Vicenç Navarro | Catedrático de Políticas Públicas
de la Universidad Pompeu Fabra
nuevatribuna.es
| 19 Marzo 2014 - 14:14 h.
Estamos
viendo hoy en España una avalancha de políticas públicas de clara orientación
ultraliberal que están dañando el bienestar y calidad de vida de la ciudadanía.
Estas políticas incluyen recortes del gasto público social que están
empobreciendo e incluso desmontando el ya escasamente financiado Estado del
Bienestar español, uno de los que tiene el gasto público social por habitante
más bajo de la Unión Europea de los Quince (UE-15), el grupo de países de la UE
de semejante nivel de desarrollo al de España. Estos recortes van acompañados
de reducciones sin precedentes de derechos laborales, sociales e incluso
políticos, afectando muy negativamente a la calidad del sistema democrático (ya
en sí, uno de los menos desarrollados en la UE-15). Hoy se están revertiendo
las conquistas sociales que se habían conseguido durante el periodo democrático
postdictatorial, siendo el caso más llamativo el de la eliminación de los
derechos de la mujer de controlar su propio cuerpo, una de las conquistas más
significativas alcanzadas por el movimiento feminista en España.
Nunca antes,
durante el periodo democrático, se había visto un ataque tan frontal al
bienestar de la población y, muy en particular, de las clases populares, y, sin
embargo, el partido político responsable de llevar a cabo tales políticas
ganaría las elecciones legislativas hoy según muchas encuestas, en caso de que
estas se convocaran. Ni que decir tiene que ha sufrido un descenso en su apoyo
electoral, pero lo sorprendente es que continuaría ganándolas, un caso único en
la Unión Europea, donde la gran mayoría de partidos gobernantes que han
impuesto estas políticas de austeridad y reducción de derechos laborales
y sociales han sufrido enormes descalabros y perdido las elecciones. Es, pues,
paradójico que el partido gobernante español, que ha sido el partido que ha
aplicado políticas más duras y políticas sociales más reaccionarias (no hay
otra manera de definirlas), todavía cuente con el considerable apoyo popular
que tiene. ¿Por qué?
La
continuidad del nacionalcatolicismo
Para
responder a esta pregunta hay que remontarse a un debate que ha tenido lugar
sobre la naturaleza del sistema dictatorial que existió en España desde 1939
hasta 1978, y de la Transición de aquel sistema dictatorial al actual
democrático. Este debate sobre la naturaleza de aquel régimen dictatorial ha
sido entre politólogos, habiendo sido considerado por muchos de ellos (siendo
el más prominente el Profesor de Ciencias Políticas de Yale, EEUU, el Sr. Juan
Linz) como un sistema autoritario pero no totalitario, entendiéndose por esto
último un sistema claramente ideológico que intentaba configurar todas las
dimensiones del ser humano. Según la interpretación del Profesor Linz y sus
seguidores, el régimen dictatorial no era totalitario. Era meramente
autoritario, es decir, su objetivo era primordialmente reproducir, siguiendo
medidas autoritarias, incluso coercitivas, el orden social existente, sin
desear configurar la ideología y manera de ser de la sociedad.
Frente a
esta interpretación había los autores –incluyéndome a mí- que señalábamos que
el régimen era mucho más que autoritario: era totalitario, es decir, que
intentaba abarcar y configurar todas las dimensiones del ser humano, a través
de una ideología totalizante que normativizaba la gran mayoría de las
actividades humanas, desde el sexo hasta el lenguaje que la ciudadanía utilizaba,
y ello lo hacía a través de la promoción de una ideología que entraba en todos
los entresijos del orden social. Dicha ideología incluía un nacionalismo
extremo, dominante, y que era percibido como asfixiante para cualquier otra
visión de España distinta de la que tuviera el orden dominante. Este
nacionalismo iba acompañado de un catolicismo enormemente fundamentalista y
conservador, y sumamente intervencionista en todas las esferas de la actividad
humana. Este nacionalcatolicismo invadía todas las dimensiones de la sociedad.
Frente a esta interpretación de la dictadura como régimen totalitario, el
Profesor Linz y otros autores, sostenedores de la tesis de que el régimen era
meramente un régimen autoritario, contestaban que, si bien era cierto que el nacionalcatolicismo
podría haber imbuido aquel régimen muy al principio de su existencia, esta
característica desapareció, convirtiéndose en un régimen meramente autoritario.
El
nacionalcatolicismo durante el periodo democrático
Pues bien,
la realidad muestra que no solo el nacionalcatolicismo configuró aquel régimen,
sino que esta ideología ha permanecido durante el periodo postdictatorial como
la ideología dominante en los mayores medios y fórums del establishment español
conservador. Ni que decir tiene que la cultura política y mediática en el país
ha cambiado mucho y los elementos progresistas de la cultura, apoyados por las
fuerzas progresistas del país, han conseguido cambios notables. Pero la
estructura ideológica dominante, reproducida en el establishment
político-mediático-económico y cultural español, es una evolución del
nacionalcatolicismo, que adquiere mayor prominencia en la cultura de las
derechas españolas, las cuales, en el abanico político del espectro europeo,
equivalen a las ultraderechas. No hay diferencias notables en la cultura
política entre las ultraderechas españolas y las europeas y estadounidenses
(como el Tea Party, por ejemplo). Las derechas del establishment español
conservador son herederas de las derechas gobernantes durante la dictadura. Y
su comportamiento –desde sus tics autoritarios, su falta de sensibilidad
democrática, su tolerancia cuando no participación en la corrupción (rampante
durante la dictadura), su nacionalismo españolista, su catolicismo
reaccionario– es continuista con el de las derechas del régimen dictatorial.
