Artículos de
Opinión | La Idea | 28-03-2014 |
Te quieren
muerto, madero.
Es lo primero que has de saber... esos que te mandan, esos que ya ni siquiera son policías, esos que llegan desde los cuartos oscuros del gobierno... esos te necesitan muerto. Quieren tus honras fúnebres, sueñan con medallas a título póstumo, ansían las fotos de tus familiares arrodillados frente a tu tumba, el compungido discurso ante las cámaras... el baldón con que encalar sus dislates, con que tapar sus escándalos, con que ganar las próximas elecciones, con que apuntalar definitivamente esa anhelada ley de seguridad ciudadana y cerrar ya de una vez por todas esta incipiente dictadura.
Para ti son estas líneas, madero.
Para ti que por algún incomprensible motivo, creíste que un uniforme te iba a salvar de lo que a todos nos está matando... para ti que aún ignoras a qué mundo perteneces... para ti que terminarás pagando de tu bolsillo hasta la gasolina del furgón (si no la pagas ya)... para ti que con apenas una orden, no dudas en cargar, apalear, humillar y aterrorizar a quien bien pudiera ser tu vecino, tu hijo, o tu hermano... para ti que callas ante las canalladas de tus compañeros sin darte cuenta de que eso te convierte en canalla.
Abre los ojos, madero.
Ábrelos y verás que te venden cada día, que vales para tus amos lo que vale la carne de cañón... que su benevolencia ante tus excesos no es sino para vestirte de monstruo y hacerte objeto del desprecio social.
Mira hacia adelante, madero.
Mira y descubre que tu futuro no pinta bien... que poco a poco tu vida tiene aspecto de casa cuartel... que a pesar de las apariencias, el eslabón más débil de la cadena eres tú... que será sobre ti sobre quien caerá la violencia inevitable de los seis millones de parados, de los cientos de miles de dependientes que han sido abandonados a su suerte, de la legión de jóvenes sin trabajo ni esperanza... ¿qué otra cosa esperabas, madero? ¿esperabas acaso que tu uniforme y tu miserable sueldo te situara por encima del lodazal? ¿esperabas que podrías mantener alejado el infierno a base de golpes de porra? No, madero... las cosas no son como te dijeron... las cosas son bien distintas... y lo vas a descubrir a fuerza de golpes... a fuerza de desprecio... a fuerza de miedo.
Verás, madero... quiero explicarme... alguien está amontonando la basura en el patio trasero, cuando esa basura se acumule lo suficiente y su hedor lo llene todo, surgirán las ratas... en principio no se dejarán ver, si acaso alguna despistada (aunque dicen que si ves una es que en realidad hay cientos). Hay muchas clases de ratas... las hay gordas, viejas, lustrosas, las hay que como yo se limitan a infectarlo todo, a mordisquear las puertas, a defecar en la comida, a lamerse las patas tras los tabiques... pero también las hay famélicas y rabiosas, de las que a la menor ocasión se te lanzan a la cara, ratas sin nada que perder y que puestas a morir de hambre prefieren morir mordiendo. Con esas ratas no se pacta, madero... no se las reúne en asamblea, no se las habla de convivencia y civismo... a esas ratas no se las piden cuentas, a esas no se las asusta con multas o detenciones... porque bastante tienen con ser ratas... con vivir entre la basura y con comer mierda.
Los que no dejan de tirar basura en el patio trasero te ordenaron el pasado sábado que hicieras tu trabajo, ese extraño trabajo que básicamente consiste en hacer lo que se te manda sin poner objeciones... y en ello te empleaste con toda dedicación... eso sí, madero... sin pensar que mientras corrías tras las ratas... alguien echaba otra bolsa de basura por la ventana del patio trasero, y otra más, y muchas más... y todo con tal de que llegara al fin ese primer cadáver.
Cientos de miles de manifestantes en la Plaza de Colón... mil setecientos policías desplegados por los alrededores de la calle Génova... mil setecientos protegiendo a los señores de la basura y a menos de quinientos metros, cuarenta de los tuyos rodeados por miles de ratas furiosas... hambrientas... deseosas de hacer pagar a alguien por su ruina, por la de sus hermanos, la de sus padres, y probablemente la de sus hijos.
Y tú ahí en medio madero... dispuesto a darlo todo por tus amos... recibiendo órdenes de permanecer en medio de un infierno... dispuesto a aceptarlo todo por un sueldo que muy pronto te quemará en las manos... cuando caigas en la cuenta de que proviene de quienes recortan la sanidad de tu hijo, la educación de tu hija, la pensión de tu madre.
Pronto, más que pronto, habrás de decidirte madero... como todos, tú también habrás de elegir, elegir entre seguir siendo madero o ser policía, elegir (mientras estés a tiempo) entre víctimas y victimarios... tendrás que tomar partido y arriesgarte a desobedecer, arriesgar como arriesga una rata... escoger entre los que tiran la basura y los que la comemos... justo antes de convertirte en asesino... o justo antes de ser devorado.
Te quieren muerto, madero... te quieren santo, muerto, y mártir... los amos sabrán cómo hacerlo... porque lo importante no eres tú, ni las ratas... lo importante es cubrirlo todo de basura.
