El intento de la reina doña Sofía de rehabilitar a la infanta y de
normalizar sus relaciones con el resto de la familia real tras su declaración
judicial choca con la falta de sintonía entre la princesa Letizia y su cuñada
17 de marzo de 2014 01:19
Si hay una imagen que simboliza hasta qué punto ha quedado apartada la
infanta Cristina de cualquier acto oficial en el que participe la familia real,
es la que se pudo ver la pasada semana en el funeral de Estado por las víctimas
de los atentados del 11-M celebrado en la catedral de la Almudena de Madrid. La
fotografía de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, la infanta Elena y la
princesa doña Letizia (el príncipe no pudo asistir por encontrarse en Chile en
la toma de posesión de la nueva presidenta, Michelle Bachelet) consolando uno a
uno a los heridos en los atentados y a los familiares de los fallecidos
simboliza la cercanía de la familia real con los ciudadanos que sufren.
Mientras, la infanta Cristina, permanecía en su domicilio de Ginebra. Su exclusión
de la agenda oficial de la Zarzuela es un hecho conocido hace tiempo. Pero la
constatación de que ni siquiera en un acto religioso de esta naturaleza, que
sirve de homenaje a las víctimas del mayor atentado terrorista de la historia
de España, se considera conveniente su presencia, evidencia la gravedad de la
situación.
¿Puede una persona a la que ni siquiera se permite asistir a un funeral
seguir ocupando la séptima posición en la línea de sucesión a la Corona? Los
expertos consideran que ambas situaciones son incompatibles. Y creen que,
precisamente por ello, está en marcha un intento de rehabilitar a la infanta
tras su declaración ante el juez del caso Nóos, en la que se distanció
claramente de cualquier actividad ilegal que haya podido cometer su marido,
Iñaki Urdangarin. Ese movimiento hacia la redención está encabezado por la
reina doña Sofía, que lleva tiempo tratando de lograr un acercamiento de la
familia real con doña Cristina. Sin embargo, los españoles han comprobado
recientemente dónde se encuentra la principal dificultad para esa
reconciliación. La falta de sintonía entre la princesa Letizia y la infanta
Cristina viene de lejos, antes incluso de que estallara el caso Nóos. Y ahora
parece insuperable.
Ese distanciamiento pudo apreciarse claramente en el acto celebrado en
Grecia el pasado 6 de marzo en homenaje al padre de doña Sofía, el rey Pablo I,
al que, por expreso deseo de la reina, doña Cristina asistió junto al resto de
la familia, excluido el rey, todavía convaleciente.
Los príncipes de Asturias reprueban el comportamiento no solo de
Urdangarin, sino también el de la infanta, por considerar que ha dañado la
imagen de la Corona. De hecho, la princesa Letizia lleva mucho tiempo evitando
ser fotografiada junto a doña Cristina. La última vez que se había podido tomar
una imagen de ambas juntas fue hace nueve meses, también en una misa
conmemorativa, en este caso en memoria de don Juan, padre del rey don Juan
Carlos, con motivo del centenario de su nacimiento. En un acto oficial, la
última ocasión en la que coincidieron fue en el desfile del día de la Fiesta
Nacional del 2011.
Doña Letizia no pudo evitar coincidir de nuevo con su cuñada el pasado 6 de
marzo, pero en todo momento mantuvo la distancia, incluso física, con doña
Cristina. En la foto de familia tras el acto en homenaje al rey Pablo, los
príncipes de Asturias se situaron en una esquina junto a la reina y la infanta
Elena, mientras doña Cristina se situó sola al otro extremo del grupo familiar.
Evitando las cenas
No es esta la primera vez que la princesa de Asturias ha marcado claras
distancias con su cuñada. Tras ser interrogada en el juzgado de Palma de
Mallorca ante el juez del caso Nóos, José Castro, doña Cristina tomó un vuelo a
Madrid para reunirse con la familia real para exponer los detalles de su
declaración en el transcurso de una cena, tras la cual pernoctó en el palacio
de la Zarzuela. A esa reunión asistió incluso el príncipe de Asturias,
distanciado hace tiempo de su hermana. Sin embargo, doña Letizia no quiso estar
presente. Para ello organizó, según se ha publicado sin ser desmentido, una
velada junto a sus amigas en una conocida zona de ocio de Madrid, de la que no
regresó hasta la 01:30 horas a la residencia de los príncipes de Asturias, lo
que la evitó tener que acudir a la reunión de la familia real. El desaire se
repitió en la cena de Nochebuena en la Zarzuela, a la que, también por deseo de
la reina, asistieron doña Cristina e Iñaki Urdangarin. Para evitar sentarse a
la mesa con ellos, los príncipes de Asturias se acercaron a saludar ese día a
sus padres antes de que comenzara la cena y de que los duques de Palma llegaran
a la Zarzuela, y regresaron después a su residencia, donde cenaron junto a sus
dos hijas.
El origen de esta complicada relación entre la infanta y doña Letizia, que
va más allá de los actuales problemas judiciales de la hija del rey, no está
claro. Pero la escritora Pilar Eyre lo sitúa en el 2005, cuando doña Cristina
pidió a los príncipes de Asturias que alojaran en su residencia a sus cuñados,
los padres de Iñaki Urdangarin, que habían acudido al bautizo de su hija Irene.
Doña Letizia se negó alegando problemas de espacio.
Fuente: www.lavozdegalicia.es
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