Conflicto árabe-israelí Declaración de
independencia de 1948
Tras el fallido acuerdo entre el
rey Abdallah de Transjordania el monarca reforzó sus tropas en la Ciudad Vieja
de Jerusalén y envió carros de combate a Kfar Etzión
Al iniciarse la guerra fuerzas
israelíes tomaron zonas palestinas como Jaffa, Haifa o Acre
El 14 de mayo de 1948, Ben Gurion
leyó la Declaración de Independencia en Tel Aviv
Ben Gurion lee la declaración de Independencia de
Isarel, a las 4 de la tarde del 14 de mayo de 1948, en el Museo de Tel Aviv
bajo el retrato de Herzl, el fundador del sionismo,
DAVID SOLAR Historiador
Actualizado: 24/07/2014 15:19 horas
Cuando ya los soldados
ingleses liaban sus petates para abandonar Palestina, cuando Ben Gurion
daba los últimos retoques a su discurso de la independencia, cuando los árabes
adoptaban sus últimas disposiciones para atacar al nuevo Estado, Washington
realizó su postrera tentativa para evitar la declaración de independencia y la
consecuente guerra.
El secretario de Estado
norteamericano, George Marshall, se entrevistó con el jefe de la
delegación sionista en la ONU, Moshe Sharett, y le pidió que convenciera
a Ben Gurion de que debía posponer la creación del estado de Israel.
A cambio, prometía eliminar
las trabas para la emigración a Palestina de cien mil nuevos inmigrantes y
ayudas económicas para el desarrollo agrícola; de lo contrario, rechazaría todo
apoyo a Israel, ocurriera lo que ocurriese. Era una demanda inútil.
Cain Weizmann: "Hay que proclamar el
Estado judío pase lo que pase; ahora o nunca"
Cain Weizmann, que se hallaba en Nueva York, acompañó a Sharett al
aeropuerto y, al despedirse, le encareció vivamente: "Hay que proclamar
el Estado judío pase lo que pase; ahora o nunca". Y eso lo decía uno
de los dirigentes sionistas más moderados, partidario de hacer las cosas poco a
poco -"vaca a vaca, dunam a dunam (0,1 hectárea)".
La postura norteamericana
suponía una contrariedad para el sionismo, sorprendido por el giro de la
opinión pública mundial, hasta entonces tan proclive a sus intereses (La
Aventura de la Historia, número 109: "1947, la ONU reparte
Palestina", noviembre, 2007).
El pacto secreto
Por el momento, los
preocupados sionistas intentaron amarrar la neutralidad del rey Abdallah
de Transjordania, que no había mostrado animosidad contra la creación del
Estado de Israel, con cuyos promotores tenía un acuerdo secreto desde
noviembre de 1947: "Él se quedaría con la parte árabe de Palestina;
los judíos crearían su propio Estado y, cuando las aguas volvieran a su cauce,
las dos partes firmarían la paz", según el historiador israelí Avi
Shlaim.
Golda se atenía a lo pactado mientras que
Abdallah no quería dividir el territorio
Pero en aquellos tensos
días de la primera mitad de mayo de 1948, la relación parecía estar empeorando.
Ben Gurion envió a Golda Meir -que había participado en el acuerdo
inicial- a Ammán, para ratificar lo convenido. La secreta entrevista
entre el rey y la dirigente sionista, que se había presentado disfrazada de campesina
árabe, no fue muy alentadora: Golda se atenía a lo pactado, mientras que
Abdallah, muy angustiado, le propuso que no se dividiera el territorio,
sino que todo se vertebrara en Transjordania, "disponiendo los judíos de
amplia autonomía en los territorios donde fueran mayoría" (A. Shlaim).
No hubo acuerdo. Ni el
monarca podía oponerse a la invasión árabe de Palestina ni Golda renunciar a
la proclamación de la independencia de Israel. Se despidieron
amistosamente, pero entre ambos se abrió el foso de la confrontación que a
ninguna de las dos partes interesaba.
