Estamos pasando del “¡Indignaos!” al
“¡Comprometeos!”, (de Stéphane Hessel), mientras se “Reacciona”, (de José Luis
Sampedro)...
nuevatribuna.es
| Por José
Alberto Novoa | 19 Marzo 2014 - 18:07 h.
El próximo 22 de marzo, Madrid será la
capital de la dignidad, una fecha y un lugar que serán, sin duda, ejemplo de
poder ciudadano, de exigencia ante un gobierno despreciable, y de respuesta
contundente ante quienes pretenden pisotear lo más preciado de las personas: su
dignidad.
Estamos
pasando del “¡Indignaos!” al “¡Comprometeos!”, (de Stéphane Hessel), mientras
se “Reacciona”, (de José Luis Sampedro y otros), marchando por el camino de la
defensa de los derechos y las libertades.
La gente va
tomando conciencia y se siente protagonista de la realidad que le están
robando. Como si de una carrera de fondo se tratase, hasta conseguir la meta de
la ruptura de las cadenas que de forma sistemática pretenden colocarnos los
gobiernos títeres al servicio del capital, la ciudadanía se empodera y
reacciona frente al empobrecimiento sistemático de la mayoría y el enriquecimiento
de los poderosos.
La
ciudadanía abulense no puede quedarse al margen ni de la realidad que le
aprisiona, ni de la necesidad de responder ante los despropósitos de un Partido
Popular instalado en su trono de poderío despótico, mientras la situación de nuestra
provincia se revela cada vez más dramática y más vacía de futuro.
Sobran las
razones en Ávila para marchar sobre Madrid el 22 M, y gritar futuro y dignidad
para una tierra castigada por el conformismo y la derecha más reaccionaria.
Habría más, aunque de momento se me ocurren 22:
Casi 20.000
personas en paro, la tasa
más alta de Castilla y León, sin perspectivas de futuro, sin esperanza y sin
garantías económicas que les saque de la miseria.
El timo del
centimazo sanitario, que
recauda ilegalmente y deja unidades cerradas en el Hospital Provincial en
Medicina Interna, Psquiatria y Desintoxicación, además de hacinamiento en
urgencias y escasez de material sanitario, sin ninguna explicación de lo que ha
pasado con el dinero recaudado a la luz de los evidentes recortes sanitarios, y
sin hacer realidad el tan demandado Hospital Comarcal del Valle del Tietar.
Una
población empobrecida entre la que cada vez hay más familias que sufren
pobreza energética, no llegan a fin de mes o tienen a todos sus miembros en
paro.
Un medio
rural abandonado y envejecido, castigado por la despoblación y
la eliminación de servicios, en el que nuestros pueblos se agotan,
carecen de suficientes medios de transporte, y en los que además se pretende
privatizar el agua, como en el Valle del Corneja; o se eliminan médicos de
atención primaria como en el Valle Amblés.
Jóvenes
exiliados con muy
buena formación y sin garantías de futuro. Una generación a la que se le ha
robado todo lo que se le prometió: una vida tranquila, estable, de calidad,
cargada de color.
Personas
dependientes empujadas a la beneficencia por la reducción de ayudas en la Ley de Dependencia,
que ha dejado a numerosas familias al margen, condenándolas al sufrimiento y a
una pésima calidad de vida para sus familiares más necesitados.
Una
reforma de la administración local que deja a los pueblos de menos de
20.000 habitantes vacíos de democracia y absolutamente dependientes de una
institución paternalista, la Diputación Provincial, encareciendo los servicios
fundamentales y alejando a los vecinos de sus ayuntamientos
Familias que
sufren la amenaza del desahucio, desde el despropósito de hacer valer los intereses
económicos de los bancos, por encima del derecho fundamental a una vivienda
digna, que reconoce la Constitución.
Inversiones
innecesarias que
dilapidan dinero público como en el Centro de Congresos y Exposiciones, o como
en la pretendida ampliación de la Diputación Provincial, en lugar de dedicarlo
a atender las necesidades de las personas.
Los
ahorradores que confiaron en su “caja de toda la vida” hoy son víctimas de la
estafa de las participaciones preferentes, sin que nadie haya asumido
ninguna responsabilidad y sin que todos hayan recuperado su dinero.
Una
política de la PAC que sigue premiando y enriqueciendo al propietario de la
tierra en lugar de garantizar el mantenimiento del trabajo a los agricultores
profesionales y a las explotaciones familiares.
Las
infraestructuras de transporte son escasas, ilegales y llegan tarde: el ferrocarril
está a punto de desaparecer, los peajes son un lastre para el desarrollo
social y económico, la estación de autobuses acumula más de una década
de retrasos a pesar de su reciente apertura.
La sede
periférica del Museo del Prado sigue siendo una obra inacabada, un
proyecto falto de ilusión y una pérdida de tiempo y oportunidades culturales y
turísticas que acumula más de diez años de despropósitos.
Cada verano
sufrimos la intranquilidad de los incendios forestales, sin que dispongamos de
un Plan de Prevención y Extinción que permita profesionalizar el sector,
crear empleo, mantener el monte limpio y aprovechar los residuos forestales
para la producción de biomasa.
La Educación en nuestra provincia ha perdido
profesores en los últimos años, y se han eliminado programas de conciliación de
la vida familiar, escolar y laboral por la vía del repago.
El Plan
de Empleo que nunca llega, que permita la industrialización y generación de
puestos de trabajo, se ha convertido en la demanda que el PP nunca reivindicará
porque no está por la labor de exigir a los suyos en Castilla y León y en
Madrid, algo que suponga contradecir la política de ajuste duro y destrucción
de empleo del gobierno mentiroso de Rajoy. Atrás quedó la falsa intención del
PP de paliar la pérdida de Lear, mientras asistimos a la precarización y
explotación laboral en la fábrica de ElGorriaga.
Pero habría
una razón más para llevar el grito de Ávila a Madrid el 22 M, esa razón que
todas las personas llevan dentro, algunas más despierta que otras, en función
de la toma de conciencia que cada una tiene de la realidad que le rodea, de las
consecuencias de la política que les afecta y de la capacidad de respuesta que
su fuero interno considera necesario poner en marcha. Esa razón es LA
DIGNIDAD.
Por José
Alberto Novoa | Coordinador Provincial de IUCyL en Ávila
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