10 de septiembre de 2012
Este es un poema sobre la monarquía
española enviado por un lector al periódico Nueva
Alcarria, de Guadalajara, a la sección "Cartas al Director".
Alguien en el diario decidió
publicarlo y le cayó un apercibimiento y suspensión de empleo y sueldo. Se
cuenta que el castigado es Pedrito el nieto
del fundador del periódico y la dirección del mismo tuvo que sancionarlo porque
la casa real llamó, no sé muy bien si al “señor” Félix Abánades o a Grupo
Rayet para pedir explicaciones por semejante publicación en el periódico…
de ahí el castigo al responsable que lo editó: PEDRITO.
. Aunque el nombre del autor se mantiene en el
anonimato, decenas de blogs y sitios de internet lo han recogido.
Pero
el hecho es que ya ha salido publicado en numerosos webs con el consejo de
leerlo y la advertencia de que la lectura del poema no lleva mucho tiempo y
tiene mucha miga.
Recomendamos igualmente leer el libro “La monarquía inútil” (Ed. Rambla) del periodista y escritor Enrique de
Diego, quien plantea, desde la lucidez y la responsabilidad, que no hay otra
vía de que la sociedad española sobreviva que marchar con urgencia hacia la
República presidencialista.
Otro
libro importante en este tema es el de Rafael Borras “El rey de los cruzados, Juan Carlos I y la monarquía prodigiosa”,
en Editorial Flor del Viento. El poema sobre la monarquía que aludíamos al
principio dice así:
Como se
puede apreciarse, el poema sigue la más genuina tradición juglaresca de las
tierras castellanas. Los miembros de la Casa Real deberían saber apreciar la
cultura popular de su reino.
En un anciano
País
existió una monarquía
existió una monarquía
que comenzó en
democracia
y terminó en
anarquía.
En aquel reino
reinaba
una curiosa
familia:
un Borbón de
nuevo cuño
y una griega
algo engreída
que
engendraron dos princesas
y un príncipe
en demasía
por cumplir
con la ley Sálica
que consagraba
la hombría.
La cosa empezó
a torcerse
con las bodas
de las hijas,
algo ligeras
de cascos
y de moral
distraída.
La mayor, que
era algo lela,
pasó por la
vicaría
con un noble
también lelo
en la ciudad
de Sevilla.
Al poco tiempo
parió
un querubín de
revista
que devino en gamberrete
con escasa
puntería.
La segunda,
buena jaca,
se cameló a un
deportista,
que dejó a su
antigua novia
y se encoñó
con la niña.
De jaca pasó a
coneja
y cada año
paría
urdangarines
de pro,
chupones de
dinastía.
Y el
principito heredero,
cortejador de
coristas,
cayó por fin
en el cebo
de una artera
periodista,
divorciada y
con más mañas
que la puta
Celestina;
pero falló en
la preñez
por seguir la
dinastía
pues en lugar
de un varón
paría niña
tras niña.
Pero empiezan
los problemas
y la cosa se
complica
por culpa de
estos gañanes
que, de
nobleza, ni pizca.
El noble
rancio de Soria,
bermudas y en
zapatillas,
paseaba por
Serrano
cual jocunda
modistilla;
circulaba en
patinete
con ignorante
osadía
saltándose a
la torera
direcciones prohibidas.
Y el Borbón
mandó parar,
se acabó la
algarabía,
suspendió la
convivencia
y se cargó una
familia.
El chico del
balonmano,
modelo de
deportistas,
se convirtió
en un truhán,
en un vulgar
chantajista
que,siendo
duque de Palma,
tuvo la necia osadía
de estafar
unos millones
en tan
reputada isla.
Y el Borbón
mandó parar,
porque al
duque sugería
que se
marchase del reino
a ocultar sus
fechorías.
La justicia
que no es lerda,
apeló a su
señoría,
y es fácil que
al señorito
le caigan
ciento y un días.
El príncipe
mientras tanto
afronta esta
travesía
sin saber que
el gran patrón
prepara una
felonía.
Sin
encomendarse a nadie
se ha ido de
cacería
a la sabana
africana,
solito y sin
la Sofía,
sabiendo que a
la llegada
le esperaba
mis Corina,
rubia y
jacarandosa,
cortesana la
más fina.
A la mañana
siguiente
salieron de
cacería,
cacería de
elefantes,
que es una
cosa muy fina.
Parece ser que
cobraron
colmillos de
gran valía,
y a celebrarlo
montaron
una generosa
orgía.
El Borbón de
las narices
como un cosaco
bebía,
y apañó tan
regia trompa
que salió con
alegría
no a por rudos
elefantes
sino a
trincarse a Corina
que lo
esperaba anhelante
tras las leves
celosías
del bungalow
colindante.
Como al
pendejo le ardía
la cosa entre
la entrepierna,
pensando que
ya subía
al catre de
aquella fiera,
aceleró por la
prisa
y tropezó en
un tablón
y tropezó de
tal guisa
que se crujió
la cadera
y se le aflojó
la picha.
Al monarca,
trastornado,
llevan a la
enfermería,
y al ver que
es cosa muy seria
llaman a Cancillería
para repatriar
al bobo
y salvar la
Monarquía.
Corina,
desconsolada,
triste, sola y
compungida,
se consoló con
un negro,
muy bien
armado y sin prisas.
Mientras, la
consorte griega
celebra Pascua
Florida
blasfemando
porque el Rey
la cuernea con
Corina.
Esta es la
historia,señores,
del reino de
Picardía,
donde los
nobles y reyes
ejercen con
alegría
un papel
desvergonzado,
las más torpes
tropelías,
mientras el
pueblo se jode
y no le
encuentra salida
a los más
duros problemas
de su
aperreada vida.
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