría en segundas nupcias con Felipe V. El cardenal Alberoni
arzobispo de Málaga le propuso a Isabel de Farnesio, que la definió como “una
princesa sumisa, obediente, sin deseos de mando, a la que no le gusta mezclarse
en los negocios de la nación ni en las intrigas que rodean el trono…, es una
buena muchacha, regordeta, saludable y bien alimentada… acostumbrada a no
escuchar otra cosa que no se refiera a la costura y el bordado”.
Esta descripción entusiasmó a la princesa de Ursinos, que ya no indagó más,
pues de esta forma ella seguiría mandando. La realidad, como vemos, es que la
descripción del cardenal Alberoni era la contraria de lo que realmente era
Isabel de Farnesio. Esto le permitió ascender a Alberoni al poder en
España.
Retrato de Felipe V e Isabel de
Farnesio, de Louis-Michel van Loo (1743). Óleo sobre lienzo, 181 cm x
127,00 cm. Museo del Prado.
A mediados de 1714 se produjo el matrimonio por poderes. Inmediatamente
emprendió el viaje hacia España, a través de Francia y aprovechó para tener un
conocimiento real de la vida política en la Corte española. En su camino visitó
a su tía materna, Marina de Neoburgo.la cual le previno sobre el control que tenía
la princesa de Orvinos sobre su marido. Después fue recibida en Pamplona por el
cardenal Alberoni.
Felipe V la esperaba en Guadalajara, pero la princesa de Orvinos se
adelantó y la recibió en Jadraque, para darle la bienvenida, el 22 de diciembre
de 1714. Al recibirla la princesa de Orvinos no hizo la reverencia y la trató
con familiaridad. Isabel reaccionó de forma violenta expulsándola de su
presencia y de España de manera inmediata.
Se reunió con Felipe V el día de Navidad, 24 de diciembre de 1714 en el
palacio del Infantado de Guadalajara, donde se ratificó la boda e
inmediatamente se fueron a la cama a consumar el matrimonio.
Felipe V ratificó la expulsión de la princesa de Orsinos y de todos sus
colaboradores. Fue destituido Orry al frente de Hacienda, Macanaz fue enviado
al exilio y el confesor real Robinet, fue sustituido por el padre Daubeton,
siguiendo únicamente el marqués de Grimaldi. La reina enseguida se ganó
el cariño de los españoles, pues había eliminado al denominado partido francés,
instalado sólidamente en la Corte. Pero la decepción también fue rápida, pues
fueron sustituidos por italianos y no por españoles.
Isabel sin poseer una gran talento político disfrutó de un gran poder
durante casi cincuenta años de la historia de España. Era muy enérgica,
voluntariosa y ambiciosa. Para realizar todo esto contó con la ayuda
inestimable del cardenal italiano Alberoni que ejerció siempre como un primer
ministro. También jugó un papel muy importante el padre confesor
del rey Daubenton, a quien recurría constamente el rey.
Cada vez influenciaba más Isabel en Felipe V, de forma que hizo cambiar la
policía exterior española. Empezó por reclamar sus derechos dinásticos en
Francia. Consecuencia de ello, se firmó el Primer y Segundo Pacto de Familia. Hizo
que la política española se centrara en Italia, intentando recuperar para la
monarquía española, los territorios italianos que se habían perdido por el
Tratado de Utrech.
Isabel llenó de atenciones a Felipe V y siempre estuvo cerca de su marido.
Luis Salazar Castro describía muy bien la situación: “El Rey, es
inclinadísimo al honesto ejercicio de la caza y la Reyna tiene tal gusto y tal
destreza en ella que su más delicioso tocado es el campo y el arcabuz la
enseñanza de los más expertos cazadores. El Rey ama la música, y la Reyna lo
sabe con mucha gracia, y encuentra en ella la más inocente diversión, que
deleyta tanto los ánimos más racionales, más cultivados, y más sensibles. La
pintura es el ídolo del rey que se muestra dichoso y la Reyna hace del pincel
su más agradable aguja. En todo es su majestad conforme a las gloriosas e
inculpables inclinaciones de su real Unión”.
Felipe V era una persona muy activa sexualmente y la reina siempre lo
complacía. Esto, llegó a ser el arma más eficaz como forma de influencia.
Felipe V tenía , el sexo y la religión. El cardenal Alberoni decía que el
rey lo que necesitaba era “un reclinatorio y una mujer”. El
embajador francés Saint-Aignon escribía en 1717 “el monarca se está
destruyendo visiblemente a causa de la utilización excesiva de la reina. Está
completamente agotado”.
Felipe V era conocido como “el guarro” pues pasaba largas temporadas sin
lavarse. Como hemos visto su promiscuidad sexual era inagotable, al mismo
tiempo que su puritanismo y remordimientos eran inmensos, lo cual le provocaban
terribles dolores de cabeza y depresiones. Así que cuando se quedó viudo de su
primera mujer, la prioridad es encontrarle una nueva esposa, para que pudiera
fornicar sin remordimiento.
