Francisco Ferrándiz analiza en 'El pasado
bajo tierra' las repercusiones de una década abriendo fosas de la Guerra Civil
El antropólogo, que formó parte de la
Comisión de Expertos del Valle de los Caídos, advierte que le recordará al PSOE
su informe cuando vuelva a gobernar
La Comisión había propuesto reconvertir el
monumento para quitarle su carácter religioso y franquista, un proyecto que el
PP ha dejado en un cajón
24/05/2014 - 20:15h
"En el cariño con el que los forenses desentierran
los cuerpos de las fosas muchos ven un comienzo de la reparación", dice
Francisco Ferrándiz. Exhumación de fosa en el Cementerio Viejo de Arganda del
Rey en abril de 2014. Foto: Óscar Rodríguez (ARMH)
Francisco
Ferrándiz posee una delicada capacidad para encapsular en términos, tan
precisos y exactos que se presentan como reveladores, cuando no aterradores,
los dramas que venimos enterrando y desenterrando desde hace 80 años.
Escucha, es empático y es comprensivo, cualidades sin
las cuales no podría ejercer como antropólogo social. Pero, a la hora de la
devolución –la conversión en discurso de la materia prima humana y cultural que
recoge a pie de fosa– es un narrador excepcional que sabe ajustarse a los
tiempos periodísticos, políticos, familiares o investigadores, maquinarias
todas ellas tan diferentes.
Su libro " El pasado bajo tierra"
(Anthropos, 2014) es alimento para todas esas mecánicas, es una lectura que
traspasa el circuito académico y que analiza cómo nos han atravesado estos 14
últimos años de exhumaciones contemporáneas de la Guerra Civil.
La Guerra fabricó un bando de derrotados, algunos de
ellos fueron desterrados –exiliados– y otros fueron "subterrados": un
éxodo bajo tierra que condenó a miles de asesinados a un olvido social,
político y judicial durante décadas, sembrando todo el territorio español de
fosas comunes. Cuando estas se abren, los cuerpos reaparecen y comienzan una
segunda vida, una vida necropolítica. Pero, como cualquier viajero en el
tiempo, reaparecen estos cadáveres en un futuro, el siglo XXI, tan diferente de
1936, un año en el que no había un testigo con un smartphone fotografiando
y tuiteando el fusilamiento.
"El proceso de memoria histórica tiene muchas
facetas y la exhumación es sólo una de ellas. Los huesos se han apropiado de la
escenografía de la memoria histórica porque tienen una espectacularidad
intrínseca que no tiene un monolito. Cuando expones una violencia y hay señales
de tiros de gracia o puedes reconstruir fusilamientos o cuando se observa la
propia retórica visual de los forenses resulta enormemente atractivo".
Documentalistas y medios de comunicación hemos alimentado este corpocentrismo
del resto óseo en nuestro relato de recuperación de la memoria. "Hay mucha
gente, por ejemplo, que no sabe que hay rituales de devolución
de restos, que tienen un impacto más local, pero el impacto global lo ha
tenido el hueso" recuerda Ferrándiz desde su despacho del CSIC, en Madrid.
Ritual forense a pie de fosa: varias personas ocupan
las huellas corpóreas de las personas exhumadas por el equipo de Aranzadi en
esta fosa de en Barcones (Soria) en julio de 2013. Foto: Óscar Rodríguez /
ARMH.
En este arranque de siglo, los medios, además, hemos
alimentado la crispación que, según Ferrándiz, ha sido más
"mediática" que "sobre el terreno". "Pero tiene que
ver con el país en el que vivimos, como también hubo mucha crispación política
cuando se hizo la Ley de Memoria Histórica y se dijeron cosas muy graves en el
Parlamento. Teniendo en cuenta que este es un proceso que viene de abajo hacia
arriba, donde la sociedad civil demanda atención hacia un colectivo de víctimas
desvalido, se merecía una respuesta más ecuánime. Yo tengo la sensación de oportunidad
perdida, se podría haber hecho un debate más matizado e interesante sobre
España y su pasado traumático pero ha habido polarización".
"Las exhumaciones han sido las dinamizadoras del
proceso de memoria histórica -explica— y es positivo porque se ve la barbarie
de la represión de la guerra y al posguerra pero luego el hueso tapa otros
procesos. Ha habido mucha gente que no ha abierto fosas porque no les ha
parecido oportuno o porque no tenían medios, o hay exhumaciones fallidas, como la
de Oropesa o la de las cinco mujeres de Cáceres que cuento en mi libro que
se realizó dos semanas después del auto en el que Baltasar Garzón se declaraba
competente para juzgar los crímenes del franquismo. Y el proceso de memoria
continua, pero ya fuera de foco porque no aparecen los huesos".
El antropólogo, que ha trabajado en exhumaciones como
la de los 46 cuerpos de Villamayor de los Montes (Burgos) o los siete de
Fontanosas (Ciudad Real), advierte que las fosas vinculadas a los pueblos son
las más "problemáticas" porque "un pueblo es una comunidad de
los vivos y una comunidad de los muertos y una fosa común es una irregularidad
dentro de la relación entre ambas comunidades". Al ser "tirados"
fuera del cementerio, con frecuencia junto a la tapia, por fuera, han sido
"excluidos de la comunidad de los muertos" y para destensar la
relación entre vivos y muertos es necesaria una "reintegración" a la
comunidad a la que pertenecen, "que se hace mediante los rituales de la
devolución de los restos a los familiares".
