Padre de la
constitución española
En estos tiempos en
los que la cuestión nacional pone en solfa la Constitución, uno de sus padres
proclama su valor incluso para buscar encaje a Euskadi y Catalunya
HUMBERTO
UNZUETA - Domingo, 11 de Mayo de 2014 - Actualizado a las 02:14h
Miguel
Herrero y Rodríguez de Miñón es miembro permanente del Consejo de Estado.
(Marta Fernández)
MADRID- Conoce como nadie la génesis de
la Constitución española de 1978 y su posterior evolución y plasmación en la
España de las autonomías. No en vano Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón es uno
de los tres padres de la Constitución española que aún quedan en vida, junto
con Miquel Roca y José Pedro Pérez-Llorca. Defiende la vigencia de la Carta
Magna pese a que 36 años después la cuestión nacional de Euskadi y Catalunya, y
también Galicia, sigue sin encontrar acomodo en España. Pero se muestra crítico
con la cerrazón que los sucesivos gobiernos españoles han tratado el encaje de
estas tres naciones.
¿Le molesta que se cuestione la vigencia de la Constitución y se
invoque su reforma?
-Me parece inútil porque en España hay ahora para el Estado y para
los gobiernos autonómicos problemas muy urgentes y acuciantes que necesitan que
se les presten la mayor atención posible y el mayor esfuerzo posible. Por otra
parte, los problemas de autogobierno que se han planteado en Catalunya o en
Euskadi pueden resolverse sin modificar la Constitución, interpretándola
inteligentemente. Cuando hay problemas como el que plantea Catalunya o el que
puede plantear Euskadi es un mal camino envolverlos en una reforma global
porque entonces nunca se harán. Sería mejor resolver los problemas concretos
con el menor roce con la Constitución.
¿Por qué no ve posible una reforma constitucional?
-En primer lugar porque no hay un consenso político para hacerla.
Si los partidos no se ponen de acuerdo en problemas menores, importantes pero
menores, como puede ser una reforma laboral, pues mucho menos aún en reelaborar
la administración de Justicia o la formulación de los derechos fundamentales. No
hay consenso político, pero además no hay un consenso técnico.
Dice que con el menor roce a la Constitución, pero ¿se pueden
satisfacer las aspiraciones nacionales y buscar acomodo a Euskadi, Catalunya y
Galicia sin alterar la Constitución?
-El problema vasco y el catalán son dos cuestiones muy importantes
pero, felizmente, van por vías distintas. No hay que confundirlos. Catalunya
tiene una reivindicación ante la cual hay que buscar un arreglo negociado. En
cuanto al tema vasco es claro que hay en la Constitución una disposición
adicional primera que se puede explotar muy a fondo y que no requiere de una
revisión de la Constitución. El futuro de Euskadi en España depende de la buena
utilización pactada de la adicional primera. En Barcelona recientemente he
propuesto lo mismo para Catalunya. De la misma manera que se reformó la
Constitución para poner el límite al déficit en el artículo 164 de la Carta
Magna, podría negociarse entre todos los grupos parlamentarios una adicional
segunda o primera bis para Catalunya, sin afectar al resto de la Constitución.
¿En el origen de todo está el café para todos que se proclamó con
los pactos autonómicos?
-Efectivamente. La primera gran mutación que se hizo de la
Constitución fueron los pactos autonómicos de 1981 que generalizaron el sistema
que la Constitución no había definido. Tal vez fue un error de los
constituyentes no cerrar la Constitución. La Constitución era un texto abierto
como corresponde a una sociedad abierta, era una Constitución bastante elástica
y los pactos autonómicos generalizaron el sistema con la fórmula tan sublime e
ingeniosa del café para todos. Ya cuando se utiliza la fórmula del café para
todos hay que desconfiar de quien la inventó pues un problema de Estado no se
arregla con una receta de cafetería, pero eso revelaba la talla intelectual de
quien dio a luz el café para todos. Lo que le sobra a Madrid le viene escaso a
Euskadi o a Catalunya. Es claro que demográficamente y económicamente Madrid es
más grande que Euskadi pero los sellos de identidad de Euskadi son distintos a
los de Madrid, que no tiene señas de identidad distintas a las de la totalidad
de España.
¿Y esto se podía haber solucionado distinguiendo entre naciones
(Euskadi, Catalunya y Galicia) y regiones (el resto)?
