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| Francí Xavier Muñoz | Diplomado en Humanidades y en
Gestión Empresarial |28 Febrero 2014 - 13:09 h.
Decía Bruto
que un pueblo que antepone los intereses de los individuos a los intereses de
la comunidad es un pueblo indigno; que un pueblo que teme a los extranjeros no
es un pueblo refinado; y que un pueblo que tolera gobiernos tiranos es un
pueblo dormido o, peor aún, un pueblo muerto. Han pasado muchos siglos desde
aquellas reflexiones y, sin embargo, en el seno de la misma Europa que alumbró
a Bruto, algunos de sus pueblos incurren en los mismos vicios y defectos en que
incurrió una República romana decadente y corrompida que dio paso a siglos de
gobiernos autoritarios revestidos de potestad imperial.
Parafraseando
la famosa obra de Stefan Zweig (Momentos estelares de la Humanidad), en España
necesitamos un momento estelar. La crisis económica ha desvelado actuaciones
particulares que promovían intereses corporativos obviando los intereses
generales. Así, administraciones públicas y partidos se embarcaron en una
vorágine especulativa con ilimitada financiación bancaria que desplegó por
España auténticos despropósitos urbanísticos y megalómanas infraestructuras,
que engordaron las cuentas de políticos, empresarios y banqueros, y que ahora
arruinan para generaciones futuras las cuentas públicas de pueblos y ciudades.
Toda esa burbuja infló las expectativas de trabajo en España, atrayendo a
nuestro país a algún millón que otro de extranjeros que, con o sin papeles,
trabajaron, vivieron y consumieron entre nosotros, facilitando un crecimiento
económico y fiscal sin precedentes, del que todos, extranjeros y españoles, nos
hemos beneficiado. Ahora, una vez pinchada la burbuja, aumentado el paro hasta
cifras irrespirables, y reducidos nuestros derechos, prestaciones y renta per
cápita hasta alguna década pasada, nos hemos dado un Gobierno que, alzando la
voz sobre los destrozos que causa, miente diciendo que se ha mantenido el
Estado del bienestar y que ya comienza la recuperación; un Gobierno que,
aprovechando el estado catatónico que causa la crisis, anuncia legislaciones
restrictivas de derechos que creíamos ya asentados.
El panorama
es desolador: millones de parados, cientos de miles de desahuciados, miles de
jóvenes bien formados huyendo de España, gente a las puertas de supermercados
para llevar a casa comida casi caducada, gente rebuscando en los cubos de
basura algo que cubra alguna necesidad básica, miles de enfermos dependientes
despojados de ayudas recientemente concedidas, miles de enfermos crónicos
expulsados de la financiación de sus caros medicamentos, miles de extranjeros
sin papeles desatendidos en atención primaria, miles de niños desnutridos
asistiendo a duras penas a sus colegios, miles de estafados por las
preferentes, miles de jubilados recortando sus últimos años de complacencia por
tener que ayudar a sus hijos y nietos… ¿Qué bomba ha caído sobre España?
El panorama
es más desolador aún cuando a ese escenario de guerra se contrapone el
protagonizado por cientos de imputados en procesos de corrupción bancaria,
otros cientos de imputados en procesos de corrupción política, un partido que
gobierna parapetado tras una trama de financiación oscura, jueces perseguidos
por intentar encontrar en las leyes algo de justicia para tanto estafado y
olvidado, miembros relevantes de instituciones públicas pillados con las manos
en la caja, equipos de fútbol donde se han lucrado directivos y jugadores a
costa de evadir impuestos y deber millones de euros a las arcas públicas,
infantes consortes e infantas enamoradas lucrándose de presupuestos públicos
inflados, cajas y bancos de rapiña rescatados con dinero público que ya no
devolverán, kilómetros de autopistas arruinadas a la espera de otro rescate
público, prospecciones petrolíferas que anuncian un improbable maná y que
arruinarán ecosistemas emblemáticos, cientos de empresas vendiéndose al mejor
postor extranjero, dinosaurios urbanísticos a la espera de ocupación foránea
elitista, fábricas de la marca España cerrando y anunciando despidos…
Todo el
régimen político y socio-económico que diseñó la Constitución de 1978 se cae a
pedazos, corrompido y arruinado por culpa de una crisis que ha desnudado las
miserias de nuestra clase política, bancaria, empresarial, sindical y judicial.
Casi ninguna institución se salva, todas son frágiles ante el asalto de la
corrupción. Como defienden algunas formaciones políticas (Podemos, La
Izquierda, Equo, Constituyentes, Republicanos, Izquierda Unida…), el régimen
nacido de la transición del 78 hay que resetearlo y reformarlo de los pies a la
cabeza. ¿Qué mejor ocasión que ésta, aprovechando tres tormentas perfectas: la
sucesión a la Corona, el derecho a decidir de Cataluña y los jirones que ha
dejado en el sistema político la crisis económica y la corrupción? ¿Por qué nos
dicen que son necesarias reformas estructurales en la economía y callan que
también serían necesarias en la política? ¿Acaso un nuevo sistema económico
puede prosperar sin un nuevo sistema político? Vayamos a un proceso
constituyente donde los españoles decidan, primero, si quieren monarquía o
república y, después, si quieren Estado autonómico o federal. Únanse todas las
formaciones políticas y sociales que demandan ese proceso constituyente y salgamos
a nuestra plaza Tahrir o a nuestro Maidán, que está esperando un impulso
definitivo.
En
contadísimas ocasiones los españoles hemos encontrado en nuestros
representantes políticos la misma sintonía y fuerza para impulsar cambios
radicales en nuestro sistema político, cambios que trajeron luz, ilusión y
prosperidad. Solo en el período de las Cortes de Cádiz (1810-1814), la
Segunda República (1931-1936) y la Transición (1975-1979) nuestros
políticos estuvieron a la altura de las circunstancias y concitaron el apoyo
mayoritario del pueblo para acometer reformas políticas estructurales. Eso es
lo que necesitamos ahora, de nuevo, y la primera batalla debería comenzar en
las próximas elecciones europeas, pues hoy, igual quizá que en 1808, España se
enfrenta a una pérdida de soberanía, que la une a los países periféricos del
euro. Si entonces algunos países europeos se sometían al imperio napoleónico,
hoy algunos países europeos se someten al imperio neoliberal del euro-norte.
Nada en la
Unión Europea cambiará si los países del euro-sur no hacen un frente común
contra la troika (CE, BCE, FMI) y el austericidio. ¿Qué proponen los partidos
de izquierda que se presentan a las elecciones europeas en este sentido? ¿Dónde
están las propuestas de armar ese frente común del euro-sur en el Parlamento y
en el Consejo europeos? No encuentro en la izquierda europea propuestas
decididas en este sentido, solo propuestas genéricas que apelan al cambio de
mayorías en los países del euro-sur o en el Parlamento Europeo, pero nada con
respecto a hacer del euro-sur un frente común contra el euro-norte, lo cual me
hace sospechar que la izquierda moderada y progre ha decidido someterse a la
dictadura de los mercados y la troika sin hacer mucho ruido. Ahora que me doy
cuenta, el momento estelar lo necesita no solo España sino también el sur
de Europa y toda la Unión Europea.
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