José Enrique Centén Martin
22 de marzo de 2015
Son momentos delicados para él, muchos años
cuidándome, preocupado por mi dolencia y ahora no sabe cómo actuar, se excede
en el concepto romano antiguo y tradicional de la amistad, una serie de lazos
personales motivados por el favoritismo, de una naturaleza que definiríamos hoy
como clientelar, le preocupa ya no solo por lo que me atañe, sino por tantos
otros que tal vez no lleguen a tiempo para recuperarse, ocurre con los 300
hepáticos catalanes a quienes se les niega una medicina necesaria urgentemente,
por cara, o el conflicto de competencias territoriales de Treviño que ha
costado la vida a una criatura de tres años, todo por la desidia de los
gobernantes. Han traicionado la Fides de Cicerón, lo primero de todo, la
confianza que se deposita en otro: “habere fidem magnam alicui”, confianza en
sentido amplio, la fidelidad al compromiso, honradez, recta moral, conciencia
misma del individuo, la que deben esos que fueron elegidos para que lleven a
cabo sus reivindicaciones y cumplan sus promesas. Mi benefactor está preocupado
por mí, una cosa insignificante comparada con tantos otros casos, operaciones
con largo periodo de espera, pero que retrasan para atender a un amigo con la
misma dolencia detectada la semana anterior, o la del cazador de elefantes con varias
intervenciones seguidas sin lista de espera.
Mientras tanto mi benefactor se está replanteando su
egoísmo, dando importancia a mi malestar cuando hay miles de casos más
importantes, como lo dependientes abandonados, los enfermos de diálisis, los
mayores sin compañía…, y el preocupado por mí, la rodilla, un problema menor
desde hace varios años, actualmente más quejumbrosa, se preocupó en diciembre
pasado cuando me llevó al médico, en enero me hicieron la radiografía, el
21 de marzo la cita con el traumatólogo, una resonancia para junio y la próxima
visita al traumatólogo en diciembre, un año después, eso sí, todo muy bien
programado incluso te avisan dos días antes de tu cita. Mi benefactor expresa
que no hay nada más amable que la recompensa de la benevolencia, nada más que
el intercambio de afanes y lealtades, eso piensa él, no así los políticos que
solo miran el beneficio propio, la busca de fortuna y cegados por su
abrazo, se dejan llevar por la soberbia y la arrogancia, y nada puede hacerse
más intolerable que un necio afortunado al que su arrogancia domina, expresan
exabruptos contra la marcha de la dignidad, dignidad que reclaman como
afectados por la podredumbre de los políticos, privatizando derechos esenciales
y recortando los adquiridos.
La marcha y la manifestación de la dignidad es en
busca de una sociedad en la que confiaban que estuvieran todas las cosas que
los hombres piensan que deben ser buscadas, la honradez, la tranquilidad de
espíritu y la felicidad, de modo que la vida sea dichosa, y sin éstas no puedan
serlo. Se han puesto en marcha impelidos por sus derechos pisoteados, porque
los políticos han errado y escupen improperios porque la verdad molesta, no se
molestan por sus errores, lo que llevan mal es ser reprendidos por sus delitos,
acostumbrados como están a la peste de la adulación, el halago, el servilismo;
vicio de hombres ligeros y falaces, que dicen todas las cosas según el deseo,
nada según la verdad.
Mi benefactor no puede participar en la marcha de la
dignidad, como hizo otras veces en otras manifestaciones parecidas, yo se lo
impido, mi maltrecho estado ya le ha jugado varias malas pasadas, le obligo a
manifestarse escribiendo, y él espera que publiquen sus denuncias.
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