Las fuerzas del aún non
nato Estado judío siguieron intentando ensanchar sus posiciones en la
Ciudad Vieja de Jerusalén, designada zona neutral bajo control internacional en
la partición de la ONU. Como respuesta, el 11 de mayo, Abdallah reforzó allí
sus tropas y envió carros de combate a Kfar Etzión, un poblado israelí
incrustado en territorio árabe y estratégicamente situado en la carretera
Hebrón-Jerusalén.
Éxodo de la población israelí. |
Los intereses
Más allá de las habituales
declaraciones altisonantes de fraternidad, muchos intereses árabes en
Palestina eran territoriales: Siria se sentía agraviada porque Palestina
había sido históricamente un territorio dependiente de Damasco y no renunciaba
a recuperarlo. En cuanto a Egipto, porque estaba interesado en una fuerte
rectificación fronteriza entre los desiertos del Sinaí y el Neguev y en
mejorar la difícil posición defensiva en El Arisch.
Transjordania codiciaba
toda la fértil ribera occidental del Jordán y el control de Jerusalén, tercera
ciudad santa del Islam, de la que el rey hachemí era custodio. Pero, aunque en
la guerra defendió con uñas y dientes lo que consideraba "suyo", no
atacó ningún territorio adjudicado a Israel. El historiador israelí Bar-Joseph
asegura que ambos países se comportaron como "los mejores enemigos".
Ben Gurion: "Erigir un Estado judío de
inmediato, incluso si no es en todo el territorio"
Por su lado, Israel nunca
pensó en limitarse a conservar lo concedido por la ONU. Ben Gurion, en 1946,
pretendía, al menos, un 80% de Palestina y, a finales de 1947, escribió que era
necesario "erigir un Estado judío de inmediato, incluso si no es en
todo el territorio. El resto vendrá con el tiempo. Tiene que venir".
En consecuencia, no se
acogió a las fronteras de la partición, ni siquiera expresó sus aspiraciones
territoriales, pues el nuevo país "tendría los límites que fueran
capaces de trazar sus soldados" y, por tanto, ordenó planificar una
guerra ofensiva para cuando estallase. Según Shlaim, su prioridad era obtener
ganancias territoriales en la Ciudad Vieja de Jerusalén y, luego, a costa de
los territorios palestinos del norte y el sur.
Las fuerzas israelíes en zonas palestinas
De cualquier forma, cuando
comenzó la guerra la situación territorial ya no era la de la partición del 31
de noviembre de 1947. Las diversas fuerzas israelíes habían tomado amplias zonas
palestinas o de población palestina, "incluidas las ciudades de Jaffa,
Haifa, Acre, Safed, Tiberías y Bet Sheam. Hasta mediados de mayo (de 1948)
habían huido ya de esas zonas 300.000 árabes, la mitad casi de (...) los que
huyeron o fueron expulsados de Palestina entre 1947 y 1949 (G. Krämer, Historia
de Palestina).
Refugiados israelíes llegan a Palestina. |
Tal era la situación
cuando, el 12 de mayo de 1948, se reunió en Tel Aviv el Consejo de los Trece,
organismo recién creado para gestionar la fundación del Estado. Su primera
decisión fue, precisamente, decidir la proclamación del Estado, cosa que no
estaba clara. El escaso apoyo internacional, las presiones norteamericanas, las
amenazas árabes y el ataque jordano de la víspera, contenían a los menos
decididos.
Y fue Ben Gurion quien, con
su voluntad y astucia, impuso la proclamación inmediata. La reunión se estaba
desarrollando en un clima pesimista: Sharett y Golda Meir expusieron sus
desalentadoras entrevistas con Marshall y Abdallah; Yigal Yadin,
jefe de la Haganá, analizó los agobiantes problemas militares y valoró en un
cincuenta por ciento las posibilidades de victoria.
Entonces surgió el león Ben
Gurion. Todo lo dicho carecía de valor, puesto que los reunidos desconocían que
estaba a punto de llegar un importante cargamento de armas adquirido en
Europa para dotar a cincuenta mil hombres.
Había, además, muchos
equipos de comunicaciones, sanitarios y de transporte, esperando su embarque
hacia Jaffa, en cuanto el puerto estuviera libre de la vigilancia británica. El
problema es que tendrían todo aquello si se proclamaba el Estado y se marchaban
los ingleses. Por tanto, era prioritaria, pues los medios para defenderlo llegarían
a continuación. Pese a sus argucias y argumentos, sólo logró una decisión
favorable por seis votos contra cuatro.
