El historiador acaba de publicar 'Los obreros contra el
trabajo', una historia de Barcelona y París BAJO el Frente Popular
28/09/2014 - 20:14h
El historiador Michael Seidman
Hablar
con el historiador Michael Seidman es realmente sencillo. De trato agradable y
facilidad de palabra, se ríe al comenzar a hablar de su libro Los
obreros contra el trabajo,
recientemente editado en castellano por Pepitas
de Calabaza: “Hace 20 años que lo escribí, espero
acordarme”. Su tesis sobre la relación de los obreros con su actividad laboral comparando la situación de España y Francia en el
periodo de 1936 a 1939 supone una novedad al ir más allá de inclinaciones
ideológicas. Actualmente, trabaja como historiador en la Universidad de
Carolina del Norte y además de éste, ha publicado otros tres libros
relacionados con las revoluciones de España y Francia desde una óptica social.
¿De
dónde surge la motivación para establecer una comparativa de una realidad
laboral entre Barcelona y París en esa época en concreto?
A
finales de los años 70 estuve estudiando en París y mientras escribía mi tesis
entré en contacto con
los jóvenes que definían la revolución como “no trabajar”. Ellos me dieron la
idea de escribir un libro de historia comparativa sobre lo que hicieron y no
hicieron los obreros de Barcelona y los de Francia durante el Gobierno del
Frente Popular.
Busqué
en los archivos de España, especialmente en Salamanca y en Barcelona. Cuando
Franco ganó la guerra se centralizaron todos los documentos en Salamanca. Las
fuentes más interesantes fueron las actas de los consejos obreros. Aunque un
poco desorganizados, los archivos de las grandes Empresas de Agua, gas y electricidad y otras
fábricas de Barcelona como Fabra i Coats, estaban ahí. Nadie los había
estudiado, porque los historiadores estaban tan centrados en lo político que se
quedaron en los panfletos o periódicos de su propia línea.
Los obreros contra el trabajo, un ensayo de Michael Seidman sobre el Frente Popular en Barcelona y París |
El
libro se publicó por primera vez en estados Unidos
en 1991 y posteriormente se tradujo a siete idiomas. Tuvo una repercusión bastante
grande, ¿no?
Sí,
pero fue hace pocos años, relativamente, cuando empezó a tener interés para el
público. Por ejemplo, en japonés se publicó en 1997. También se editó en turco
y en francés de manera pirata. Una editorial libertaria alemana publicó una muy
buena edición. Además, se difundió una versión resumida en griego. Es un libro
más o menos académico que casi nadie había leído y ahora es
como si hubiese regresado. Lo cual me alegra, porque casi me había olvidado de
él. Quizás las nuevas generaciones encuentren interesante esta resistencia al
trabajo.
Cuando
se publicó la primera vez, yo estaba trabajando en Rutgers, una universidad de
Nueva Jersey, cerca de Nueva York. El texto generó mucho debate, hubo muchas
cartas por parte de profesores de historia francesa con poder académico
quejándose del libro. De hecho, me despidieron. Pero bueno, encontré otro empleo y
seguí trabajando sobre historia francesa y española. También ha recibido
algunas buenas reseñas dentro del mundo académico pero no provocó mucho
entusiasmo. En círculos anarquistas y libertarios sí que tuvo mejor acogida.
¿Qué
fue lo que pareció tan mal en los círculos académicos?
Es
difícil saberlo, porque para mí no tiene sentido. Quizás en otros ámbitos sí
podría entenderlo mejor, pero en el académico no. Tengo una teoría y es que
cuando la gente se encuentra algo que no puede entender
muy bien le echa la culpa al autor, no a su incapacidad de hacer el esfuerzo de
entender. Toda la historia laboral analizada desde 1960 está basada en la
teoría de que a los obreros les gusta trabajar. Tanto para los comunistas como
para los socialistas, los capitalistas… el trabajo define a la clase obrera. Y
mi punto de vista define a la clase obrera como la clase que se resiste al
trabajo.
La
resistencia al trabajo se analiza en dos sociedades industrializadas (más
Francia que España) sin que la tendencia política influya en el rechazo del
obrero. ¿Es un sentimiento inherente al ser humano?
