La titular del Juzgado
Federal Número 1 de Buenos Aires, María Servini de Cubría, está en España para
investigar crímenes cometidos por el franquismo durante la Guerra Civil y la dictadura
Durante su estancia –que
se extiende hasta el próximo día 30– pasará por País Vasco, Andalucía y Madrid,
donde tiene previstas reuniones con instituciones del Estado y tomar
declaración a diversas víctimas y querellantes, además de recabar pruebas de
violaciones de derechos humanos en archivos españoles
19/05/2014
- 20:45h
La jueza
argentina María Servini de Cubría.
La jueza argentina María Servini de Cubría
está en España para investigar crímenes cometidos durante la Guerra Civil y el
franquismo. La única investigación abierta en el mundo por violaciones de
derechos humanos cometidas durante ese periodo se sigue en ese país
sudamericano. Y lo que muchas víctimas no consiguieron en las múltiples
reclamaciones que han hecho ante la justicia española les llegará por obra y
gracia de la justicia argentina. Podrán, por fin, contar sus historias y las
de sus familias para que sean juzgadas.
La titular
del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Número 1 de Buenos
Aires ha iniciado su actividad en el País Vasco y seguirá, hasta el próximo día
30, en Andalucía y Madrid. Servini ha cerrado reuniones con representantes de
diversas instituciones del Estado y tomará declaración a víctimas y
querellantes, además de recabar pruebas y documentación en archivos españoles
sobre delitos franquistas.
El viaje
queda enmarcado en los procedimientos que la magistrada lleva adelante en la
denominada Querella Argentina desde hace cuatro años. La jueza recabará el
testimonio de participantes en el proceso que por su edad avanzada o condición
física no pueden viajar a la capital argentina o a los consulados de la nación
en España. Historias crudas, reflejos del terror de una época que Servini
recopilará para esclarecer acusaciones por genocidio y crímenes de lesa
humanidad cometidos de manera sistemática durante la dictadura franquista.
Para víctimas y querellantes significa un "paso de gigante" y
organizaciones como Amnistía Internacional lo definen como "un hecho
histórico en la lucha contra la impunidad" en suelo español.
Los
hermanos Kalzada y el miliciano Félix Padín
La agenda
en Euskadi incluye la invitación del Parlamento Vasco, del Ayuntamiento de
Gernika y la visita al Palacio de Ayete, antigua residencia veraniega del
dictador Francisco Franco (hoy edificio reconvertido en Centro de la Paz).
Servini recibirá información y documentación de lo ocurrido en la comarca y
tomará declaración a tres
querellantes, entre ellos los hermanos Kalzada. Julen Kalzada fue uno de
los 16 curas vascos que estuvieron recluidos durante el franquismo en la famosa
cárcel de Zamora y fue condenado en el Proceso de Burgos. Junto a su hermana
Elisa relatarán a la jueza argentina el fusilamiento de su padre, Doroteo.
Julen
Kalzada, en la cárcel de Zamora.
"Cuando
los franquistas entraron en Busturia en abril de 1937 cogieron a mi padre, que
había sido concejal del PNV en la República, le encarcelaron en Bilbao y en
agosto le fusilaron, junto a otros cinco", se puede leer en el testimonio
de Julen Kalzada en la querella. "Sin saber bien por qué me imputaron también
en el juicio de Burgos 31/69 junto a Jon Etxabe –continúa–. Me condenaron a 12
años y un día. Fue emocionante el día en que rompimos el juicio. Todos de pie,
con el brazo en alto, cantando el 'Eusko Gudariak' (Himno al soldado vasco). El
juicio se volvió contra el régimen de Franco".
Servini de
Cubría conocerá también la historia de Félix Padín, un miliciano de 97 años que
luchó en la Guerra Civil y que, tras el triunfo de las tropas franquistas, pasó
por varios campos de concentración, entre ellos el de Miranda de Ebro, donde
fueron recluidos muchos antifranquistas vascos. Padín tiene la memoria
"muy engrasada y la mente en perfectas condiciones", aunque está
postrado hace años en una silla de ruedas.
"¡Viva
la República!", ante el pelotón de fusilamiento
El periplo
andaluz de la jueza argentina corre del 21 al 27 de mayo, con estancias en
Sevilla y Málaga. En la capital andaluza tiene prevista varias actividades
desde su llegada, entre ellas una entrevista con el historiador especialista en
el alcance de la violencia fascista en la región, Francisco Espinosa. El
viernes será el recibimiento institucional por parte del Gobierno andaluz, con
el vicepresidente de la Junta de Andalucía, Diego Valderas, y el director
general de Memoria Democrática, Luis Naranjo. También visitará el Archivo del
Tribunal Militar Territorial Segundo, donde están los expedientes de la
represión tras el golpe de Estado, acompañada del investigador José María
García Márquez. El sábado visita el cementerio de la localidad de El Madroño,
donde hace escasos días la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia
localizó una fosa común con 29 asesinados.
Paco Marín |
.
Antes de
esto, el jueves, tomará declaración en Sevilla a tres víctimas del franquismo.
Uno de ellos, Francisco Marín, tiene 91 años: "Tenía 13 años cuando
mataron a mi padre, Manuel Marín Rodríguez. Él tenía 38". Paco –como es
conocido en el mundo memorialista andaluz– era el mayor de seis hermanos y su
madre, Amalia Cabello Pérez, estaba embarazada del séptimo hijo del matrimonio.
Su padre se escondió en una casa de la familia, pero pocos días después tuvo
que abandonarla. Las tropas falangistas tardaron "dos o tres noches"
en localizarlo, el 16 de septiembre de 1936.
