¿Desaparecen las
"clases medias"?
Lunes, 12
de mayo de 2014
Por Manuel
Medina - Canarias Semanal.org
La batalla del gobierno y sus patrones, los
empresarios, ha sido dura, pero finalmente lo están consiguiendo. En el curso
de los últimos años han estado forcejeando perseverantemente para lograr
arrastrar hacia abajo el listón salarial. Periódicamente, controlaban a través
de encuestas el nivel de oposición que los asalariados ofrecían a
la hora de aceptar la precarización laboral. Pero los resultados obtenidos en
estas encuestas no solo les permitían detectar esta resistencia, sino también
construir sofisticadas campañas publicitarias para persuadir a los
trabajadores de que en situaciones de crisis como la actual sería inaceptable
aspirar a salarios "decentes". "Mejor poco
que nada", fue el lema difundido a través de sus medios de
comunicación. La campaña no fue dirigida exclusivamente a los que ya
habían perdido su puesto de trabajo, sino también a aquellos otros a los que se
amenazaba con la posibilidad de perderlo. Había que implantar un nuevo y falso
"sentido común" en la mentalidad de la gente a través del cual el
asalariado pudiera llegar a convencerse de que la mejor forma de salvar
parte de lo conseguido era entregarse en cuerpo y alma a la voluntad de su
enemigo de clase.
UNA "LABOR" CONCERTADA
La
verdad es que la patronal no ha hecho sola su trabajo. Además de con los
apoyos de sus representantes en el Ejecutivo gubernamental, los grandes
empresarios han contado con la contribución inestimable de los
intermediarios de las dos centrales sindicales amarillas, CCOO y UGT.
El papel que ambas han jugado en la quiebra de la resistencia de los
asalariados no ha sido irrelevante. En lugar de poner en pie de lucha a los que
lo iban a perder casi todo si renunciaban a defender lo suyo, han llamado a los
trabajadores a concertar acuerdos de recortes salariales con los
patrones, haciendo pender sobre ellos la amenaza de los ERES .
Pero las
razones que los dos "sindicatos" han tenido a la hora de
desempeñar su obsceno papel de defensa de los intereses patronales no han
sido únicamente las originadas por su largo proceso de
degradación ideológica, aunque éste haya tenido una notoria
influencia. Tras la felonía sindical de las dos grandes centrales
ha estado también el lucrativo negocio de los ERE,
sobre el que solo hemos empezado a conocer los aspectos más superficiales.
Vienen
estas breves reflexiones a propósito de la última encuesta del CIS,
que pone al descubierto la magnitud de los cambios que se han operado en
el mapa salarial español. Según el estudio sociológico realizado
por esta institución oficial, el 48% de los españoles - la
mitad de los encuestados - están viviendo con unos ingresos
inferiores a los 900 euros. El 14,1% cobra entre 601
y 900 euros al mes. El 12,7% tiene unos ingresos que se encuentran
entre los 301 y los 600. El éxito de la patronal y
del gobierno en su disputa con los trabajadores para lograr quebrar su
resistencia a aceptar salarios misérrimos, o su negativa a reducir aquellos que
percibían, es evidente. Difícilmente podía haber habido un resultado
diferente con una clase obrera desorganizada y sometida a la influencia de
formaciones sindicales que cada día se asemejan más a los sindicatos
norteamericanos de la década de los cincuenta que a organizaciones de clase.
¿DESAPARICIÓN DE LAS
"CLASES MEDIAS"?
Hay otro aspecto del informe del CIS que
ofrece interesantes datos sobre los que reflexionar. Durante los últimos
decenios, los sociólogos del sistema han estado perseverantemente
empeñados en hacer desaparecer el peso de la clase trabajadora. Estaban
convencidos de que si lograban aplicar unos nuevos criterios de clasificación
social, en función de la cuantía de los salarios percibidos, el mapa de la
división de clases en las sociedades modernas variaría sustancialmente, y la
preponderancia numérica de los trabajadores disminuiría.
Se trataba de una
simple operación cosmética: los asalariados mejor remunerados pasaban a
engrosar las filas de lo ellos denominan "clases medias".
Hasta entonces, se había entendido que las clases medias estaban
constituidas por pequeños comerciantes, pequeños empresarios o propietarios
rurales con posesiones limitadas.
Pero la "nueva
estructuración" artificiosa que se inventaron los ingenieros del
sistema iba a provocar efectos mágicos en el seno de no pocas sociedades
occidentales. Entre los asalariados mejor remunerados empezó a cundir la
sensación de pertenencia a una "nueva clase social" en
ascenso, que tendía a imitar las formas, costumbres y valores de las élites
realmente poderosas.
Sin embargo, la treta de
los teóricos empeñados en ofrecer una cara más amable al sistema
capitalista era tan solo un espejismo que tenía las patas muy
cortas, como ahora la crisis ha terminado poner en evidencia. Y es que la
clave para pertenecer a una clase social u otra no reside, como estos
sociólogos pretenden, en la cuantía de las percepciones mensuales, sino en la
relación que los individuos tienen con la propiedad de los medios de
producción. Si a cambio del trabajo desempeñado recibes un salario, serás
siempre un asalariado de cuyos emolumentos el patrón se encargará de arrancar
las plusvalías que engordarán sus beneficios. Las ilusiones que no pocos
trabajadores asalariados sustentaron durante años - generalmente
administrativos, profesionales, técnicos... - de haber abandonado
las filas del proletariado no fueron suficientes para que estas se
convirtieran en realidad. La arrasadora fuerza del tsunami de la crisis ha
servido para poner a cada uno en su lugar de la pirámide social. Otra cosa es
que los sujetos afectados por semejante conmoción hayan sido capaces de
asumirlo.
El hecho de
que en los últimos decenios se produjeran unas condiciones muy específicas en
el desarrollo del capitalismo y en la correlación de fuerzas en el planeta
capaces de enmascarar aspectos de esa realidad, no implicó que ésta
desapareciera. La clave de la bóveda que mantiene en pie el edificio del
capitalismo reside en la apropiación de las plusvalías resultantes del
proceso de trabajo por parte de los propietarios de los medios de producción.
Si tal apropiación no se diera la existencia del sistema capitalista
carecería de sentido.
LO QUE DICEN LOS DATOS DEL C.I.S. AL RESPECTO
Los
datos que ofrece la encuesta del CIS constatan que el 49,4% de los
hogares españoles viven con unos ingresos netos inferiores a 1.800
euros mensuales. Que un 15,2% de las familias ganan entre 1.201 y
1.800 euros al mes. Que las percepciones salariales del 14,2 %
están comprendidas entre 901 y 1.200 euros. Las familias que
ingresan más de 3.000 euros netos mensuales - en una media teórica de
dos salarios de 1.500 euros- alcanzan tan solo el 4,8%.
Nos encontramos, pues, ante unos porcentajes
reveladores que nos obligan a preguntarnos: ¿Dónde han quedado aquellas "clases
medias" sobre las que los partidos de la socialdemocracia
vergonzante y los sindicatos amarillos lanzaron sus reclamos de conciliación
de las clases sociales?
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