Cuando
hablo de rechazo al trabajo me refiero al trabajo asalariado en fábricas
bastante grandes en ciudades industriales como París o Barcelona. No estoy
hablando en el trabajo en todos los periodos históricos. Aunque en otro libro
sí que he tratado el tema de la resistencia al trabajo de los campesinos en las
colectividades agrarias y el sentimiento es parecido.
Los
trabajadores de la época analizada en el libro no tenían reticencias a la hora
de hacer huelgas u otros métodos de resistencia al trabajo.
la tendencia parece ser la contraria, pese a que la crisis económica ha
reducido notablemente los DERECHOS LABORALES. ¿Qué es lo que frena ahora a los
trabajadores a rebelarse contra los abusos?
Creo
que se siguen tomando las mismas medidas pero son muy confidenciales, muy
secretas. Nadie va a decir: “No he venido al trabajo aunque en realidad podría
haberlo hecho”. Con respecto a las huelgas, ahora no puedo evaluarlas
porque no estoy demasiado al corriente sobre la España de hoy.
Pero la
huelga en sí es muy interesante porque existe en todos los países y en todas
las clases. El significado de la huelga es no trabajar y encaja muy bien con mi
definición de una clase obrera que se resiste al trabajo. Es muy interesante
también que la palabra “huelga” se dice de manera distinta en todas las
lenguas: strike, huelga, grève… indica que cada clase obrera ha descubierto esa
forma de lucha.
En
París tanto el Frente Popular como las organizaciones patronales y de la
iglesia fomentaron el ocio del trabajador con intereses propios y un objetivo
común: trabajadores sanos y felices que así serían más productivos. En España,
los militantes querían conseguir el control de las fábricas para dárselo a los obreros que
trabajarían para lograr un ideal. ¿Las personas son meros instrumentos de
producción? En tanto en cuanto no importa la persona sino su trabajo.
Exactamente,
ese es un buen sumario de mi libro. El Frente Popular tenía muy buenas
intenciones con las reformas de 40 horas semanales en lugar de 48, las dos
semanas de vacaciones pagadas… pero los obreros se aprovecharon de esta
situación para producir menos. No funcionó, a fin de cuentas. Y se pudo ver, una vez más, que la aspiración de los
obreros era trabajar menos.
En
España los militantes querían construir una España nueva, fuerte y libre.
Pensaban mucho en la Unión Soviética (los anarcosindicalistas menos que los
comunistas, claro), pero todos creían que la clase obrera tenía que trabajar
por la causa. Sin embargo, la gran mayoría de los obreros no fueron militantes,
sólo trataban de sobrevivir en la difícil situación de la revolución, de
guerra, de falta de comida. Esas fueron sus prioridades, no trabajar para el
fin común. Los anarcosindicalistas tampoco pudieron crear un nuevo modelo de
desarrollo. Les dijeron a los obreros: “Ahora es vuestra fábrica, vamos a
dirigirla democráticamente”. En mi opinión eso no es posible. En términos
exagerados, es como decirles a los presos de una cárcel: “Ahora es vuestra,
podéis dirigirla”. No tiene sentido. Tampoco el periodo del antifascismo
consiguió convencer a los trabajadores de trabajar más. Ni durante la
revolución española ni durante el Frente Popular francés.
Teniendo
en cuenta la evolución que ha seguido nuestra sociedad hacia
un sistema consumista y capitalista, ¿podría decirse que ha conseguido hacer el
trabajo más atractivo para las personas o sigue existiendo esta resistencia?
Yo creo
que sí, en el trabajo asalariado sigue existiendo dicha resistencia. Tal vez
con todo el desempleo que hay ahora, las personas tienen una motivación para
encontrar un trabajo, pero cuanto lo encuentran vuelve a aparecer esta
resistencia. El absentismo, el sabotaje, las enfermedades falsas… todo esto
sigue ahí. No puedo citar casos específicos, pero supongo que sí.
(Risas) Eso es muy teórico, no
sé cómo se puede hacer. Se puede amenazar a los obreros para que
trabajen pero no funcionará.
Fuente: http://www.eldiario.es/
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