Uno de los genocidios del Imperio Británico
Miércoles, 30 de julio de
2014
Aunque los británicos la
llamaron Black War (Guerra Negra), no se declaró ninguna guerra. De esta forma,
denominan los ingleses al exterminio de los aborígenes de Tasmania promovido
directamente por el Imperio británico.
Por Javier Sanz
La isla de Tasmania —topónimo
conocido por los dibujos animados de la Warner cuyo
protagonista es el Diablo de Tasmania— está situada a
doscientos cuarenta kilómetros al sureste de Australia. La
isla estaba poblada por aborígenes de tez negra, pelo rizado, baja estatura
(hombres 1,60 metros y las mujeres 1,48 metros) y de complexión delgada,
dedicados a la caza y recolección con medios muy rudimentarios.
Tuvieron la mala suerte de que el navegante holandés Abel
Tasman Jansen arribase a sus costas en 1642. Hasta
que en 1855 comenzó a denominarse Tasmania por su descubridor, se llamaba Tierra
de Van Diemen por Anthony Van Diemen, gobernador
general de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en
aquella época. Más tarde pasaron por allí franceses y británicos que comenzaron
a esclavizar a muchos aborígenes. En 1803, los británicos establecieron una
colonia penal en Tasmania y la isla comenzó a recibir lo mejor de cada
casa. Con estos indeseables también llegaron colonos dispuestos a conseguir
terrenos donde establecerse sin respetar los territorios de caza de los
aborígenes. Poco tardaron en llegar los primeros enfrentamientos entre los
colonos, apoyados por el ejército británico, y los nativos del lugar que
siempre llevaron las de perder: asesinatos, violaciones o secuestros se
repetían sin castigo alguno para los europeos. A pesar de todo, los aborígenes
tasmanos trataron de defenderse, pero poco podían hacer con piedras y lanzas
contra las armas de fuego.
Genocidio Tasmania
Entre 1803 y 1830, se pasó de una población estimada de
cinco mil tasmanos a unos doscientos. En 1826, el Tasmania Colonial Times lo
justificaba como autodefensa (¿?):
"No
estamos aquí por nuestra labor filantrópica. La autodefensa es la primera ley
de la naturaleza. Si el gobierno no elimina a los nativos [se planteó
reubicarlos en otra isla], serán cazados como fieras".
Para acabar con aquel problema por la vía rápida, en 1828 se
autorizó la caza de aborígenes estableciendo una recompensa de cinco
libras por la captura de un adulto y dos libras por un niño. En 1860
murió el último hombre tasmano y, como recuerdo, el miserable
George Stokell, de la Royal Society of Tasmania,
ordenó que desollasen su cuerpo para hacerse una cartera. La
última mujer tasmana, Truganini, murió en 1876… El genocidio
había terminado.
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