¿QUIÉN NOS DARÁ DE COMER SI DESAPARECE EL
CAMPESINADO?
El
agronegocio pone en riesgo la alimentación mundial
Por Esther Vivas -
Canarias-semanal.org
Miércoles, 30 de julio de 2014
La
agricultura - escribe Esther Vivas - ha dejado de ser desde hace años una
actividad económica central. Ante un modelo agrario diseñado por y para el
agronegocio, cada vez más campesinos se han visto obligados a abandonar el
sector (...).
La
agricultura ha dejado de ser desde hace años una actividad económica
central. Ante un modelo agrario diseñado por y para el agronegocio, cada
vez más campesinos se han visto obligados a cerrar sus explotaciones y
abandonar el sector. Sin embargo nuestras necesidades alimentarias siguen
allí. Sin campesinado, ¿quién nos dará de comer?
La agricultura, en el Estado español, ha pasado de ser una de las principales
actividades económicas a una práctica casi residual. En 1900,
el 70% de la población activa trabajaba en el sector agrícola;
en 1950, ésta había disminuido hasta el 50%
del total; en 1980, ya únicamente representaba el 19%;
y en 2013, sumaba un escuálido 4,3%.
Las explotaciones agrarias, del mismo modo, desaparecen a gran velocidad.
En el período de 1999 al 2009, en solamente diez años, éstas disminuyeron un
23%, según el Censo Agrario del Instituto Nacional de
Estadística 2009. Pronto no quedarán campesinos en el campo.
Menos explotaciones y más grandes. La concentración empresarial es otra
realidad en el mundo agrario. Entre 1999 y 2009, a pesar del cierre de
fincas, las que se mantuvieron, en todas las comunidades autónomas, aumentaron
su extensión. Aunque los mayores incrementos se dieron en Galicia, La
Rioja y Cantabria. En la ganadería, se repitió la dinámica: el número de
explotaciones de cada especie de ganado disminuyó, pero aumentó el número medio
de cabezas. Castilla y León se situó al frente de la producción de bovino
y ovino y Catalunya fue la primera en la producción avícola y porcina, ambas
comunidades con el mayor número de ejemplares de cada una de dichas
especies. Por cierto, en Catalunya existen prácticamente tantas cabezas
de cerdo, como de personas.
La renta agraria en términos generales, en los últimos años, también ha
retrocedido, a pesar de que en 2013, ésta aumentó un 7,7% después de varios
años de mantenerse estable o en caída libre. Según datos de la Coordinadora
de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el sector
agrario en la última década ha perdido un 23% de su renta. Asimismo, los
costes de producción siguen incrementándose, y actualmente significan un 93% de
la renta agraria en su conjunto. La subida de precios de la energía, los
fertilizantes y los piensos ha contribuido de forma decisiva al aumento.
Los ingresos disminuyen, los gastos no hace sino aumentar.
Precios
en origen y en destino
El diferencial entre el precio que se paga en origen al productor y el que
nosotros pagamos en la tienda o el supermercado continúa subiendo. Si en
junio del 2013, el precio del producto alimentario de origen a destino se
multiplicaba de media por 3,79, un año más tarde, en junio del 2014, el importe
se multiplicaba por 4,52, según el Indice de Precios en Origen y Destino de los
Alimentos. Aquellos productos con un mayor incremento de su coste eran el
calabacín, el repollo y la berenjena, con un diferencial porcentual entre el
precio en origen y en destino de un 950%, un 808% y un 717%
respectivamente. En definitiva, quién produce lo que comemos es quién
menos dinero recibe.
De aquí que la COAG, la Unión de Consumidores de
España (UCE) y la Confederación Española de Organizaciones de
Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU) impulsaran una
proposición no de ley sobre los márgenes comerciales de los productos
agroalimentarios, que fue aprobada por el Congreso de los Diputados en
2008. La proposición instaba a una mayor transparencia en el proceso de
configuración de los precios a lo largo de la cadena alimentaria, a la creación
de un Observatorio de Precios para controlar y sancionar las malas prácticas en
la fijación de los importes, a actuar para eliminar la especulación en los
mercados agroalimentarios e implantar un sistema de doble etiquetado (precios
origen/precios destino) que permita conocer el valor real de los alimentos y
detectar distorsiones interesadas en los precios, entre otras medidas.
Aunque del dicho al hecho…
El
supermercado siempre gana
La venta a pérdidas por parte de los supermercados, vender por debajo del
precio al que se paga al productor, es otra práctica habitual, aunque está
prohibido por la administración mediante la Ley de Ordenación del
Comercio Minorista y la Ley de la Competencia Desleal.
La gran distribución, sin embargo, utiliza esta medida con el objetivo de
fidelizar a sus clientes, vendiendo algunos productos, los llamados “productos
relamo”, a un precio muy bajo. A pesar de ingresar menos dinero con su
venta, lo compensa con el incremento de la comercialización de otras
mercancías.
El aceite de oliva ha sido, en los últimos años, uno de los productos agrarios
más golpeados por esta práctica, ahora parece le llega el turno al arroz.
Pero, no es oro todo lo que reluce. El consumidor piensa que ahorra con
estos métodos, aunque una vez en el ‘súper’ lo que deja de pagar en un producto
lo acaba pagando en otro. La gran distribución siempre gana.
Mientras, estas prácticas tienen un efecto nefasto en el campo, ya que
presionan a la baja el precio que se paga en origen por dichos alimentos
conduciendo a la ruina del agricultor. Sin entrar a analizar, por otro
lado, el fraude que, a menudo, se da con estas prácticas, cuando nos venden,
por ejemplo, aceite de oliva virgen extra a un precio extremadamente barato, y
al analizar el producto resulta no tratarse del aceite de primera calidad que
nos decían.
Muchos campesinos, ante estas operaciones, tiene que acabar cerrando sus
fincas. Entonces, si estos desaparecen, ¿quién nos dará de comer?
¿Quiénes producirán y distribuirán la comida? Creo que la respuesta es
clara: unas pocas empresas que controlan cada uno de los tramos de la cadena
alimentaria. Se trata de multinacionales como Dupont, Syngenta,
Monsanto, Kraft, Nestlé, Procter&Gamble, Danone, Carrefour, Alcampo, El
Corte Inglés, Mercadona, por solo citar a algunas. ¿Tenemos,
pues, la comida garantizada?
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