-Se podían haber buscado muchas fórmulas. Ahora mismo cuando se
habla de federalismo asimétrico como una gran solución lo que se está diciendo
es que hay que diferenciarlas, no porque unas sean de peor condición que otras,
sino porque unas, como Madrid, a lo mejor son más ricas y pobladas, pero no
tienen una identidad específica como es el caso de Catalunya, el de Euskadi o
el de Galicia.
¿Hubo presiones para que no se hiciera ese distingo?
-Se habla mucho de presiones y yo creo que lo que faltó fue
pensamiento. Marx decía que para nadie ha sido de utilidad la ignorancia,
nunca.
¿Qué le parece la fórmula de la bilateralidad en pie de igualdad
entre Euskadi y el Estado español que plantea el lehendakari Urkullu?
-El lehendakari Urkullu tiene toda mi admiración. Es una lástima
que esté políticamente situado solo en Euskadi porque me parece un político
admirable por su realismo, su seriedad y su tenacidad. Creo que el camino de la
bilateralidad es el que hay que seguir y conseguir. Uno de los méritos del
Gobierno de Urkullu y de su actitud política es que ha conseguido en un tiempo
relativamente breve -con la fortuna de que ha coincidido con unos pasos serios
en la pacificación- modificar la percepción que de Euskadi y sus problemas se
tiene en el resto de España. De creer que era un país en absoluta subversión en
busca de metas nunca definidas, percepción muy extendida en el resto de España,
ahora hay una percepción muy creciente sobre la seriedad de los vascos, la
forma de plantear sus intereses, la forma de establecer como prioridad la
salida de la crisis y la pacificación antes que otras cosas. Ese camino debiera
seguirse. No hay que cejar por parte de Euskadi y su gobierno en conseguir esa
relación de bilateralidad pactada que, por otra parte, recuerdo haber oído en
el Congreso de los Diputados formular con mucha seriedad a los portavoces del
PNV con proposiciones que fueron gratuitamente rechazadas porque no se
quisieron entender.
¿Por qué el Gobierno español no quiere coger el guante de la
bilateralidad?
-Madrid ahora tiene otras prioridades muy urgentes. Lo que debería
hacer el Gobierno español es dar ciertas facilidades para acelerar el proceso
de pacificación. La bilateralidad y los temas institucionales deben quedar para
cuando los problemas económicos y de pacificación estén resueltos. Madrid
debiera de dar ciertos pasos que facilitaran la situación.
¿A qué pasos se refiere?
-El tema penitenciario debería ser generosamente negociado porque
lo importante es conseguir ciertos objetivos que todos decimos que son
fundamentales, por ejemplo la pacificación. Para ello son necesarios ciertos
pasos por todas partes. La pacificación en sentido global llegará y lo que hay
que intentar es no retrasarla sino acelerarla.
¿Cuál es el techo de esa generosidad? ¿Llega hasta el acercamiento
de los presos de ETA?
-No tengo responsabilidades de gobierno ni la información para
responder a esa pregunta, pero si, socialmente en Euskadi, hay una reclamación
de ir por esa vía hay que escucharla, negociarla y atenderla.
Cuando dice que primero hay que cerrar las heridas propias, ¿se
está refiriendo a la presión de algunos colectivos de víctimas sobre el
Gobierno español?
-Hay presiones en todos los sentidos, pero creo que el gobernante
tiene que sopesar esas cosas y supeditar los objetivos electorales a corto
plazo a las grandes metas a largo plazo. Creo que la pacificación es un
objetivo fundamental.
¿Cualquier gesto hacia los presos de ETA tiene que darse una vez
disuelta la banda armada o antes?
-La banda haría muy bien en disolverse. Ha hecho tal daño,
especialmente a Euskadi, que estará siempre en deuda con ella. Cuanto antes lo
haga, mejor. Lo que no veo claro es que haya que supeditar medidas de
reconciliación a que ETA tenga sentido común. El propio sentido común debe ser
prioritario al sentido común de la banda, porque es lógico que los gobernantes
del Estado democrático de derecho deben tener una actitud mucho más sólida que
la de una banda de criminales. La banda no puede tener la iniciativa de la
política de reconciliación.
Las reivindicaciones abertzales en general están abonadas por la
creencia de que el Estatuto de Gernika ya no sirve y además quedan
transferencias por realizar, además de las invasiones competenciales. ¿Comparte
el diagnóstico?