Es lo primero que has de saber... esos que te mandan, esos que ya ni siquiera son policías, esos que llegan desde los cuartos oscuros del gobierno... esos te necesitan muerto. Quieren tus honras fúnebres, sueñan con medallas a título póstumo, ansían las fotos de tus familiares arrodillados frente a tu tumba, el compungido discurso ante las cámaras... el baldón con que encalar sus dislates, con que tapar sus escándalos, con que ganar las próximas elecciones, con que apuntalar definitivamente esa anhelada ley de seguridad ciudadana y cerrar ya de una vez por todas esta incipiente dictadura.
Para ti son estas líneas, madero.
Para ti que por algún incomprensible motivo, creíste que un uniforme te iba a salvar de lo que a todos nos está matando... para ti que aún ignoras a qué mundo perteneces... para ti que terminarás pagando de tu bolsillo hasta la gasolina del furgón (si no la pagas ya)... para ti que con apenas una orden, no dudas en cargar, apalear, humillar y aterrorizar a quien bien pudiera ser tu vecino, tu hijo, o tu hermano... para ti que callas ante las canalladas de tus compañeros sin darte cuenta de que eso te convierte en canalla.
Abre los ojos, madero.
Ábrelos y verás que te venden cada día, que vales para tus amos lo que vale la carne de cañón... que su benevolencia ante tus excesos no es sino para vestirte de monstruo y hacerte objeto del desprecio social.
Mira hacia adelante, madero.
Mira y descubre que tu futuro no pinta bien... que poco a poco tu vida tiene aspecto de casa cuartel... que a pesar de las apariencias, el eslabón más débil de la cadena eres tú... que será sobre ti sobre quien caerá la violencia inevitable de los seis millones de parados, de los cientos de miles de dependientes que han sido abandonados a su suerte, de la legión de jóvenes sin trabajo ni esperanza... ¿qué otra cosa esperabas, madero? ¿esperabas acaso que tu uniforme y tu miserable sueldo te situara por encima del lodazal? ¿esperabas que podrías mantener alejado el infierno a base de golpes de porra? No, madero... las cosas no son como te dijeron... las cosas son bien distintas... y lo vas a descubrir a fuerza de golpes... a fuerza de desprecio... a fuerza de miedo.
Verás, madero... quiero explicarme... alguien está amontonando la basura en el patio trasero, cuando esa basura se acumule lo suficiente y su hedor lo llene todo, surgirán las ratas... en principio no se dejarán ver, si acaso alguna despistada (aunque dicen que si ves una es que en realidad hay cientos). Hay muchas clases de ratas... las hay gordas, viejas, lustrosas, las hay que como yo se limitan a infectarlo todo, a mordisquear las puertas, a defecar en la comida, a lamerse las patas tras los tabiques... pero también las hay famélicas y rabiosas, de las que a la menor ocasión se te lanzan a la cara, ratas sin nada que perder y que puestas a morir de hambre prefieren morir mordiendo. Con esas ratas no se pacta, madero... no se las reúne en asamblea, no se las habla de convivencia y civismo... a esas ratas no se las piden cuentas, a esas no se las asusta con multas o detenciones... porque bastante tienen con ser ratas... con vivir entre la basura y con comer mierda.
Los que no dejan de tirar basura en el patio trasero te ordenaron el pasado sábado que hicieras tu trabajo, ese extraño trabajo que básicamente consiste en hacer lo que se te manda sin poner objeciones... y en ello te empleaste con toda dedicación... eso sí, madero... sin pensar que mientras corrías tras las ratas... alguien echaba otra bolsa de basura por la ventana del patio trasero, y otra más, y muchas más... y todo con tal de que llegara al fin ese primer cadáver.
Cientos de miles de manifestantes en la Plaza de Colón... mil setecientos policías desplegados por los alrededores de la calle Génova... mil setecientos protegiendo a los señores de la basura y a menos de quinientos metros, cuarenta de los tuyos rodeados por miles de ratas furiosas... hambrientas... deseosas de hacer pagar a alguien por su ruina, por la de sus hermanos, la de sus padres, y probablemente la de sus hijos.
Y tú ahí en medio madero... dispuesto a darlo todo por tus amos... recibiendo órdenes de permanecer en medio de un infierno... dispuesto a aceptarlo todo por un sueldo que muy pronto te quemará en las manos... cuando caigas en la cuenta de que proviene de quienes recortan la sanidad de tu hijo, la educación de tu hija, la pensión de tu madre.
Pronto, más que pronto, habrás de decidirte madero... como todos, tú también habrás de elegir, elegir entre seguir siendo madero o ser policía, elegir (mientras estés a tiempo) entre víctimas y victimarios... tendrás que tomar partido y arriesgarte a desobedecer, arriesgar como arriesga una rata... escoger entre los que tiran la basura y los que la comemos... justo antes de convertirte en asesino... o justo antes de ser devorado.
Te quieren muerto, madero... te quieren santo, muerto, y mártir... los amos sabrán cómo hacerlo... porque lo importante no eres tú, ni las ratas... lo importante es cubrirlo todo de basura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario