Mayo 15, 2014
“Yo me alegro
sobre todo por la gente que ya tiene un trabajo, que cotiza a la Seguridad [Social]
y ya han salido del paro, aunque evidentemente aún queda mucho por hacer”.
Mariano Rajoy se mostró “animado y esperanzado ante el futuro” en la entrevista
que compartió con Pepa Bueno para la Cadena SER el pasado 6 de
mayo.
El presidente aseguró
que cuando acabe su legislatura el paro será menor que cuando juró su cargo y
marcó 2014 como el año en el que se produciría el cambio de los recortes al
crecimiento. “No se puede ser un optimista absurdo, pero tampoco un cenizo”,
asintió el jefe del Gobierno.
Rajoy basaba su visión
en el dato de que febrero fue el primer mes de toda la crisis en el que no solo
cayeron los demandantes de empleo en el antiguo INEM, sino que también
aumentaron las afiliaciones a la Seguridad Social. Esta tendencia se ha
repetido en los meses de marzo y abril, siendo el sector de la hostelería el
que principalmente ha tirado del carro.
La mejora en las cifras
de empleo también han sido animadas por el cambio que han experimentado los
nuevos contratos que se realizan, en los que gana peso el trabajo temporal (de
una duración determinada) y el parcial (menor a las ocho horas de trabajo
diarias), además de la iniciativa del autoempleo. La alegría y esperanza que
Rajoy tiene por la creación de empleo se vuelve color cenizo, gris, si observamos
cuáles son las condiciones sociales a las que aboca este modelo basado en el
trabajo precario.
Desde el inicio de la
crisis son cada vez más los estudiosos que están relacionando los conceptos de
trabajo y pobreza, dos palabras que parecían antagónicas durante décadas y
décadas. Los trabajadores pobres se pueden definir de dos formas, una basada en
la estadística como hace Eurostat, que considera “trabajadores en riesgo de
pobreza” a aquellos que tienen una renta disponible igual o menor al 60% de la
renta mediana nacional. De una forma más amplia podríamos decir también que un
trabajador pobre es aquel que con el fruto de su trabajo no puede asegurar que
tendrá los recursos suficientes para tener una vida social plena (alimentación,
sanidad, un mínimo de ocio, etc.).
En 2012, último año
para el que Eurostat dispone de datos, un 12,3% de los trabajadores estaban en
riesgo de pobreza. La media de la UE de los 15 se situaba en un 8,8% mostrando
la disparidad entre países del norte como Alemania y su 7,7%, y el Sur, donde
Grecia tenía a un 15% de sus trabajadores en riesgo de caer en la pobreza.
El estallido de la
crisis y la gestión que han hecho los Gobiernos de PSOE y PP han elevado el
porcentaje de trabajadores que no tienen aseguradas sus condiciones de vida,
aunque, por desgracia, la tasa de trabajadores pobres era ya alta en 2004
(10,8%), todavía en la fase de crecimiento que permitió la burbuja de la
construcción. Este hecho nos indica que la cuestión de la pobreza laboral no se
debe a circunstancia de coyuntura, de turbulencias económicas, sino que está
más enraizada en el funcionamiento del sistema.
“Normalmente la pobreza
se estudia como un fenómeno exógeno, independiente del funcionamiento normal
del capitalismo. Se suele presentar como el resultado de un fallo de gestión,
algo que está ahí y sobre lo que nos podemos preguntar cómo es y cómo hacerlo
desaparecer pero no por qué existe, y sobre todo, por qué se constituye en un
rasgo típico del capitalismo”. Estas líneas forman parte del artículo que los economistas Nacho Álvarez y Bibiana
Medialdea publicaron en la revista Viento Sur allá por 2005,
cuando todavía el tema de la pobreza no había saltado a la palestra mediática
pero sí a muchos hogares, que no necesitaron la crisis para tener dificultades
en cuadrar sus cuentas.
A pesar del carácter
estructural de la pobreza en general y la pobreza laboral en concreto, Álvarez
y Medialdea reconocen en declaraciones actuales para La Marea que
la forma como se está haciendo frente a la crisis desde el Gobierno está
agravando la situación. Para Nacho Álvarez el peso de los recortes está
recayendo fundamentalmente en las diferentes formas de salario, tanto directo
(lo que pagan por trabajar), como indirecto (sanidad, educación, etc.) y
también sobre las pensiones, que son un salario en diferido.
La fundación Primero de
Mayo de CCOO publicó en 2012 un estudio titulado Trabajadores
pobres y empobrecimiento en España en el que, como Álvarez
y Medialdea, señalaban a la reforma laboral como una de las palancas que
aumentaría el número de trabajadores pobres en los siguientes años.
Concretamente sus autores apuntaban que la reforma traería los siguientes
efectos: “desregulación e individualización de las relaciones laborales, el
incremento de la discrecionalidad empresarial a través de la reforma de la
Negociación Colectiva, el abaratamiento del despido y la menor tutela
jurídica”. Un ejemplo de la pérdida de poder de negociación de los trabajadores
para pedir unas buenas condiciones en su empleo es la reducción de los
convenios laborales, que pasaron de 6.016 en 2007 a 1.824 en 2013, según los
datos del Ministerio de Empleo.
Otra consecuencia de la reforma laboral, es
el aumento de los contratos a tiempo parcial, un objetivo que se marcó la
propia Fátima Bañez en la rueda de prensa posterior a la aprobación de la nueva
ley. Al recurrir de nuevo a Eurostat se comprueba que este tipo de contratación
va de la mano del aumento de la precariedad. Si la tasa general de trabajadores
en riesgo de pobreza en España era del 15% en 2012, para los que tenían un
trabajo a tiempo parcial el riesgo se extendía hasta cubrir al 18,8%.
Los trabajadores por cuenta propia, que se vienen conociendo como “emprendedores”, son uno de los grupos que más contribuyen al aumento de la filiación en la Seguridad Social y que a la vez sufre más la precariedad en el trabajo. Según el informe de CCOO anteriormente citado, el 40% de ellos estaba en 2012 en riesgo de caer en una situación de pobreza. Nacho Álvarez defiende que el aumento del número de autónomos no responde al “espíritu de negocio” sino que “es una estrategia de supervivencia de muchos asalariados que se ven obligados a iniciar pequeños negocios para buscarse la vida tras un despido o, peor aún, a trabajar para sus antiguos o nuevos empleadores pero bajo normativa mercantil en lugar de laboral”. “Pretender que esa es una vía para la salida de la crisis no es más que propaganda oficial”, sentencia Bibiaba Medialdea.
Los trabajadores por cuenta propia, que se vienen conociendo como “emprendedores”, son uno de los grupos que más contribuyen al aumento de la filiación en la Seguridad Social y que a la vez sufre más la precariedad en el trabajo. Según el informe de CCOO anteriormente citado, el 40% de ellos estaba en 2012 en riesgo de caer en una situación de pobreza. Nacho Álvarez defiende que el aumento del número de autónomos no responde al “espíritu de negocio” sino que “es una estrategia de supervivencia de muchos asalariados que se ven obligados a iniciar pequeños negocios para buscarse la vida tras un despido o, peor aún, a trabajar para sus antiguos o nuevos empleadores pero bajo normativa mercantil en lugar de laboral”. “Pretender que esa es una vía para la salida de la crisis no es más que propaganda oficial”, sentencia Bibiaba Medialdea.
Tanto Medialdea como
Álvarez contradicen al Gobierno cuando éste defiende que el mayor crecimiento
del PIB de la economía española traerá de la mano la solución del alto
desempleo. Estos economistas sostienen que a pesar de que haya un leve
crecimiento, como muestra el INE, la economía seguirá teniendo un
comportamiento recesivo por los altos niveles de deuda y por la insuficiencia
de demanda (derivada en parte de la precariedad del trabajo). “No sólo es
importante salir de la crisis y que se cree empleo, también es muy importante
en qué condiciones se sale, es decir, qué tipo de empleo se crea”, asegura
Álvarez. “Estamos comprobando que de esta crisis estamos saliendo con un cambio
muy profundo en la correlación de fuerza sociales y con un nuevo modelo
económico basado en la ausencia de derechos laborales y sociales”, sentencia el
economista.
La muestra de que no
hay ninguna relación mecánica entre crecimiento y creación de un empleo que
asegure condiciones de vida dignas está en que el número de trabajadores pobres
de España ya era elevado en la etapa de crecimiento de principio del siglo XXI.
También ocurrió lo mismo, incluso con anterioridad en el tiempo, en las
economías anglosajonas.
Por
cuatro duros, cómo (no apañárselas en Estados Unidos) de
Capitán Swing, 2014, es el relato de Barbara Ehrenreich, una reconocida
ensayista y activista social estadounidense que también a principios del nuevo
milenio dejó la comodidad de su despacho para sumergirse en el modo de vida de
esa gente que servía desayunos, limpiaban hogares y enceraban coches a cambio
de 5 dólares la hora más propinas. Caravanas convertidas en la residencia
habitual, compaginar dos trabajos para no poder pagar ni las facturas, comidas
ultracalóricas para hacer creer al estómago que está más lleno… se convirtió en
la realidad de millones de trabajadores en Estados Unidos. Esta situación
planea ahora sobre los trabajadores de una Europa en la que la fuerza sindical
y los servicios sociales que ofrecía Estado del Bienestar han dejado de ser un
paraguas contra la pobreza a fuerza de recortes.
Fuente: LaMarea
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