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Publicado:
14/05/2014 07:13 CEST | Actualizado: 14/05/2014 13:03
CEST
Sami
Naïr (1946, Tlemcen, Argelia) quiere una "gran Europa", pero no ésta.
El intelectual francés, catedrático de Ciencias Políticas en la universidad
Pablo Olavide de Sevilla, cree que es imprescindible expulsar a los mercaderes
del templo de las élites en el que se ha convertido la Unión Europea. En su
libro El desengaño
europeo,
Naïr repasa la historia del club comunitario para concluir que fue un error
fiarlo todo a la construcción de un gran mercado. Cuando eso falla, según él,
la idea "beata" de Europa, el europeísmo de bandera, se viene abajo.
-Ha
escrito un libro de desengaño, pero no sólo sobre la gestión de la crisis del
euro, sino del proyecto europeo en sí.
El
sueño europeo ha sufrido un daño tremendo por dos motivos casi culturales. El
primero es el utopismo romántico con el que se planteó la construcción europea.
Este utopismo ha fracasado frente a unos resultados totalmente contrarios, que
corren el riesgo de destrozar definitivamente el sueño de Europa. La
responsabilidad la tienen no los que hacen un balance realista sino los que han
prometido mucho para darnos nada.
Por
otra parte, la opinión pública ha sido descartada desde el comienzo por las élites
políticas con la excusa de que “Europa es algo demasiado complejo como para
dejarlo en manos de los ciudadanos”. En nombre de esa visión hemos construido
no un interés político europeo que generase adhesión sino un sistema de élites
con un enorme déficit democrático. Hay elecciones cada cinco años, pero los
ciudadanos no saben muy bien sobre qué están votando. Estoy absolutamente
convencido de que si se pregunta hoy a un ciudadano cuál es el diputado de su
circunscripción, será incapaz de decir su nombre.
"En
las elecciones europeas no se habla de Europa; es natural, porque los partidos
no tienen mucho que decir"
-¿No
son las elecciones europeas una oportunidad perfecta para corregir ambos
defectos?
En
las elecciones europeas no se habla de Europa. Es una consecuencia casi natural
porque los partidos políticos no tienen mucho que decir. No tienen más programa
que el elaborado por la Comisión Europea. Cualquier partido, de cualquier
bando, intenta adaptarse a ese programa. El bando conservador utiliza el
chantaje de “lo que hay que hacer”, sin alternativa. El progresista, cuando
existe, parte de un “no estamos de acuerdo” para hacer propuestas que
reenfoquen un poquito ese programa. Pero no hay programa. Es siempre el mismo
discurso.
-Tras
las últimas elecciones europeas, la izquierda española votó a favor de la
reelección de José Manuel Durao Barroso, conservador y
anfitrión de la Cumbre de las Azores, como presidente de la Comisión. En estas,
los socialistas tienen un candidato, que debate con los demás, y un programa.
¿Esta vez será diferente?
"Si
Schulz llega a presidir la Comisión, hará la política de su partido, aliado con
Meckel"
No
lo creo. Hay que transmitir a la opinión pública que los políticos de ambos
bandos tienen una responsabilidad enorme de lo que ha pasado y no han hecho la
autocrítica necesaria para proponernos una alternativa a esa política.
Imagínese que Martin Schulz, un gran diputado al que respeto, llega a la
presidencia de la Comisión. Va a hacer la política de su partido, un partido
aliado de Meckel en el Gobierno alemán. No me imagino a Meckel permitiendo que
un socialista llegue a la presidencia de la Comisión para poner en marcha una
política distinta a la suya. Si Schulz llega ahí, será con las manos esposadas.
-La
Eurocámara presume de tener más influencia que nunca, sobre todo desde la
entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que le da el poder de codecidir (con
los Gobiernos) en multitud de temas. Pero, según su libro, sigue siendo una
“caja de resonancia” y una coartada para la tecnocracia.
Es
mi convicción. He sido eurodiputado cinco años y nunca, jamás, he sentido tanta
impotencia política como en el Parlamento Europeo. Mire la elección del
presidente del Parlamento Europeo. Conservadores y progresistas se ponen de
acuerdo para repartirse el cargo, dos años y medio cada uno. Las grandes
orientaciones son idénticas porque hay un acuerdo entre la derecha y la
socialdemocracia para considerar que no hay alternativa a la construcción
liberal de Europa. Merced a este acuerdo, hoy asistimos a una destrucción
progresiva de la idea de Europa como conjunto de naciones.
-¿Ha
vendido la izquierda su alma?
La
complicidad ha existido desde los años 70. Piense en las relaciones entre
Francia y Alemania. Valery Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt
(derecha-izquierda), François Mitterrand y Helmut Kohl (izquierda-derecha),
Jacques Chirac y Gerhard Schroeder (derecha-izquierda), Nicolás Sarkozy y Ángela
Meckel [en este caso, ambos de derechas]. En vez de construir un
contraproyecto, la izquierda se ha rendido al de los conservadores intentando
matizarlo, suavizarlo o flexibilizarlo para proteger a las capas más débiles.