Naturalmente
que hay algunas peculiaridades que las distinguen. Hoy, por ejemplo, las
ultraderechas en Europa están, en general, en contra de la Unión Europea y del
euro, mientras que el Partido Popular está a favor, siendo uno de sus mayores
promotores. Ello se debe a que la articulación de la ultraderecha española con
la gran patronal (tanto financiera como industrial) es más intensa en España
que en los otros países.
Pero en la
mayoría de las políticas económicas y sociales, las semejanzas son más intensas
que las diferencias. Definir a este partido, como hacen la mayoría de medios en
España, como de centroderecha es una manera incorrecta de definir su
orientación política (si consideramos el panorama europeo como el punto de
referencia).
Lo que llama
la atención es que este nacionalismo españolista es el único en España que no
se considera nacionalista. Niega la plurinacionalidad de España –una de sus
características-, presentándose con distintas variedades, desde la extrema –muy
común en la Iglesia Católica y el Ejército- a la más moderada –que aparece en
gran número de medios de comunicación y persuasión con sede en la capital del
reino, Madrid.
La mayor
parte de este nacionalismo va acompañado de la versión católica profundamente
conservadora, aunque existe también en nacionalismo españolista no católico,
como es el C’s y UPyD, que no tiene nada que envidiar al nacionalismo extremo.
C’s y UPyD representan también el nacionalismo extremo (de sensibilidad económica
liberal), y son los aliados naturales del PP. En realidad, algunos de sus
portavoces en Catalunya proceden de la extrema derecha.
Este
nacionalcatolicismo o su rama meramente nacionalista tiene todavía una enorme
capacidad de movilización, pues paradójicamente las fuerzas políticas que se
identifican con él se presentan como las más “patrióticas” (y digo
paradójicamente porque han sido responsables de las políticas públicas que han
dañado más a las clases populares de este país). Este “patriotismo” que define
a todos los que tienen otra visión de España como antiespañoles es hegemónico
en grandes sectores del territorio central del país.
La
población, incluidas las clases populares, es fácilmente movilizada a nivel
electoral, pues sus sistemas de influencia continúan inalterados. Son incluso
las mismas capas sociales, herederas del régimen anterior, las que continúan
dominando el Partido Popular, clases muy provincianas, de escasísima cultura
democrática (o cultura en general) y de limitadísima experiencia internacional
(ver mi artículo “La
Marca España”, El
Plural, 24.02.14), que continúan dominando la España de siempre.
El enorme
error de las izquierdas
Las
izquierdas españolas se adaptaron a este sistema, y no cuestionaron la
hegemonía que este pensamiento tenía y todavía tiene en la cultura del
establishment español. Ni que decir tiene que tuvieron lugar avances
considerables. Pero las izquierdas no presentaron una visión plurinacional y
laica, alternativa a la dominante. Se me dirá, con razón, que mucho se
consiguió en el periodo de gobiernos socialistas en el avance de los derechos
sociales, políticos, y laborales. Pero en el terreno cultural –un terreno clave
para configurar la subjetividad popular- el cambio fue muy limitado, en parte
debido al enorme control que las fuerzas conservadoras tenían y continúan
teniendo de los medios de información y persuasión. Las autoridades responsables
de la política cultural de los gobiernos socialistas, incluido el ministro
Jorge Semprún, no tuvieron como objetivo cambiar radicalmente la cultura
hegemónica del país. Ha contribuido a ello que España sea uno de los países con
unos medios más derechizados y con menos diversidad ideológica de la UE-15. Y
ahí está el meollo de la cuestión. Es sorprendente la falta de atención de las
izquierdas hacia este punto, situación que podrían haber resuelto si hubiera
habido conciencia del problema y voluntad política de resolverla. El caso de la
inviabilidad económica del diario Público es un ejemplo de ello. En contra de
lo que constantemente se lee, Público dejó de publicarse en papel porque no
tuvo apoyo entre las instituciones progresistas del país. Si los movimientos
sociales como los sindicatos y los partidos progresistas lo hubieran apoyado,
hoy este diario (el único que existía de izquierdas en el país) continuaría
dando una visión de izquierdas en España.
Como
consecuencia, hoy existe en España un dominio casi absoluto de los medios por
parte de una ideología nacionalcatólica ultraconservadora que, tanto en su
versión original como en su deriva exclusivamente nacionalista, domina el
sistema reproductor de valores, y que, respondiendo a los intereses económicos
que la promocionan, es neoliberal en sus políticas económicas. No es de
extrañar que el gobierno central español esté utilizando su nacionalismo
(negando que sea nacionalismo) para atacar a los “nacionalismos periféricos”, a
los que define como la anti España, ocultando así el enorme ataque frontal al
Estado social que está realizando, y está siendo exitoso en este empeño.
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