Para el
Gobierno, una persona que trabaje una hora a la semana a cambio de una comida y
que esté el resto del tiempo, las otras 39 horas, buscando trabajo no es un
parado sino un ocupado.
nuevatribuna.es
| Por Enrique
Negueruela | 25 Julio 2014 - 18:08 h.
La ministra
de Empleo, Fátima Báñez.
En la
situación actual que se está modificando el tipo de jornada habitual, hay que
tener cuidado en no confundir la creación de empleo con la precarización del
existente. Si se destruyen mil empleos a jornada completa y se crean 1.500 a
media jornada, no hay más trabajo porque se destruye en horas el equivalente a
250 puestos de trabajo. Según la EPA se han perdido casi cuatro millones de
horas de trabajo y hay 128.800 ocupados más.
En un año se
han perdido el 0,7% de las horas trabajadas aunque el número de ocupados
aumente el 0,8%. Este aumento de ocupados se produce exclusivamente en el
sector servicios. En ese sector aumentaron las horas un 0,2% y el número de
empleos un 1,7%. La industria ha perdido un 1,8% de las horas trabajadas. La
industria manufacturera que representa el 90% del empleo, perdió un millón y
medio de horas y diez mil ocupados. Una vez más se manifiesta una gran
debilidad por falta de sectores tractores de una recuperación que aún no ha
comenzado. En este sentido los datos del trimestre pasado eran más
esperanzadores: aumentó el número de horas trabajadas respecto al año anterior.
Hay menos
trabajo. La jornada media trabajada ha disminuido de 35,5 horas por ocupado en
el segundo trimestre de 2013 a 35 horas este año. Todavía no sabemos cómo se va
a repercutir salarialmente esta disminución, pero me temo que no a favor de los
asalariados. Este temor es fundado. La reforma laboral ha eliminado un millón y
medio de empleos a jornada completa y surgen doscientos cincuenta mil a jornada
parcial o discontinuos. Se han destruido setecientos cincuenta mil puestos
fijos y medio millón de temporales. En el último año la tasa de precariedad
ha aumentado 1,1 puntos. Este aumento de la precarización y la expulsión de
trabajadores de las empresas con unos derechos consolidados y ganados a lo
largo de los años, fuerza su entrada en otras empresas en situación de extrema
debilidad que se traduce en un salario mucho menor.
Para
muestra, un ejemplo real: un trabajador conducía una grúa móvil por lo que
tiene reconocida una prestación que actualmente está en el segundo tramo del
60% del salario que percibía, y actualmente trabaja nueve meses al año
conduciendo un autobús. Cobra más los tres meses que está en el paro que
trabajando. Es decir, su incorporación a un nuevo empleo le ha supuesto una
pérdida salarial superior al 40%. Hablamos de dos profesiones con un nivel de
cualificación y competencias similares cuyos convenios no justifican semejante
diferencia.
Por el lado
contrario, el del paro, llevamos tiempo oyendo fanfarrias de triunfo. No se
entiende por qué. Hoy hay 778.639 personas paradas más que hace tres años
fruto de la reforma laboral. Además hay un segundo factor muy importante a
tener en cuenta: el concepto de ocupado y parado que utiliza la EPA. Una
persona que trabaje una hora a la semana a cambio de una comida y que esté el
resto del tiempo, las otras 39 horas, buscando trabajo no es un parado sino un
ocupado. Es muy importante tener esto claro. No hay parados parciales, no
computan como tales. La parcialización del empleo reduce el paro total, aunque
no a quienes quieren un trabajo decente o a jornada completa.
En relación
con 2013 el paro ha disminuido en 424.459 personas. La población en edad de
trabajar disminuye en 321.526 personas de los que solo uno de cada tres es
inactivo. El resto son parados que han desaparecido previsiblemente que
emigraron. De esas 424 mil personas que no aparecen como paradas, 220 mil se
han ido. Esta es la primera fórmula de resolver el problema del paro que ha
utilizado este gobierno: que hay parados, que se vayan y no contaminen las
estadísticas. Vemos que la mitad de sus fanfarrias intentan acallar el
drama de la emigración o de la expulsión de los emigrantes.
Si seguimos
diseccionando vemos que hay 272 mil parados más que llevan más de dos años
en paro y 697 mil menos entre los que llevan menos de dos años. La reforma
laboral arrojó al paro a millones de trabajadores que son los que optan a los
empleos precarios mientras que los parados anteriores, muchos con diferentes
cualificaciones, engrosan cada vez más la lista de los de muy larga duración.
Aumento un 12,7% las personas que llevan dos o más años en paro.
Si nos
fijamos en los niveles de protección, hay un dato muy revelador: el porcentaje
de parados que percibe prestaciones ha ido disminuyendo desde el 36,5% que
había en 2011, al 34,5% de 2013 y hasta el 31,6% de 2014. En un año hay casi
tres puntos menos de protección y en tres hay cinco menos. El nivel de
“calidad” del empleo es tal que ni tan siquiera genera prestaciones. La tasa de
protección de quienes llevan menos de un año ha caído desde el 43,4% de 2011,
al 42,6% de 2013 y hasta el 39% de este último trimestre. Una pérdida de 4,4 y
3,6 puntos respectivamente. Este dato es revelador del grado de precariedad del
empleo que se genera que no sirve ni para tener derecho a prestaciones.
Si vemos
desde la reforma laboral, 2º trimestre de 2011, hay 774.398 personas paradas
más. De ellas
765.738 no percibe ninguna prestación, el 99%, mientras que 8.660 sí, el 1%.
Todo el crecimiento del paro es crecimiento de la desprotección. Hay cerca de
un millón de parados sin prestaciones en viviendas sin ingresos.
Es hora de
que se callen las fanfarrias que pretenden ocultar que se continúa destruyendo
horas de trabajo, cuatro millones de horas menos, que el paro disminuye porque
emigran los parados y otros se incorporan a empleos tan precarios que cada vez
son más incapaces de generar prestaciones. Es hora de tomar medidas para que la
industria que sigue perdiendo tanto horas de trabajo como empleos, sea capaz de
generar los tractores para la recuperación. Es hora de tomar medidas contra la
desprotección de los parados, especialmente aquellos que tienen cargas
familiares. Es hora de otro gobierno que se centre en las personas.
Por Enrique
Negueruela | Técnico de empleo y miembro del Consejo de Empleo,
Economía Social y Relaciones Laborales de la Fundación 1º de Mayo
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