Mayo
12, 2014
¿Por qué sube la extrema derecha en Europa? >>
Una cosa es segura: las
elecciones europeas de finales de mayo se traducirán en un aumento notable del
voto de extrema derecha. Y por la incorporación al Parlamento Europeo de un
número considerable de nuevos diputados ultraderechistas. Actualmente, estos se
concentran en dos grupos: el Movimiento por la Europa de las Libertades y de la
Democracia (MELD) y la Alianza Europea de los Movimientos Nacionales (AEMN).
Entre ambos suman 47 eurodiputados, apenas el 6% de los 766 euroescaños (1).
¿Cuántos serán después del 25 de mayo? ¿El doble? ¿Suficientes para bloquear
las decisiones del Parlamento Europeo y, por consiguiente, el funcionamiento de
la Unión Europea (UE)? (2).
Lo cierto es que, desde
hace varios años y en particular desde que se agudizaron la crisis de la
democracia participativa, el desastre social y la desconfianza hacia la UE,
casi todas las elecciones en los Estados de la UE se traducen en una
irresistible subida de las extremas derechas. Las recientes encuestas de
opinión confirman que, en los comicios europeos que se avecinan, podría
aumentar considerablemente el número de los representantes de los partidos
ultras: Partido por la Independencia del Reino Unido, UKIP (Reino Unido) (3);
Partido de la Libertad, FPÖ (Austria); Jobbik (Hungría); Amanecer Dorado
(Grecia); Liga Norte (Italia); Verdaderos Finlandeses (Finlandia); Vlaams
Belang (Bélgica); Partido de la Libertad, PVV (Países Bajos); Partido del
Pueblo Danés, DF (Dinamarca); Demócratas de Suecia, DS (Suecia); Partido
Nacional Eslovaco, SNS (Eslovaquia); Partido del Orden y la Justicia, TT
(Lituania); Ataka (Bulgaria); Partido de la Gran Rumanía, PRM (Rumanía); y
Partido Nacional-Demócrata, NPD (Alemania).
En España, donde la
extrema derecha estuvo en el poder más tiempo que en ningún otro país europeo
(de 1939 a 1975), esta corriente tiene hoy poca representatividad. En las
elecciones de 2009 al Parlamento Europeo sólo obtuvo 69.164 votos (0,43% de los
sufragios válidos). Aunque, normalmente, alrededor del 2% de los españoles se
declara de extrema derecha, lo cual equivale a unos 650.000 ciudadanos. En
enero pasado, unos disidentes del Partido Popular (PP, conservador) fundaron
Vox, un partido situado a “la derecha de la derecha” que, con jerga franquista,
rechaza el “Estado partitocrático”, defiende el patriotismo y exige “el fin del
Estado de las autonomías” y la prohibición del aborto.
Herederas de la extrema
derecha tradicional, cuatro otras formaciones ultras –Democracia Nacional, La
Falange, Alianza Nacional y Nudo Patriota Español– reunidas en la plataforma
“La España en Marcha”, firmaron un acuerdo, en diciembre de 2013, para
presentarse a las elecciones europeas. Aspiran a conseguir un eurodiputado.
Pero el movimiento de
extrema derecha más importante de España es Plataforma per Catalunya (PxC), que
cuenta con 67 concejales. Su líder, Josep Anglada, define a PxC como “un
partido identitario, transversal y de fuerte contenido social” pero con una
dura posición antiinmigrantes: “En España –afirma Anglada– aumenta día a día la
inseguridad ciudadana, y gran parte de ese aumento de la inseguridad y del
crimen es culpa de los inmigrantes. Defendemos que cada pueblo tiene el derecho
a vivir según sus costumbres e identidad en sus propios países.
Precisamente por eso, nos oponemos a la llegada de inmigración islámica o de cualquier otro lugar extraeuropeo.”
Precisamente por eso, nos oponemos a la llegada de inmigración islámica o de cualquier otro lugar extraeuropeo.”
En cuanto a Francia, en los comicios
municipales de marzo pasado, el Frente Nacional (FN), presidido por Marine Le
Pen, ganó las alcadías de una docena de grandes ciudades (entre ellas Béziers,
Hénin-Beaumont y Fréjus). Y, a escala nacional, consiguió más de 1.600 escaños
de concejales. Un hecho sin precedentes. Aunque lo más insólito está quizás por
venir. Las encuestas indican que, en los comicios del 25 de mayo, el FN
obtendría entre el 20% y el 25% de los votos (4). Lo cual, de
confirmarse, lo convertiría en el primer partido de Francia, por delante de la
conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), y muy por delante del
Partido Socialista del presidente François Hollande. Una auténtica bomba.
El rechazo de la UE y la
salida del euro son dos de los grandes temas comunes de las extremas derechas
europeas. Y, en este momento, encuentran un eco muy favorable en el ánimo de
tantos europeos violentamente golpeados por la crisis. Una crisis que Bruselas
ha agravado con el Pacto de Estabilidad (5) y sus crueles
políticas de austeridad y de recortes, causa de enormes desastres sociales. Hay
26 millones de desempleados, y el porcentaje de jóvenes de menos de 25 años en
paro alcanza cifras espeluznantes (61,5% en Grecia, 56% en España, 52% en
Portugal). Exasperados, muchos ciudadanos repudian la UE (6). Crece
el euroescepticismo, la eurofobia. Y eso conduce en muchos casos a la
convergencia con los partidos ultras.
Pero hay que decir
también que la extrema derecha europea ha cambiado. Durante mucho tiempo se
prevalió de las ideologías nazi-fascistas de los años 1930, con su parafernalia
nostálgica y siniestra (uniformes paramilitares, saludo romano, odio
antisemita, violencia racista…). Esos aspectos –que aún persisten, por ejemplo,
en el Jobbik húngaro y el Amanecer Dorado griego– han ido desapareciendo
progresivamente. En su lugar han ido surgiendo movimientos menos
“infrecuentables” porque han aprendido a disimular esas facetas detestables,
responsables de sus constantes fracasos electorales. Atrás quedó el
antisemitismo que caracterizaba a la extrema derecha. En su lugar, los nuevos
ultras han puesto el énfasis en la cultura, la identidad y los valores, de cara
al incremento de la inmigración y la “amenaza” percibida del islam.
Con la intención de
“desdiabolizar” su imagen, ahora abandonan también la ideo logía del odio y
adoptan un discurso variopinto y radical de rechazo del sistema, de crítica
(más o menos) argumentada de la inmigración (en particular musulmana y
rumano-gitana) y de defensa de los “blancos pobres”. Su objetivo declarado es
alcanzar el poder. Usan intensivamente Internet y las redes sociales para
convocar manifestaciones y reclutar nuevos miembros. Y sus argumentos, como hemos
dicho, cada vez encuentran mayor eco en los millones de europeos destrozados
por el paro masivo y las políticas de austeridad.
En Francia, por ejemplo,
Marine Le Pen ataca con mayor radicalidad que cualquier dirigente político de
la izquierda al “capitalismo salvaje”, a la “Europa ultraliberal”, a los
“destrozos de la globalización” y al “imperialismo económico de Estados
Unidos” (7). Sus discursos seducen a amplios fragmentos de las
clases sociales trabajadoras azotadas por la desindustrialización y las
deslocalizaciones, que aplauden a la líder del FN cuando declara, citando a un
ex secretario general del Partido Comunista francés, que “hay que detener la
inmigración; si no, se condenará a más trabajadores al paro”. O cuando defiende
el “proteccionismo selectivo” y exige que se ponga freno al libre cambio porque
este “obliga a competir a los trabajadores franceses con todos los trabajadores
del planeta”. O cuando reclama la “pertenencia nacional” en materia de acceso a
los servicios de la seguridad social que, según ella, “deben estar reservados a
las familias en las cuales por lo menos uno de los padres sea francés o
europeo”. Todos estos argumentos encuentran apoyo y simpatía en las áreas
sociales más castigadas por el desastre industrial, donde durante decenios el
voto a las izquierdas era la norma (8).
Pero el nuevo discurso
de la extrema derecha tiene un alcance que va más allá de las víctimas directas
de la crisis. Toca de alguna manera ese “desarraigo identitario” que muchos
europeos sienten confusamente. Responde al sentimiento de “desestabilización existencial”
de innumerables ciudadanos golpeados por el doble mazazo de la globalización y
de una UE que no cesa de ampliarse. Tantas certidumbres (en materia de familia,
de sociedad, de nación, de religión, de trabajo) han vacilado estos últimos
tiempos, que mucha gente pierde pie. En particular las clases medias, garantes
hasta ahora del equilibrio político de las sociedades europeas, las cuales
están viendo cómo su situación se desmorona sin remedio. Corren peligro de
desclasamiento. De caer en el tobogán que las conduce a reintegrar las clases
pobres, de donde pensaban (por el credo en el Progreso) haber salido para
siempre. Viven en estado de pánico.
Ni la derecha liberal ni
las izquierdas han sabido responder a todas estas nuevas angustias. Y el vacío
lo han llenado las extremas derechas. Como afirma Dominique Reynié,
especialista de los nuevos populismos en Europa: “Las extremas derechas han
sido las únicas que han tomado en cuenta el desarraigo de las poblaciones
afectadas por la erosión de su patrimonio material –paro, poder adquisitivo– y
de su patrimonio inmaterial, es decir su estilo de vida amenazado por la
globalización, la inmigración y la Unión Europea” (9).
Mientras las izquierdas
europeas consagraban, en los últimos dos decenios, toda su atención y su
energía a –legítimas– cuestiones societales (divorcio, matrimonio homosexual,
aborto, derechos de los inmigrantes, ecología), al mismo tiempo unas capas de
la población trabajadora y campesina eran abandonadas a su –mala– suerte. Sin
tan siquiera unas palabras de compasión. Sacrificadas en nombre de los
“imperativos” de la construcción europea y de la globalización. A esas capas
huérfanas, la extrema derecha ha sabido hablarles, identificar sus desdichas y
prometerles soluciones. No sin demagogia. Pero con eficacia. Consecuencia: la
Unión Europea se dispone a lidiar con la extrema derecha más poderosa que el
Viejo Continente haya conocido desde la década de 1930. Sabemos cómo acabó
aquello. ¿Qué esperan los demócratas para despertar?
Notas:
(1)En
las elecciones europeas de 2009, los partidos de extrema derecha obtuvieron el
6,6% de los votos.
(2) Las encuestas más serias indican que, después del 25 de mayo, el número de eurodiputados de extrema derecha pasaría de 47 a 71. Léase “Élections européennes 2014: vers “une” extrême droite européenne?”, Fundación Robert Schuman, http://www.robert-schuman.eu/fr/questions-d-europe/0309-elections-europeennes-2014-vers-une-extreme-droite-europeenne
(3) Un sondeo realizado por la firma YouGov el 6 de abril de 2014 en el Reino Unido le atribuye al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) un 40% de las intenciones de voto y al menos 20 diputados europeos.
(4) Según un barómetro de imagen del FN realizado en febrero de 2014 por el Instituto TNS Sofres, el número de franceses que se adhieren a las ideas del FN es del 34%.
(5) El Pacto de Estabilidad y de Crecimiento prohíbe a los gobiernos europeos de la zona euro realizar un déficit presupuestario superior al 3% del PIB.
(6) El último estudio Eurobarómetro, publicado en diciembre de 2013, revela que sólo el 31% de los europeos tiene una imagen positiva de la UE (frente al 48% en marzo de 2008).
(7) Léase “Nouveaux visages des extrêmes droites”, Manière de voir, n.°134, París, abril-mayo de 2014.
(8) Según un sondeo publicado por el diario Le Monde, la imagen de la presidenta del FN recibe cada vez más opiniones favorables: el 56% de los encuestados cree que “entiende los problemas cotidianos de los franceses” y el 40%, que “tiene nuevas ideas para resolver los problemas de Francia”.
(9) Dominique Reynié, Populismes: la pente fatale, Plon, París, 2011.
(2) Las encuestas más serias indican que, después del 25 de mayo, el número de eurodiputados de extrema derecha pasaría de 47 a 71. Léase “Élections européennes 2014: vers “une” extrême droite européenne?”, Fundación Robert Schuman, http://www.robert-schuman.eu/fr/questions-d-europe/0309-elections-europeennes-2014-vers-une-extreme-droite-europeenne
(3) Un sondeo realizado por la firma YouGov el 6 de abril de 2014 en el Reino Unido le atribuye al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) un 40% de las intenciones de voto y al menos 20 diputados europeos.
(4) Según un barómetro de imagen del FN realizado en febrero de 2014 por el Instituto TNS Sofres, el número de franceses que se adhieren a las ideas del FN es del 34%.
(5) El Pacto de Estabilidad y de Crecimiento prohíbe a los gobiernos europeos de la zona euro realizar un déficit presupuestario superior al 3% del PIB.
(6) El último estudio Eurobarómetro, publicado en diciembre de 2013, revela que sólo el 31% de los europeos tiene una imagen positiva de la UE (frente al 48% en marzo de 2008).
(7) Léase “Nouveaux visages des extrêmes droites”, Manière de voir, n.°134, París, abril-mayo de 2014.
(8) Según un sondeo publicado por el diario Le Monde, la imagen de la presidenta del FN recibe cada vez más opiniones favorables: el 56% de los encuestados cree que “entiende los problemas cotidianos de los franceses” y el 40%, que “tiene nuevas ideas para resolver los problemas de Francia”.
(9) Dominique Reynié, Populismes: la pente fatale, Plon, París, 2011.
Autor: Ignacio Ramonet
Fuente: MondeDiplomatique
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