Acto de homenaje y entrega de restos a los familiares
tras la exhumación de La Carcavilla (Palencia) en junio de 2013. Foto: Óscar
Rodríguez / ARMH
En su libro Ferrándiz describe con todo detalle la
realizada en Fontanosas. El arqueólogo forense Francisco Extebarría volvió al
pueblo, concluida la "vida científica de los huesos" ya identificados
en su laboratorio de Aranzadi, para explicar a los vecinos lo que la ciencia es
capaz de narrar sobre las circunstancias de la muerte de esas personas.
"Cuando hay una muerte en una familia"
compara Ferrándiz, "sea por accidente, enfermedad o por edad, podemos
activar un tanatorio, hay una cultura funeraria a la que podemos vehicular
estos tipos de muertos. Pero cuando te viene un cuerpo exhumado de una fosa
común de la Guerra Civil no hay un protocolo claro sobre cómo gestionarlo, las
familias tiran de su propia cultura funeraria pero para un fusilado que tiene
un enterramiento de 70 años de antigüedad y que te viene con señales de
violencia dentro de un contexto político que despierta historias muy duras,
muchas familias no están preparadas. Y ahí se han producido tensiones en las
propias familias y en los municipios pero globalmente estas tensiones han sido
mucho más leves que la crispación sobrevenida habida en los planos mediático y
político".
Y, tras las convulsiones, el olvido. "Noto que ha
habido un descenso en interés porque hay periódicos que ya han hecho la
cobertura y tiene que pasar una cosa realmente novedosa para que le presten
atención". Estrictamente novedoso, dicho sea con perspectiva de primera
plana y cinco columnas, solo queda una historia por contar: la transformación
del Valle de los Caídos, como la llama Ferrándiz, "la madre de todas las
fosas".
Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Foto:
Enrique López-Tamayo Biosca / CC
"Si el PSOE vuelve al poder se le va a recordar lo
del Valle de los Caídos" advierte Ferrándiz, que formó parte de la
Comisión de Expertos a la que el Gobierno de Zapatero encargó un informe en
2011. Lo que él mismo le va a recordar es el informe que entregaron a Ramón
Jáuregui tras perder su partido las elecciones y ya como Ministro de la
Presidencia en funciones. Un informe que el siguiente gabinete confirmó a
eldiario.es que estaba metido en un cajón y sin ninguna utilidad.
"Creo que el informe se entendió mal y el debate
sobre el traslado del cuerpo de Franco tapó otras propuestas bien interesantes,
como la transformación del cementerio en cementerio público especial, la
convocatoria de un concurso internacional de ideas para hacer una intervención
en el monumento, no necesariamente caro pero potente conceptualmente, semejante
al de Berlín o Hiroshima, o el rehacer todo el convenio con los benedictinos...
puntos en los que todos en la Comisión, de derechas o de izquierdas, estábamos
de acuerdo, salvo en el tema del cuerpo de Franco que ahí había algunos que
pensaban que causaría alarma social, pero yo no". No obstante, y como
explica en su libro, es necesario romper la jerarquización de víctimas
que tiene a las sepulturas de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera
en lugares preferentes, para iniciar el proceso democratizador.
"Yo creo que Franco va a salir del Valle de los
Caídos antes o después, es algo que no se puede prolongar. Es una disonancia
en una sociedad democrática el tener a un dictador al que se le rinde misa
diaria en una basílica. Es un elemento básico para romper un cordón
umbilical con el franquismo que sigue en la sombra y que se expresa con algunas
instituciones que todavía no se han transformado convenientemente o en algunas
nostalgias por el pasado", concluye.
El pasado noviembre Ramón Jáuregui, hoy número dos de
la lista socialista para las Elecciones Europeas, ponía el tema sobre la mesa: "hay
que resignificar el Valle de los Caídos". En esas fechas, el senador
del PNV Iñaki Anasagasti pidió al Gobierno que se pusieran en marcha las
recomendaciones del informe. "Los españoles no
entenderían gastar 13 millones de euros en reconvertir el Valle",
contestó el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.
"Pero los 13 millones –aclara Ferrándiz– venían de
un cálculo que habían hecho los propios técnicos de Patrimonio, un dinero para
mantener y restaurar el edificio, que se lo estarán gastando ahora como puedan,
no lo sé, con partidas de aquí y de allá". "Creo que gastarse 13
millones de euros en remodelar o democratizar o abrir a múltiples lecturas un
monumento como este que está controlado por la Iglesia y que encarna un modelo
de conciliación que solamente satisface a un porcentaje de la población es legítimo".
A la problemática política y religiosa hay que sumarle
una complejidad científica e irremediable. Debido a la descomposición de las
cajas, el cementerio se está convirtiendo en un osario y los huesos allí
enterrados se fusionan con la propia piedra. El paso del tiempo no hace más que
empeorar el problema del Valle de Cuelgamuros.
Fuente: www.eldiario.es
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