Retrato de la Familia de Felipe
V, de Jean Rancc (1723). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado
Fruto de su matrimonio fueron siete hijos:
- Carlos III (1716-1788), rey de España y de las Dos Sicilias.
- Francisco (1717). Fallecido al poco de nacer.
- Mariana Victoria (1718-1781). Fue esposa de José I y reina
de Portugal.
- Felipe (1726-1765). Duque de Parma.
- María Teresa (1720-1746). Esposa de Luis, Delfín de
Francia (hijo de Luis XV.
- Luis Antonio (1727-1785). Arzobispo de Toledo y cardenal
desde 1735 a 1754, cuando abandona la vida eclesiástica, al recibir el
Condado de Chinchón.
- María Antonia (1729-1785). Fue esposa de Víctor Amadeo III
de Cerdeña.
Isabel no fue una madre amorosa
pues todo su tiempo lo dedicó a las intrigas políticas para, precisamente
forjarles ese brillante porvenir que deseaba para sus hijos.
El rey Federico II de Prusia la describía así: “La Reina Isabel de
Farnesio, habría querido gobernar el mundo entero; no podría vivir más que en
el trono. Se le acusó de haber precipitado la muerte de don Luis, hijo del
primer matrimonio de Felipe V. Los contemporáneos no pueden acusarla ni
justificarla de este asesinato. El carácter de eta mujer singular estaba
formado por la soberbia de un espartano, la tozudez de un inglés, la sutileza
italiana y la vivacidad francesa. Andaba audazmente hacia la realización de sus
propósitos; nada la sorprendía, nada podía detenerla…..”
Felipe V muere en 1746, pero desde hacía ya seis años presentaba una gran
inestabilidad mental. Sube al poder Luis, que muere rápidamente debido a una
viruela y que como hemos visto acusan a Isabel de este hecho. Le sucede
Fernando VI. Isabel siempre mostró una gran antipatía por Fernando, negándose
en el reinado de Felipe V a que formara parte del Consejo de estado, lo cual
dificultó que aprendiera sobre las distintas instituciones políticas del reino.
Al subir al poder Fernando VI, desterró a Isabel al real sitio de la Granja
de San Ildefonso en Segovia. Aunque ella se hizo construir otro palacio
cercano, el Palacio Real de Riofrío. En este periodo de doce años, se dedicó a
mantener una correspondencia fluida con sus hijos y especialmente con su hijo
Carlos que era rey de Nápoles.
Al mismo tiempo llevaba una vida cultural muy intensa, pero siempre estuvo
atenta a la evolución política del reinado de Fernando VI y muy especialmente
tras la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza. En sus años de gobierno,
Fernando VI cayó frecuentemente en fuertes depresiones cercanas a la demencia.
Fernando VI muere en el año 1759 sin descendencia, lo que provoca que el
primogénito de Isabel sea nombrado rey de España con el Título de Carlos III.
Isabel inmediatamente después de la muerte de Fernando VI abandona el
exilio y vuelve a la corte madrileña. Como Carlos estaba en Nápoles pues
entonces era su rey, solicitó a su madre Isabel, que se ocupara de los asuntos
de gobierno en calidad de Regente, posición que ella aceptó muy gustosa. De
esta forma, Isabel de Farnesio gobernó como Regente de España entre agosto y
diciembre de 1759.
Carlos III mantuvo a su madre siempre junto a él, asesorándole en todos los
asuntos políticos. Sin embargo, Isabel nunca se entendió con la mujer de Carlos
III maría Amelia de Sajonia, que tenía apenas dieciséis años y que en
consecuencia era mucho más joven que Carlos III que ya tenía 43 años.
Busto de Isabel de Farnesio. De
Rene Fremin, Palacio Real de Madrid
Isabel se retira al palacio Real de Aranjuez a finales de 1765, llena de
achaques propios de su avanzada edad. Muere a la edad de setenta y tres años,
el 11 de julio de 1766. Es enterrada junto a los restos de Felipe V en el
Palacio real de la Granja de San Ildenfonso, en un mausoleo emplazado en la
Real Colegiata de la Santisima Trinidad, en la llamada Sala de las reliquias,
templo que está unido al propio palacio.
Dentro del legado artístico que nos dejó es que tanto Felipe V como Isabel
de Farnesio formaron una importante colección de arte. Cada cónyuge marcaba sus
cuadros con un símbolo dinástico. A Isabel le gustaba especialemnte el pintor
Murillo, del que consiguió una extensa colección.
Podemos comprobar como el sexo y la ambición son factores fundamentales
para lograr el poder en la España de los monarcas.
Fuente: www.publico.es
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