"La
nueva educación impuesta por el franquismo debía borrar todos los aspectos de
renovación y avance educativos, además de formar leales y entregados súbditos
de la nueva España que se estaba construyendo."
Memoria
Histórica | Eduardo Montagut Contreras* | 22-07-2014 |
La educación
estuvo, entre otras causas, entre las causas de la guerra civil. Lo demostraría
el hecho de que el bando vencedor no sólo liquidó radicalmente el modelo
republicano educativo, sino que desarrolló en la guerra y en la posguerra una
intensa represión contra los docentes, a través de dos mecanismos: la
liquidación física y la depuración. Para entender el espíritu de la represión
que sufrieron los maestros y maestras es muy clarificador lo que dictó José
María Pemán, a la sazón presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza del
bando sublevado, en una fecha tan temprana como la del 7 de septiembre de 1936,
en una circular destinada a los vocales de las Comisiones Depuradoras:
"El
carácter de la depuración que hoy se persigue no es sólo punitivo, sino también
preventivo. Es preciso garantizar a los españoles, que con las armas en la mano
y sin regateo de sacrificio y sangre salvan la causa de la civilización, que no
se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar a los envenenadores
del alma popular, primeros y mayores responsables de todos los crímenes y
destrucciones que sobrecogen al mundo y que han sembrado de duelo la mayoría de
los hogares de España (...). Si todos cuantos forman parte de la Comisiones
depuradoras se compenetran de esta manera de pensar y la transmiten en
patriótico contagio a aquellos que han de coadyuvar a su labor en sus informes,
es cosa segurísima que antes de mucho, en esta España que hoy contemplamos
destruida, empobrecida y enlutada, una vez restaurado su genio y tradición
nacional, veremos amanecer en alborada jubilosa, un nuevo siglo de oro para la
gloria de la Cristiandad, de la civilización y de España".
La nueva
educación impuesta por el franquismo debía borrar todos los aspectos de
renovación y avance educativos, además de formar leales y entregados súbditos
de la nueva España que se estaba construyendo. La escuela debía inculcar una
serie de valores que se pueden resumir en un exaltado patriotismo españolista,
obediencia a Franco y a las autoridades. Todas las asignaturas tendrían un
marcado cariz ideológico en este sentido. El segundo pilar sería el de la
defensa de los valores católicos en su versión más nacionalcatólica. La Iglesia
recuperó el protagonismo en la educación que había perdido con la República: la
religión católica volvió a ser una asignatura obligatoria en todos los niveles
y la institución retornó a ejercer la inspección moral de las escuelas.
Curiosamente,
el franquismo no consideró nunca que la educación debía ser responsabilidad
exclusiva del Estado. Las nuevas leyes educativas dejaban esta responsabilidad
a la sociedad, con la ayuda del Estado. Lo que ocurrió es que la Iglesia era la
única fuerza social con posibilidades para asumir la tarea docente. El Estado
se desatendió y la Iglesia alcanzó un poder educativo muchísimo mayor que el
que había tenido antes de la Segunda República. Esta característica fue muy
particular del franquismo a pesar de su clara vinculación con el fascismo, un
sistema político totalitario que hizo de la educación un pilar fundamental del
control de la población. Pero el franquismo tenía un componente religioso muy
acusado y, en ese sentido, cedió el protagonismo a la Iglesia en el terreno
educativo, siempre y cuando se inculcase el ideario del nuevo régimen en la
escuela. La Iglesia no tuvo ningún problema en aceptar esta condición.
En plena
guerra civil se dio la Ley de Reforma de la Enseñanza Media de 1938, que
pretendía diseñar la educación de las élites y clases medias españolas, y que
estuvo en vigor hasta 1953. En el bachillerato se ingresaba con diez años,
duraba siete cursos, teniendo el alumno que pasar un examen de estado para
ingresar en la Universidad.
La siguiente
ley del primer franquismo se aprobó el 29 de julio de 1943 y afectaba a la
Universidad, considerada como católica. El rector debía ser miembro de la FET y
de las JONS y los profesores universitarios necesitaban para ejercer una
certificación de la Secretaría General del Movimiento que acreditase su
adhesión a los principios del Estado.
La enseñanza
primaria fue la última en ser reformada y lo fue por una Ley de 1945. Esta
disposición otorgó un poder casi omnímodo a la Iglesia Católica. El nivel de
primaria se dividía en dos etapas: la general de 6 a 10 años, y una especial de
10 a 12 años. Esta disposición estableció una rígida segregación, ya que,
habría alumnos que con diez años, al terminar la etapa general, pasarían al
bachillerato, mientras que otros, cursarían la etapa especial para terminar su
vida escolar e ingresar en el mercado laboral, siendo obligación de la escuela
orientar en un sentido u otro a los alumnos. Esta Ley es importante, además, porque
dejó muy claro el derecho de la familia en relación con la educación, ya que
afectaba a toda la población, al ser el único nivel obligatorio. Además, la
familia tenía el deber de proporcionar esa educación a los hijos. Para ello, la
familia podría elegir las personas o centros donde los niños y niñas recibirían
su educación primaria. La escuela era definida como una comunidad activa de
maestros y escolares, instituida por la familia, la Iglesia o el Estado, “como
órganos de la educación primaria para la formación cristiana, patriótica e
intelectual de la niñez española”. Habría tres tipos de escuelas: las públicas
nacionales, las de la Iglesia y las privadas.
*Para
Tercera Información.
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