Nunca diré que la izquierda y la derecha son lo mismo a nivel europeo, pero se
han comportado igual. Todo pese a que los eurodiputados de izquierdas en el
Parlamento Europeo son en muchas ocasiones muy militantes. El resultado
objetivo es un proyecto institucional de una Europa-imperio mercantil y no un
proyecto de sociedad.
-¿Cuándo
sucumbió la izquierda?
“El
consenso de las élites ha consistido en que por encima de todo está Europa y
por encima de Europa, el mercado"
1986,
el Acta Única. Ahí estriba la
gran orientación del mercado frente a la construcción de Europa con los
Estados. En vez de contar con un piloto político, algo sobre lo que no había
acuerdo, se decidió construir un avión para que volara solo: el mercado. Una
vez creado, se le dotó de libertad de circulación de mercancías, servicios y
capitales, añadiendo como concesión la circulación de personas. Después, para
ese mercado se creó una moneda, el euro, votado por la izquierda socialista,
pero no los sectores más críticos. El consenso de las élites ha consistido en
que por encima de todo está Europa y por encima de Europa, el mercado. Se ha
construido una Europa liberal y profundamente antisocial. Las políticas
sociales son el pariente pobre del mercado europeo y la izquierda se ha vuelto
cada vez más conservadora, sobre todo la inglesa y la alemana. Fíjese: cuando
se puso en marcha la moneda única había 15 gobiernos de izquierda en Europa. La derecha era prácticamente minoritaria.
-En
su libro asegura que, tras la Dictadura, España no tenía muchas más opciones
que integrarse en la UE, entonces la Comunidad Económica Europea, ese proyecto
cuya construcción critica.
España
nunca ha tenido margen de maniobra. La Transición fue el producto de la cordura
de las élites políticas españolas y el apoyo de países europeos, especialmente
de Alemania. Sin el apoyo de Alemania, el PSOE nunca hubiera tenido tanta
importancia. Después, durante 15 años, España fue el país más financiado por la
UE. Cuando uno recibe ese dinero no abre la boca en las negociaciones más que
para defender esos fondos. España ha trabajado muy bien en Europa, pero casi
como una funcionaria. Y después adoptó el euro sin discusión, algo que
implicaba una convergencia económica que España respetó con una deuda y déficit
bajos. Todo ello mientras se emborrachaba de sector inmobiliario.
-Y
cuando estalló la burbuja, el margen de maniobra español fue cero.
Con
la crisis se ha visto cómo funciona el poder europeo y cómo Meckel y Sarkozy
comenzaron a tomar todas las decisiones. Según el filibustero George Soros, los
países del sur de Europa van a salir de la crisis como países subdesarrollados.
Los países del sur no pueden sobrevivir con un euro tan caro.
-Si
continúa el euro caro (algo que penaliza las exportaciones), se “desangrará la
población y se privatizará, casi por completo, el sistema económico y social.
En ese caso entraríamos en un terreno de guerras sociales”, escribe. ¿A qué
guerras se refiere?
Las
decisiones de 2009 y 2010 han provocado la destrucción de millones de empleos y
la exclusión de una parte importante de la juventud. También ha habido
manifestaciones masivas en los países del sur de Europa. Todo ello es un
peligro para las élites financieras europeas, algo que Meckel y el BCE
entendieron el año pasado, cuando suavizaron un poquito sus políticas.
-¿Es
Francia diferente?
"Se
está cocinando una explosión generalizada en Francia"
En
Francia será imposible seguir aplicando esas medidas de austeridad, como ya
hemos visto en las últimas elecciones. No aceptará mucho más tiempo que sea la
Comisión quien dicte las normas. No lo deseo, pero se está cocinando una
explosión generalizada en Francia. No pueden poner estas medidas en marcha en
un país en el que no hay un Estado del bienestar, sino un “Estado padre” que no
va a desaparecer por mucho que haya que obedecer a Bruselas.
-¿Puede
darse esa explosión en España?
España
es muy compleja y hay una serie de problemas contradictorios que al final son
paralizantes. Hay una disgregación social, acompañada por un paro increíble.
También hay una falta de conciencia de lucha motivada por la Transición, que ha
funcionado como anestesia de la identidad social mientras las clases populares
se iban integrando y mejorando.
Francia
es una democracia clásica, casi de libro. España es una democracia moderna, más
dinámica, pero con menos arraigo por ser tan joven. Además, hay que sumarle el
problema nacionalista, también muy paralizante. Todos los problemas sociales
del país se transforman en un problema identitario. Por ejemplo: el Gobierno de
Cataluña aplica una política ultraliberal a nivel social, pero la esconde tras
la bandera.