-Las normas no están nunca superadas, lo que pueden estar es mal
utilizadas. El Estatuto de Gernika en ciertos aspectos podría haber sido mucho
más satisfactorio para todos. Ha funcionado bastante bien durante años, aunque
debieran hacerse las transferencias pendientes. Pero abordar ahora un nuevo
estatuto, no digo que no se deba hacer en otro momento, pero no hay el consenso
político ni técnico suficiente para hacerlo. Es abrir un melón que no urge
abrir. Urgiría utilizar bien lo que ya existe, porque el día en que se haga un
nuevo estatuto para Euskadi, debería ser el momento propicio para hacer un gran
estatuto en que los elementos simbólicos sirvieran para un reconocimiento muy
explícito de la identidad vasca.
¿Elementos simbólicos?
-Siempre he insistido en la importancia de los elementos
simbólicos en el tratamiento de las diversas identidades nacionales que hay en
España. Los elementos simbólicos son eficaces y no son costosos porque son
sentimentalmente satisfactorios. Y una reivindicación nacional tiene mucho de
emocional y eso hay que satisfacerlo simbólicamente.
Además de lo emocional y lo simbólico, hay un aspecto tangible y
de eficacia en la gestión. Es el caso de algunas transferencias que se le
niegan como, por citar una, la caja de la Seguridad Social.
-Sí, pero ya hay una previsión estatutaria sobre eso. Por eso digo
que lo que hay que hacer es negociar lo que está pendiente. Hay que explotar a
fondo las posibilidades del Estatuto antes que tratar de revisarlo.
Los intentos de traer a Euskadi las competencias de la Seguridad Social,
Prisiones o puertos y aeropuertos siempre se han topado con el muro de Madrid.
-Me asombra que, en el sistema económico al que nos estamos
acercando, estamos dispuestos a transferir la administración y las competencias
sobre un aeropuerto a una multinacional con sede en Kuala Lumpur que al
Gobierno de Vitoria. O que transfiramos competencias a Bruselas a veces muy
importantes y no nos atrevemos a transferirlas a Vitoria.
Antes era la violencia de ETA el pretexto para no abordar la
cuestión nacional, ahora se esgrime la crisis. Para Madrid nunca habrá un
momento oportuno.
-Hay ese peligro, pero los peligros se superan. Esa idea de que
hay prioridades se la he oído al propio lehendakari Urkullu. Cuando lo dijo así
en Madrid me impresionó mucho porque es una aproximación muy realista que ha
calado en la opinión pública española. De la crisis se saldrá a medio plazo y
si se logra culminar la pacificación y la convivencia, con el aval de ambas
cosas, llegará el momento de plantear reformas institucionales.
El Plan Ibarretxe evidenció que ni siquiera por los cauces legales
es posible avanzar.
-Fue un error no negociar el Plan Ibarretxe. A mí no me gustaba,
pero creo que el plan era viable en la Constitución y sobre todo debió ser
negociado y discutido. Y vino a Madrid a eso, a negociarlo y discutirlo. Fue un
tremendo error rechazarlo. Es claro que en estos temas, por parte de los
sucesivos gobiernos de España, ya sean de izquierdas o de derechas, ha habido
una notable incomprensión para tratar estos temas. Hay que hablarlos y
negociarlos, no se puede rechazarlos al principio como se hizo con el Plan
Ibarretxe.
El Gobierno del PNV también prevé hacia 2015 o 2016 llevar a
consulta un acuerdo del Parlamento Vasco sobre autogobierno. ¿Está abocado a un
final similar a lo que pasó con Ibarretxe?
-Yo no veo que sea tan necesaria la consulta, pero esas cosas se
negocian. No me parece que el camino sea anunciar unilateralmente que el día
tal se va a celebrar un referéndum con esta pregunta, y el Gobierno se entere
de ello por la prensa. Ese no es el camino, no es ni bueno ni malo sino
inhábil. No conozco el calendario del Parlamento Vasco para ese menester, pero
lo que no me parece hábil es fijar plazos.
¿Hay en el Estado español algún cauce legal para poder llevar a
efecto la reivindicación independentista?
-No hay
cauce legal alguno. No hay ningún Estado que se haya disuelto legalmente nunca.
Y confío que ni legal ni ilegalmente eso se haga. Confío que Euskadi se
encuentra cómoda en un Estado suficientemente acogedor. No conozco ningún
Estado que haya previsto su disolución
Fuente: http://www.deia.com/
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