El reciente Estado de Israel
comenzó a fortalecerse gracias a la elección de Weizmann como presidente
Las tropas árabes comenzaron a
invadir el territorio repartido por la ONU
DAVID SOLAR Historiador
Actualizado: 25/07/2014 12:31 horas
Ben Gurion convirtió a la
Haganá en Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), en las que tuvieron que
integrarse todos los grupos armados; por otro lado, el nuevo Estado se
fortalecía con la elección de Weizmann como presidente. Unidad militar y
política imprescindibles, pues las tropas árabes estaban penetrando en el
minúsculo y atomizado territorio repartido por la ONU.
La invasión de siete
ejércitos árabes pregonada por la prensa mundial enmascaró la realidad. El
poder de aquellas fuerzas era pequeño; su operatividad, escasísima; su
coordinación, nula, y su adiestramiento, ínfimo. Por otro lado, casi
todos los implicados racanearon con la cantidad de tropas: poco más de 25.000
soldados.
De ellos, unos ocho mil,
los mejor armados, mandados y adiestrados, pertenecían a la Legión Árabe
trasjordana; Egipto contribuyó, inicialmente, con unos nueve mil; entre
Iraq, Siria, Líbano y Arabia Saudí nunca sumaron más allá de seis o siete mil
soldados a la vez. Los palestinos -las bandas de el-Kaukji y del Mufti-
no llegaban a cuatro mil hombres, con frecuencia inactivos...
Memorias de un oficial
Peor aún, en la zona
jordana, los irregulares fueron desarmados a media guerra y no les fue mucho
mejor junto a los egipcios, como en Gaza, donde fue desarmado el joven Arafat:
"Yo estaba en Gaza. Un
oficial egipcio se dirigió a mi grupo y nos ordenó que entregásemos las armas.
No podía creerlo. Preguntamos los motivos y respondió que era una orden de
la Liga Árabe. Protestamos en vano. El oficial me dio un recibo a cambio de mi
fusil y aseguró que me sería devuelto cuando terminara la campaña".
El Ejército egipcio era
sólo apariencia. La capacidad combativa de su Aviación fue poco más que simbólica,
y la reducida Marina carecía de valor operativo por falta de mandos
competentes, como se demostraría en la pérdida del crucero Rey Faruq ante el
puerto de Gaza.
Los tres regimientos que
penetraron en el Neguev estaban mal equipados: el armamento procedía de la II
Guerra Mundial, las municiones, también y, en parte, eran reutilizadas;
eran escasos sus transportes, y carecían de cisternas para agua y
combustible.
El armamento todavía procedía de la II GM
así como sus municiones
El entonces coronel Naguib,
jefe del II regimiento, relató en sus Memorias que entraron en combate
"con tan escasa preparación que ni siquiera hubo tiempo para llevar
a cabo la movilización general.
Tuve que alquilar 21
camiones a los árabes de Palestina para poder transportar a mis tropas de
Rafah a Gaza y me vi obligado a dejar atrás mis cañones pesados por falta de
tractores para arrastrarlos, pues el terreno que debíamos atravesar era demasiado
duro para remolcarlos con los camiones ".
El mayor Gamal Abdel
Nasser, guardaba el mismo recuerdo miserable: "Nuestros soldados,
sin la protección de los blindados, han de lanzarse en pleno día contra
sólidas fortificaciones (...) cuando una oleada cae, otra la reemplaza. Se me
encoge el corazón al ver a estos soldados combatir a pecho descubierto contra
posiciones fortificadas y regresar para agazaparse como ratones a roer un
poco de pan y queso".
Y lastimeras son las quejas
de los palestinos. Un anciano de Gaza relataba: "El 15 de mayo vimos pasar
al II regimiento egipcio, mandado por el general Naguib. Las mujeres lo
vitoreaban al borde de la carretera. En Gaza todo estaba en calma y
podíamos seguir los combates por la radio, que decía: los árabes han tomado
Jerusalén, Beersheva, Ashdod, Hebrón, Nablús y Nazaret. Naguib se halla a
veinte kilómetros de Tel Aviv... Estábamos seguros de haber ganado. Y poco más
tarde, una noche, oímos el cañón. Nadie podía entender lo que ocurría,
pero al día siguiente vimos pasar a los egipcios en sentido contrario...".
Éxodo de Israel |
Falta de iniciativa
La Legión Árabe no
cedió en ningún frente a la presión israelí, pero tampoco tomó iniciativa
alguna contra el territorio judío. Sus jefes, el general Glub Pacha y el
brigadier Lash, aseguraron años después que había sido imposible sacar mayor
rendimiento a sus tropas, pero algunos historiadores militares han
sostenido que una actuación decidida y combinada con los egipcios hubiese
podido partir Israel por medio en los primeros días de lucha.
Su freno fue el tinglado
que manejaba el rey Abdallah, preocupado por la creación de un gran
reino hachemí en el Creciente Fértil, por sostenerse en Cisjordania y por su soberanía
sobre la Ciudad Vieja de Jerusalén. La aniquilación del Estado judío,
aparte de peligrosa y costosa, anulaba esas aspiraciones; la derrota árabe,
según lo acordado con Golda Meir, las convertiría en realidad, tal como
sucedió.