-El
Gobierno español y la eurozona proclaman una lenta
recuperación y salida de la crisis, algo que haría
posible relajar las medidas de austeridad.
Eso
es demasiado optimista. Los países del sur no pueden sobrevivir con un euro tan
caro salvo que estén dispuestos a destruir el tejido social.
-Algo
que usted llama “americanización” de la sociedad.
Las
privatizaciones, el fin del derecho laboral, grandes bolsas de pobreza… No sé
si eso será posible en los países del sur, pero es imposible en Francia.
Estallará una revolución social. La recuperación que vemos ahora es meramente
coyuntural. El repunte se produce porque hemos llegado muy abajo.
-“A
falta de una poderosa movilización de los asalariados, lo peor es posible en
Grecia”. ¿A qué se refiere?
"Grecia
es el país que hoy en día está más cerca de una dictadura de extrema
derecha"
Grecia
es el país que hoy en día está más cerca de una dictadura de extrema derecha.
El Ejército está a un lado, pero aún no ha dicho su última palabra. Los
socialistas están muy divididos y su antiguo líder hizo lo que José Luis
Rodríguez Zapatero no había hecho en España: decir “no” y plantearse la
posibilidad de someter a referéndum la austeridad. Y cuando ocurrió eso, le
enseñaron la puerta. El primer plan de rescate del país fracasó. El segundo,
también. Grecia se encamina hacia el autoritarismo.
EEUU
sabe que está en una posición de declive hegemónico y ve en China una gran
amenaza. En ese tratado se pide que sus empresas tengan la posibilidad de
entrar libremente en el mercado europeo con normas norteamericanas. Y hay que
recordar que nosotros tenemos el principio de precaución [protección ante los
riesgos, aunque el peligro no esté demostrado], por lo que un tratado así
inundará el mercado europeo de productos potencialmente peligrosos. La guinda
del pastel es un tribunal para resolver conflictos que no sea ni el de los
Estados ni el de la UE, sino uno especial donde tendrán influencia las
empresas. No es un tratado más. Acabará con lo poco de social que le queda a
Europa.
-¿Es
posible revertir el rumbo?
Si
verdaderamente queremos construir Europa hay que transformar el proyecto en
debate público, político e institucional. Hay que prohibir la mezcla de
posiciones políticas, porque no es normal. Y abordar el objetivo último de la
actual Europa: la privatización de lo público para mercantilizar todas las
actividades. De ahí viene la política de austeridad.
-¿Cómo
se acaba con el déficit democrático?
"Hay
que controlar a la Comisión, al Consejo, al BCE y reorganizar los poderes del
Parlamento Europeo"
Faltan
partidos políticos con una concepción clara de la situación. En esos partidos
hay que generar una idea nueva de la construcción de Europa y replantear la
arquitectura institucional. El déficit democrático no se soluciona mandando más
diputados a Bruselas. Hay que controlar a la Comisión, al Consejo, al BCE y
reorganizar los poderes del Parlamento Europeo.
Basta
con participar en una reunión del Parlamento o del Consejo para ver que una
Europa beata no existe, hay que verla en función de las razones de fuerza.
-¿A
qué se refiere?
A
que cada uno quiere defender las posiciones de su país. No creo en el
federalismo europeo. Es demasiado pronto y no hay legitimidad. No veo a un
francés aceptar a un presidente de la República alemán. Los cementerios están
ahí. Hay que construir algo realista y no una utopía romántica que ya nos ha
conducido al fracaso.
"Europa
no es un pueblo sino una determinación geográfica, igual que África"
Y
no lo digo yo, lo dicen ellos. Construir Europa a través de un mercado no
funciona, porque tiene como límite un espacio comercial. Hay que construir una
gran Europa, pero no está sino una en la que la inteligencia se apodere del
debate europeo con una visión crítica. No necesitamos una concepción beata de
Europa.
-¿Cómo
se ha construido ese dogma europeísta?
Antes,
a alguien podían preguntarle: ¿es usted francés? Sí, soy francés. ¿Es usted
europeo? Sí, claro, soy europeo. Eso nunca fue un problema. Pero hemos
transformado una obviedad en un proyecto de futuro. No necesitábamos sentirnos
europeos. Lo somos. No entenderlo así nos lleva a situaciones como la del
estallido de la crisis. En Alemania se dijo que en nombre de la solidaridad
europea había que ayudar a España. La reacción allí fue calcular cuánto le
cuesta un español a cada alemán. Y cuando se diseñó el fondo de rescate para
rescatar a Grecia, el Tribunal Constitucional de Alemania vino a decir:
“cuidado, porque el pueblo europeo no existe”. Tenía razón. Europa no es un
pueblo sino una determinación geográfica. De la misma manera que el pueblo
africano no existe, sino decenas de Estados.
Fuente:
http://www.huffingtonpost.es/
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