Se adoptó el nombre de
Israel, prefiriéndolo a Sión, la otra posibilidad estudiada. Y Ben Gurion
impuso que no se delimitaran las fronteras, "igual que se había hecho
en el momento fundacional de Estados Unidos".
El político sionista David Ben Gurion |
.
La Declaración de Independencia
"Eretz Israel (la
tierra de Israel) ha sido la cuna del pueblo judío. Aquí se ha forjado su
personalidad espiritual, religiosa y nacional; aquí ha vivido como pueblo
libre y soberano; aquí ha creado una cultura con valores nacionales y
universales y ha legado al mundo entero el imperecedero Libro de los
Libros...". Ben Gurion estaba leyendo la Declaración de Independencia.
Eran poco más de las cuatro
de la tarde del viernes 14 de mayo de 1948, y en el salón de actos del
Museo de Tel Aviv escuchaban con emoción contenida unas doscientas
personalidades del sionismo. Antes de la Declaración de Independencia
-dieciocho párrafos, cuya lectura duró quince minutos-, en pie, cantaron la
Hatikvah, su himno nacional, resultando todo tan improvisado que la Filarmónica
de Tel Aviv, invitada a la ceremonia, inició el acompañamiento con varios
compases de retraso.
La ceremonia se cerró con
una nueva interpretación de la Hatikvah y con la postrera intervención de Ben
Gurion: "Queda constituido el Estado de Israel. La sesión ha
terminado".
Mientras, Isaac Rabin llevaba
combatiendo tres días en los suburbios de Jerusalén. Mientras se proclamaba la
independencia, logró apoderarse del barrio de Katamón y pudo concederse
unas horas de descanso. Encendió la radio para escuchar lo que ocurría en Tel
Aviv y uno de sus compañeros, reventado por la fatiga, gritó malhumorado:
"¡Apaga la radio! ¡Estamos hartos de escuchar siempre lo mismo!".
La salida
británica
Fuerzas armadas británicas
vigilan una calle árabe en Haifa/ John Phillips. LIFE.
En Jerusalén, los últimos
soldados británicos se disponían a partir. Sus carros de combate ocupaban
las confluencias de las calles que necesitaban para evacuar la ciudad;
ametralladoras protegidas por sacos terreros apuntaban hacia los barrios árabes
y judíos, que se tiroteaban intermitentemente; retenes de soldados coloniales
con la bayoneta calada montaban guardia en acuartelamientos y edificios
administrativos, de donde salían camiones cargados con los últimos enseres del
Mandato.
En la madrugada del 15 de mayo, las tropas
británicas se concentraban en las zonas portuarias
El español Pablo de
Azcárate, comisionado de la ONU en Palestina, relataba aquellos
acontecimientos: "... Me causó penosa impresión ver al Alto Comisario y
al Jefe de la Administración abandonar Jerusalén de esa forma medio clandestina
y veinte horas antes de que expirase oficialmente el Mandato (...). Los judíos
lanzaban su ofensiva, consolidando su posesión de Katamón y Rehavia y
apoderándose de la colonia alemana y los demás barrios meridionales; los
últimos restos de elementos árabes fueron liquidados y quedaron desde entonces
dueños absolutos de la parte meridional de la ciudad".
En la madrugada del 15 de mayo, las tropas
británicas se concentraban en las zonas portuarias. Entretanto, árabes e
israelíes libraban una frenética carrera para apoderarse de las instalaciones y
posiciones abandonas, por su importancia estratégica y porque se había
abandonado algún armamento. Esa madrugada arreciaron los combates por Jerusalén
y comenzaron a llegar a Palestina los ejércitos árabes más tempraneros. La primera
guerra árabe-israelí había comenzado y el aviso se lo dio a la capital del
nuevo Estado, Tel Aviv, el zumbido de una escuadrilla de aviones egipcios que
la bombardeó al clarear el día. Por el contrario, ese mismo día Israel fue
reconocido por Estados Unidos y, al siguiente, por la Unión Soviética. Hay
que resaltar el entusiasmo que el nuevo Estado suscitaba en el comunismo.
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