La participación de Irak
hubiese podido ser decisiva, pero limitó su aportación militar a dos
minibrigadas de voluntarios, equipados con material ligero, reservándose sus
mejores tropas para combatir a los kurdos.
Una actuación decidida con los egipcios
hubiese partido israel por medio
Siria y Líbano acababan de
acceder a la independencia y sus ejércitos, deficientemente armados, apenas
podían considerarse regulares. Además, el Creciente Fértil era una idea
amenazadora para Siria, emparedada por los hachemíes de Amman y Bagdad. Y
porque recelaba más de Transjordania que lo que codiciaba Palestina, reservó
parte de sus tropas
En Arabia Saudí, Ibn Saud
contemplaba con inquietud los proyectos políticos y los preparativos
militares de Transjordania e Iraq, donde reinaban los descendientes del
jerife Hussein de La Meca, al que él había arrebatado su reino dos décadas
atrás.
En consecuencia,
consideraba imprudente desgastarse en Palestina, irritando a sus clientes y
amigos occidentales y quedando a merced de los ejércitos hachemíes.
Ibn Saud contemplaba con inquietud los
preparativos militares de Transjordania e Iraq
Esas políticas árabes
serían recordadas con amargura por Yasser Arafat: "En algunos
lugares, las fuerzas árabes hubieran podido tomar las posiciones judías fácilmente,
si hubieran avanzado. Pero cuando se les preguntaba por qué no lo hacían, la
respuesta siempre era la misma: 'No tenemos órdenes'.
Los judíos no hubiesen
podido apoderarse de algunas fortificaciones si los árabes no las hubieran abandonado
sin lucha. Haifa, por ejemplo, se perdió sin disparar un solo tiro porque
los soldados árabes dejaron el terreno libre".
A tantos intereses
encontrados, a tanta descoordinación y penuria numérica y material, Israel
opuso 35.000 hombres armados, bien entrenados y con elevadísima moral de
victoria. Es cierto que su artillería era escasa, carecía de carros de combate,
aviones y buques de guerra y que buena parte de sus fuerzas se dedicaba a la
protección de poblaciones y colonias agrícolas, pero esa inferioridad material
-que nunca numérica- sólo duraría cuatro semanas.
Inicio de la guerra
La primera parte de la
guerra que los israelíes llaman "de la independencia" y los
palestinos, "de la infamia" o "de la catástrofe" (Nakba),
se desarrolló entre el 15 de mayo y el 11 de junio de 1948 y se
caracterizó porque las batallas más violentas se desarrollaron en los
alrededores y en el interior de Jerusalén y porque se registraron
ligeros retrocesos judíos en casi todos los frentes.
La apertura oficial de
hostilidades le correspondió al rey Abdallah, que en la mañana del 15 de
mayo disparó en Jericó el cañonazo simbólico que iniciaba la contienda.
Entonces se produjo un hecho
fundamental en esta fase del conflicto: el-Kaukji, jefe de una facción de
las fuerzas irregulares palestinas, abandonó las colinas de Latrun, cerrojo de
las comunicaciones de Jerusalén con la costa.
Rabin advirtió la
posibilidad que se le ofrecía a su agotada brigada Harel, pero recibió la orden
de entrar en la zona vieja de la ciudad, donde se libraron combates tan
desesperados como inútiles, en los que sufrió más de un cincuenta por ciento
de bajas. Y mientras aquella fuerza se desangraba en combates callejeros,
las alturas de Latrun estuvieron tres días sin dueño.
En ese escenario, la Legión
Árabe se implicó en una lucha indeseada. El día 17 contraatacó a los
israelíes que amenazaban la zona árabe de Jerusalén.
Sus cañones dispararon
aquella noche contra los barrios hebreos, pero no decidieron la situación y
tuvo que meter infantería en la ciudad, cambiando el signo de la lucha.Y, a la
vez, ocupó Latrun y sus alturas, aún sabiendo que le costaría un feroz
desgaste, pues obligaba a los judíos a combatir allí para abastecer su barrio
de la Ciudad Vieja.
Los cinco días iniciales de
la contienda parecieron los primeros y los últimos del nuevo Estado. Lydda,
Ramallah, Latrun, Belén y parte de las zonas judías de la Ciudad Vieja y
media docena de kibbutzim cayeron en poder de los jordanos; los egipcios
penetraron por la costa y tomaron Ashdod, avanzaron por el Neguev, y ocuparon
Beersheva y algunos centros agrarios; los iraquíes alcanzaron Samaria y se
apoderaron de las fuentes del río Yarkon, progresaron sobre Jenin y Tulkarem y
amenazaban con partir el territorio israelí en Natanya y en Afula; el-Kaukji
tomó Nazaret; una brigada judía fue suficiente para defender la frontera de
Líbano; los sirios tampoco mostraron gran decisión y fueron rechazados por
Dayan en Degania.