"Mi
madre se levantó y nos llamó. Nos gritaba: '¡Levantarse que se llevan a
papá!' Nos agarramos a él llorando. Los canallas nos decían que no
llorásemos, que iban a hacerle unas preguntas. Eso ustedes no lo habéis vivido,
sólo de oídas". Paco interrumpe su discurso, llora, pide disculpas,
"es que lo vivo, sabes". Sueña con su padre, todavía. "Hay dos
cosas que no quiero que se me olviden decirte. Con 13 años, en el mes de
noviembre, el de los difuntos, me fui a la fosa del cementerio, le eché coraje
y tiré un ramo de flores a la fosa donde estaba. Y que un amigo de él al que le
habían requisado el camión y que lo obligaban a llevar a los presos me dijo:
Paquito, tú ya eres grandecito, dile a tu madre que a tu padre lo han fusilado.
Pero tienes que estar muy orgulloso de él, murió como mueren los valientes. Alumbré
con los faros del camión, tiraron una ráfaga y tu padre levantó los brazos y
gritó ¡Viva la República!".
"El
paredón estaba cerca. Recuerdo los lamentos"
Antonio Parra Ortega. |
Antonia
Parra Villalba tiene 77 años. Nació dos meses después de que asesinaran a su
padre, Antonio Parra Ortega, el 5 de septiembre del 36. Tenía 34 años. Sus
restos óseos, piensan, están en la fosa del cementerio de Marchena (Sevilla).
Antonia es presidenta de la asociación memorialista de la localidad. "A mi
madre –recuerda– con 26 años la dejan sola con tres niños. La mayor se llamaba
Libertad, con cuatro años, y como no se podía decir ese nombre se lo tuvo que
cambiar. Le puso María. Mi madre trabajaba en el campo, en lo que podía,
haciendo el trabajo de un hombre para alimentarnos. Murió el mismo día que se
cumplían 60 años de que fusilaran a mi padre".
Antonio
estuvo varios días en la cárcel de un pueblo sin guerra, tomado por los
golpistas "en un paseo militar". Allí su padre le llevaba comida,
hasta que le dijeron que no hacía falta. "Mataron también a un hermano de
mi madre, que era militar republicano, en la toma de Málaga, y al novio de mi
tía", sostiene Antonia.
"Cuando
se asesina masivamente por ideales políticos se pierde la cabeza, fue
horroroso", recuerda Francisco Rodríguez Nodal, de 87 años. "Cuatro
miembros de mi familia murieron fusilados" por aplicación del bando de
guerra.
Antonia Parra. |
Tenía 10
años cuando pierde en Carmona (Sevilla) a su abuelo, Francisco de Paula Nodal
(con 63 años), a su tío materno Antonio Nodal Pulido (33 años), y dos primos de
éste, Juan González Pulido (33) y su hermano Antonio (21). Sus cuerpos fueron
arrojados a fosas comunes en el propio municipio y en El Viso del Alcor.
"El
paredón estaba cerca de mi casa. Recuerdo los lamentos de los que iban a ser
fusilados. Era espantoso. A veces me despierto por la noche y vuelvo a oír esos
lamentos, esos gritos. '¡No hacerlo, perdonarnos!', decían las mujeres. '¿Pero
qué hemos hecho? Juzgarme, que me pasen por un tribunal'". Además de
"criminales –continúa– fueron astutos, se los llevaban a otros pueblos
para enterrarlos, como si la consigna fuera hacerlos desaparecer", relata.
Los testimonios que oirá la magistrada argentina, dice, "forman parte de
un delito de genocidio, un delito que no prescribe".
"A
Sancho lo sacaron a pasear"
El domingo
25 María Servini de Cubría se traslada a Málaga, donde de la mano de la
asociación Alumbra de niños robados visitará el monolito de la fosa del
cementerio de la ciudad y se reunirá con representantes de la administración. Y
el lunes 26, llega a Madrid, donde permanecerá hasta el final de su viaje. Aquí
oirá la historia vital de Faustina Romeral Cervantes. Tiene 90 años y con 15
fue detenida junto a sus padres. Mataron a su padre y su madre permaneció en
prisión. Ella fue liberada pero quedó sola, despojada incluso de la casa
familiar. Luego sufrió prisión entre 1947 y 1953.
Teresa
Álvarez Alonso, 93 años, denunciante en la Querella Argentina. Cuatro miembros
de su familia fueron represaliados a partir de octubre de 1937, fecha en que
Asturias, donde vivían, cayó en manos franquistas. Su abuelo paterno, Evaristo
Álvarez Iglesias (nacido en 1860 en el municipio asturiano de Bayo), es
detenido después de la guerra y acusado de pertenecer al Comité de Guerra de
Trubia. Sometido a juicio en Gijón, acaba condenado a 30 años y un día de
prisión y confinado en la gallega Isla de San Simón. Allí muere. Francisco
Álvarez Miranda, padre de Teresa, conocido por Pachín. Preso "poco
tiempo" en un batallón de trabajadores. "Los falangistas –cuenta
la familia– lo dejaron sordo metiéndole una varilla de un paraguas por el
oído".
Sancho y
José eran hermanos de Teresa. El primero está desaparecido desde que cayó en
manos franquistas. Una hermana fue a llevarle la cena y lo vio en un camión.
Sancho avisó de que lo trasladaban al centro de detención de Grado. Cuando
fueron a verlo "para llevarle una manta", otro preso les dijo:
"A Sancho lo sacaron a pasear". José pasó por varios centros
de detención antes de acabar en un batallón de trabajadores de Barcelona. Al
cumplir su condena, se marchó a Argentina. Allí vivió el resto de su vida.
Fuente: www.eldiario.es
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