«Todas las
fuerzas bajo el mando alemán cesarán las operaciones activas a las 23:01 horas,
hora de Europa Central, el 8 de mayo de 1945». Con estas palabras el Jefe del
Estado Mayor del Alto Mando de las fuerzas armadas alemanas, el general Alfred
Jodl, firmó el acta de rendición incondicional, que ponía fin a la Segunda
Guerra Mundial y con ello el predominio del nazismo y fascismo en Europa. Tenían
que pasar 69 años para ver como esas ideologías criminales vuelven a tomar
auge.
Naciones
Unidas declaró que los días 8 y 9 de mayo son una ocasión propicia para el
recuerdo y la reconciliación y rendir homenaje a todas las víctimas de la
Guerra Mundial, exhortando a los Estados Miembros a que hagan todo lo posible
para resolver las controversias por medios pacíficos, de conformidad con
la Carta de las Naciones Unidas y sin poner en peligro la paz y la
seguridad mundial. En ocasiones parece que todo fue en vano, cuando los
conflictos siguen resolviéndose por medios violentos.
En los
Juicios de Núremberg se determinaron y sancionaron las responsabilidades de
dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista, en los
crímenes y abusos contra la Humanidad cometidos en nombre del III Reich. Se
establecieron directrices y principios del derecho internacional en la Carta de
los Juicios de Núremberg, que posteriormente sirvieron para el desarrollo de
jurisprudencia específica internacional en materia de guerra de agresión,
crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, así como para la
constitución del Tribunal Penal Internacional permanente.
En la Carta
de los Juicios de Núremberg se determina que «Cualquier persona que cometa
actos que constituyan un crimen bajo las leyes internacionales será responsable
y por consiguiente sujeto a castigo», así como ser cómplice. Con el
establecimiento de estos principios, desapareció la obediencia debida como
eximente: «El hecho de que una persona actúe bajo las órdenes de su gobierno o
de un superior no le exime de la responsabilidad bajo las leyes
internacionales». Igualmente quedaron tipificados como delitos los «Crímenes de
Guerra» y la «Guerra de agresión». Por último la Carta, trata de los «Crímenes
contra la humanidad» como el asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y
cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por
motivos religiosos, raciales o políticos. De hecho se criminalizaba a la
ideología nazi-fascista por haberse cometido tantos crímenes en el mundo.
Quién lo iba
a decir que en la Francia de la Liberté, Égalité, Fraternité, el Frente
Nacional de Le Pen, podría convertirse en la primera fuerza política, con un
programa opuesto a la propia Unión Europea y contra la apertura total de las
fronteras. «Lo cierto es que desde hace varios años y en particular desde que
se agudizaron la crisis de la democracia participativa, el desastre social y la
desconfianza hacia la UE, casi todas las elecciones en los Estados de la UE se
traducen en una irresistible subida de las extremas derechas» (Ignacio Ramonet,
Le Monde Diplomatique). El 25 de mayo se corre el peligro de que se produzca
una alta abstención y que los partidos de extrema-derecha doblen su
representación en el Parlamento Europeo (ahora tiene 47 eurodiputados).
La derrota
del nazismo y fascismos en Europa al finalizar la guerra mundial, llevó a
pensar que estos fantasmas no volverían a cruzar su geografía, pero la realidad
es otra. La ideología fascista es odio, irracionalismo y racismo extremo y su
práctica política fuerza de choque contra la razón y la democracia. El fascismo
ahora es más europeísta que nacionalista, pero sigue manteniendo la política de
los puños de siempre. Lo vemos estos días en los gravísimos sucesos en Odesa y
otras ciudades de Ucrania. Y lo más grave de todo es que el fascismo hoy, no
tiene en frente una fuerza política y un movimiento obrero organizado, como en
los años 30 del siglo pasado, como ideología de contención, capaces de ser una
verdadera alternativa a la sociedad actual.
En momentos
de crisis el fascismo enseña su cara amable. Participa en la democracia
parlamentaria, intentando dividir a las clases populares más desfavorecidas,
con planteamientos racistas y xenófobos, culpando a las personas inmigrantes de
los males sociales. El fascismo vuelve a presentarse como alternativa de una
burguesía asustada ante la crisis económica y sus consecuencias políticas.
Critican la austeridad y la corrupción política y la existencia de partidos políticos.
Discurso de fácil acogida por quienes culpan de sus males a la democracia, que
en definitiva es lo que pretenden eliminar. Sigue siendo válida la cita de
Lenin «Un fascista es un liberal asustado».
En España,
la presencia del nazismo-fascista, nos llama menos la atención, sabemos de eso.
En Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y demás naciones europeas, el
nazismo-fascista perdió la guerra y desapareció del escenario, pero aquí la
ganaron y han estado gobernando desde entonces. Durante los primeros tiempos de
la Transición, muchos dirigentes franquistas, se convirtieron en demócratas de
toda la vida a través de Alianza Popular (1976-1989) y después con el Partido
Popular. Hoy son los mismos, que desde las alcaldías, parlamentos y desde el
propio gobierno, hacen apología del franquismo, impidiendo debates, reduciendo
el número de parlamentarios, en perjuicio de la calidad y cantidad de la
democracia. La derecha que representa el PP es la de siempre: autoritaria y
conservadora, oscura, caciquil y antidemocrática, vengativa, ramplona, católica
y antisocial que mantiene en su seno a sectores de la extrema derecha.
Las
ideologías fascistas, nazis y totalitarias, como fue el franquismo, han sido la
causa de enormes sufrimientos, recorte de libertades y derechos y millones de
muertos. No se precisan nuevos partidos de extrema-derecha que lo representen.
El PP se sobra y se basta para ello. Los posicionamientos del PP son cada vez
más radicales y pueden ir a más, recurriendo al patrioterismo, el odio a Cataluña,
al Gibraltar español, políticas contra la inmigración, discursos retrógrados y
antisociales, buscando la fidelidad de su electorado y evitar descalabros
electorales.
Con una UE
en crisis, con 25 millones de personas sin trabajo y 80 millones de pobres, la
xenofobia y el racismo seguirán en aumento. Hay que construir de manera
efectiva la Europa de la ciudadanía «basada en la armonización hacia arriba y
no hacia abajo, como la única manera de oponerse a las reacciones xenófobas y
al nacionalismo que amenazan a Europa» (Sami Naïr). El Parlamento Europeo tiene
por delante la tarea de controlar al gobierno de Europa, combatiendo la crisis
económica con medidas sociales. El gran reto es encontrar un modelo que permita
solventar los problemas económicos, presupuestarios y fiscales, abandonando las
políticas de austeridad, devolviendo la confianza a los ciudadanos. Contra los
fantasmas del pasado, hay que retornar a la Europa social, la de la libertad y
de la democracia, la de los derechos y el bienestar.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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