Deberíamos
preguntarnos cuanto antes, y con la precisión de un cirujano, por la
pervivencia de la democracia. Sin miedo a separar capas, a abrir tejidos para
llegar de forma irremediable hasta tumores para extirparlo evitando hemorragias,
pero con la decisión de quien sabe que se puede acabar la anestesia y en
consecuencia aportar un dolor indecible al cuerpo que está delante sobre
una mesa, cubierto por completo de oscuridad y donde sólo se percibe el
campo operatorio. Es la forma única de terminar con éxito una intervención y
devolver al enfermo a la normalidad gozosa de su vida. Pero antes, debe el
cirujano contar con estudios de tiempos de coagulación, salud cardíaca,
oxigenación en sangre, etc. para que la intervención responda al diagnóstico
previo y exacto.
“Le llaman democracia y no lo es”. Algunos
movimientos ciudadanos han llegado a esta conclusión. Nos queda el nombre pero
se nos ha vaciado de contenido
La
democracia es una parámetro político, el menos malo, para convivir en paz
y llevando a la ciudadanía al ejercicio de la responsabilidad de sus tareas y a
la plenitud de su dignidad como seres humanos.
Nuestra
democracia fue el resultado de un esfuerzo de sudor, sangre e incluso muerte de
un pueblo rebelado durante años contra una dictadura infame. El triunfo empezó
allá por 1.975 cuando desentubaron a España, al dictador le explotó el trombo
como una granada y el horizonte se llenó de libertad. Empezó el caminar y hemos
llegado a 2.014 dejando atrás tricornios invasores, cafeterías Galaxias sin
clientela de sables y cuarteles militarmente cuadrados ante el poder civil.
“Le llaman
democracia y no lo es”. Algunos movimientos ciudadanos han llegado a esta
conclusión. Nos queda el nombre pero se nos ha vaciado de contenido. No hay
democracia. Y los profesionales de la política llaman a estos movimientos
izquierdas radicales, antisistema, filoetarras, terrorista de baja intensidad y
nos previenen contra sus formas de ver la política con el mismo interés e
inyectando el mismo miedo a la ceguera que nos metía la iglesia ante la
masturbación. Pese a las autodefensas de los políticos “profesionales” frente a
estos movimientos, creo que en el fondo son conscientes de que en este país nos
hemos dado cuenta de que no queremos confundir democracia con esa bulimia de
poder que ellos ostentan. El pueblo tiene hambre de democracia y precisamente
por esa necesidad incuestionable desprecia lo que nos quieren vender como tal.
Necesitamos una democracia viva, dinámica que se proponga metas de bienestar
para la ciudadanía, que tiene la impresión de que le están entregando una
democracia de plástico como si la hubieran encargado en esos bazares chinos
donde venden paraguas y velas de cumpleaños todo mezclado y sin calidad
ninguna.
Los
políticos son vistos como un problema para la democracia y no como una solución
que le dé cuerpo, elegancia y plenitud a esa tarea en favor de la res-pública.
Todos los días nos desayunamos con apropiaciones indebidas, sobresueldos,
mordidas, dinero arrebatado y evadido. Y ver que mientras unos buscan un trozo
de pescado en un contenedor otros están amontonando dinero robado a sus
estómagos, no es precisamente un aliciente para apreciar a los políticos.
Aparte la
corrupción económica, lo que realmente destruye la democracia es la corrupción
de la palabra. Cuando se quiere hacer creer que no ha habido ni hay otros
caminos para salir de la crisis (de la estafa, para hablar claro) que matar de
hambre los estómagos o dejar sin recursos a los dependientes, el ciudadano toma
conciencia de que a los políticos no les importa el bienestar de la población
en general, sino el enriquecimiento de los poderosos. Desde que el actual
gobierno subió al poder, los dueños del Ibex han visto aumentada su riqueza en
un 67 %.
Y ahora
vuelven a salir a la plaza pública y sin el más mínimo rubor los mismos que
sabía que no podrían cumplir el programa que presentaron, pero que no obstante
predicaron y vuelven ahora a soltar como un mantra de la falsedad. María
Dolores de Cospedal dice que el Partido Popular “jamás ha engañado a sus
lectores” Y Pons asegura que el gobierno está cumpliendo su programa y
que terminará de llevarlo a la práctica cuando termine la legislatura. Y Rajoy
se siente contento ante los datos de una EPA que demuestra que hay una miseria
que nos llega al cuello. Y Báñez asegura que la recuperación va sobre ruedas. Y
Montoro afirma en sede parlamentaria que vamos a asombrar al mundo.
Un gobierno
prevaricador que miente a sabiendas está demostrando que le sobra la chulería
de sus afirmaciones para reírse descaradamente de los ciudadanos. Y a los
ciudadanos nos escuece esa chulería porque uno se imagina a Arriola riéndose en
su despacho de las consignas impuestas a los Florianos, a los Pons, a las
Dolores, Las Fátimas…
Cuidado. El
pueblo no es tonto. Y esos políticos prevaricadores son el mejor caldo de
cultivo para la aparición de salvapatrias, de movimientos de polainas, de
amaneceres dorados o de ultraderechas como en Francia. La democracia se puede
desesperar y convocar fuerzas que nada tienen que ver con las aspiraciones
legítimas de todo un pueblo.
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