La situación israelí en
aquella primera semana de lucha parecía insostenible. Sus comunicaciones
terrestres se realizaban por corredores siempre amenazados; incluso las
radiofónicas se interrumpieron entre Tel Aviv y buena parte de las colonias
agrarias del sur.
La Legión Árabe cambió el signo de la lucha
y, a su vez, ocupó Latrum y sus alturas
El Jerusalén judío se moría
de hambre, mientras los jordanos rechazaban diariamente a
la Haganá en Latrun... Israel se vio obligado a improvisar una ruta de montaña,
por la que marchaban durante la noche centenares de porteadores con alimentos y
municiones, mientras que brigadas de trabajo abrían una pista militar que fue
denominada la Ruta de Birmania, en recuerdo de aquella que durante la II
Guerra Mundial había permitido el envío de socorros a China.
La parte nueva de Jerusalén
se había salvado justamente en vísperas de que se llegara a la primera tregua
de la campaña; pero dos semanas antes, el 28 de mayo, había capitulado la
zona judía de la Ciudad Vieja.
Rabin pudo seguir por medio
de los prismáticos, desde sus líneas en el monte Sión, el triste espectáculo de
unos 300 prisioneros judíos -entre ellos, muchos de sus hombres-
marchando derrotados hacia la ciudadela de Jerusalén, desde donde fueron
trasladados hasta un campo de prisioneros cerca de Ammán. Aquella misma tarde,
la población civil judía abandonó sus callejuelas de la zona antigua por la
Puerta de Sión y se encaminó hacia los barrios nuevos, donde les acogieron sus
compatriotas.
Rabín pudo observar cómo 300 prisioneros
judíos fueron trasladados hasta un campo de prisioneros cerca de Ammán
Tregua
decisiva
La contienda era seguida
con profunda inquietud por las Naciones Unidas, que estimaban aquel conflicto
como el mayor fracaso de su breve historia.
Por eso, el 20 de mayo fue
designado el conde Folke Bernadotte como mediador oficial en el
conflicto. El día 29, el Consejo de Seguridad exigió a los beligerantes que
aceptaran una tregua e impuso un embargo de los envíos de armas a todos
los contendientes; Bernadotte pidió, además, que se impidiera la incorporación
de voluntarios y la continuación de la inmigración judía.
El 9 de junio, las
dos partes aceptaron una tregua de cuatro semanas de plazo y el día 11
callaron las armas, excepto en el norte, donde los sirios mantuvieron su
ofensiva hasta el día 12, registrando ambos bandos pérdidas importantes.
Esta tregua fue mejor
aceptada por los israelíes que por los árabes, cuya situación militar era
ventajosa, aunque menos que en los primeros días del enfrentamiento.
Abdelrahman Azzam, secretario general de la Liga Árabe, exclamó desolado:
"El pueblo árabe jamás nos perdonará lo que hemos hecho".
La tregua fue mejor aceptada por los
israelíes que por los árabes
Por el contrario, Moshe
Carmel, jefe de las fuerzas israelíes del norte -y responsable de la expulsión
de los palestinos de esa zona- respiró aliviado: "Esta tregua nos cae del
cielo".
Nunca podrá saberse si la
continuación de la guerra hubiera terminado por dar la victoria a los árabes,
pero está claro que la tregua proporcionó a Tel Aviv los medios para lograr
el triunfo.
El embargo decretado por la
ONU fue papel mojado y casi a diario atracaban en los puertos israelíes los
barcos cargados con las armas compradas en los dos últimos años.
Pese al embargo decretado, los
judíos encontraron un país que no les regateó nada: Checoslovaquia,
donde pudieron comprar cuanto material se fabricaba en el país o restos de
armamento alemán. Allí entrenaron pilotos y paracaidistas y organizaron el
puente aéreo que conduciría las armas hasta Israel. Italia les vendió
lanchas rápidas, embrión de la Marina israelí; una de ellas hundió al crucero
Rey Faruq.
En Francia
consiguieron artillería y desde allí controlaron la compra, mediante
intermediarios, de excedentes bélicos en toda Europa Occidental. En Estados
Unidos, veteranos pilotos de origen judío compraron a precio de
chatarra bélica aviones de transporte Dakota y Constellation, fortalezas
volantes B-17 desarmadas. Los transportes abastecieron directamente a las
colonias agrícolas del Neguev aisladas del resto del territorio. Los B-17
fueron rearmados en Checoslovaquia y utilizados como bombarderos,
Folke Bernadotte fue un noble sueco,
militar y dirigente de la Cruz Roja Sueca
La tregua permitió la
llegada de los refugiados que esperaban acceder a Palestina y de varios
millares de voluntarios judíos o simpatizantes, veteranos de la II Guerra
Mundial.
Así, en julio, los
israelíes disponían de más de sesenta mil combatientes y de medios para
ganar la guerra. La lucha proseguiría hasta final de año, y la victoria
prestigiaría y consolidaría el Estado de Israel. Para los árabes, aquel
desastre sería su hito histórico más lamentable, la Nakba, la desgracia,
especialmente para más de 700.000 palestinos, que fueron expulsados de su
tierra y acogidos en campos de refugiados abiertos en los países vecinos.Fuente: http://www.elmundo.es
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