En este
artículo realizamos una aproximación al nacionalcatolicismo. Estudiar la unión
estrecha entre el Estado y la Iglesia Católica en el franquismo puede ser muy
aleccionador en el momento presente, cuando el gobierno pretende imponer parte
de la moral católica a toda la ciudadanía española.
El
nacionalcatolicismo nació en la guerra civil y fue parte fundamental del
ideario franquista durante la contienda y la larga dictadura. Además,
condicionó a la propia Iglesia hasta bien entrada la década de los sesenta, y
aún fue mantenido por un sector de la misma hasta el final de la dictadura,
frente a los sectores más aperturistas imbuidos de las doctrinas del Concilio
Vaticano II.
El
nacionalcatolicismo partía de la identificación del régimen franquista con los
fines y medios de la versión integrista del catolicismo. El nacionalcatolicismo
fue la unión estrecha entre la política y la religión en el nuevo Estado.
España y la religión católica debían ir unidas, es decir, el destino del país
se identificaba con dicha fe. Un buen español era un buen católico. Los malos
españoles no eran católicos, según el tradicional maniqueísmo franquista
aplicado a la historia contemporánea, llena de etapas y personajes que,
supuestamente, habrían perseguido a la Iglesia en distinto grado y de diferente
forma, desde la época ilustrada hasta la izquierda marxista y anarquista en la
Segunda República y la guerra, pasando por afrancesados, liberales, demócratas,
republicanos y masones.
Estas ideas
fueron uno de los pilares fundamentales de la legitimación del franquismo,
aunque realmente el nacionalcatolicismo no fue una doctrina ni creó un
movimiento político concreto. Por eso, más que una ideología en sí, sería una
especie de actitud de los políticos franquistas y de la jerarquía eclesiástica,
una mentalidad que había que difundir entre la población española.
El
nacionalcatolicismo tiene antecedentes en las concepciones integristas y
conservadoras católicas anteriores a la guerra civil. Se puede rastrear una
línea que nace en el tradicionalismo, sigue con las ideas de Menéndez Pelayo,
de Vázquez de Mella y de Ramiro de Maeztu. Pero si, anteriormente, estas ideas
eran autónomas ahora, con el franquismo, pasan a estar subordinadas al nuevo
proyecto político. Por eso, se puede considerar que el nacionalcatolicismo fue
muy pragmático, ya que empleaba los conceptos que le interesaban para la
legitimación del franquismo, desestimando otros o transformándolos para sus
propósitos.
El
nacionalcatolicismo tuvo carta de naturaleza con dos documentos fundamentales
de la historia del franquismo: la Carta Colectiva del Episcopado español de
1937 por la que la Iglesia española, a instancias de Franco, se alineaba con la
causa sublevada y definía la guerra como una “cruzada”, y el Concordato de
1953, que otorgaba un enorme poder a la Iglesia en muchas materias, a cambio de
permitir que Franco interviniera en el nombramiento de las jerarquías
eclesiásticas.
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